Palabras... | De Simón Bolívar a Biden

(Audio) carta al (próximo) Presidente de los Estados Unidos

En memoria de Bolívar, Morazán y el jefe indio Seattle

 

30/11/2023.- El 24 de julio de 1783 nacía Simón Bolívar en Caracas, más de un mes antes que el Tratado de París se firmara, el 3 de septiembre, entre el Reino de Gran Bretaña y los Estados Unidos de América, poniendo fin a la guerra de independencia de esta nación norteamericana. Por lo que el niño Bolívar, posteriormente héroe de un continente entero, respiraba ya bajo este cielo y existía sobre estas tierras originarias durante el luto con que se fraguó la fundación de los Estados Unidos.

Fue Bolívar contemporáneo con el gran jefe indio Seattle, nacido en 1786 en Blake Island, una pequeña isla, durante las terribles epidemias traídas por los asomados blancos que diezmaban masivamente a la población nativa.

Seattle, quien alcanzó a saber del genocidio, la destrucción de comunidades enteras de pueblos originarios, entendidos como minorías étnicas, cuyo territorio había sido ocupado para la expansión colonial y el despojo, dando paso a los Estados Unidos, fue el portavoz en las negociaciones de paz (iniciadas en 1854). Junto con otros jefes indios, firmó el tratado donde se entregaba —por la fuerza— más de un millón de hectáreas al gobierno estadounidense, y así quedó orillado con su pueblo, los suquamish, a una porción de tierra llamada "reserva".

Entre 1815 y 1830 prácticamente se inició el despojo, en razón de que los aborígenes no quisieron entregar sus tierras ni volverse cristianos.

En noviembre de 1620, el Mayflower, con sus 102 peregrinos, tocó tierra en la bahía de Massachusetts. El originario ya habitaba esa zona hacía miles de años y supo del cara pálida cuando se intensificó el exterminio de los pueblos indígenas, llevado a cabo por los colonos recién llegados de Europa. Para la fecha, se estimaba la existencia aproximada de un 1 millón de habitantes locales. En 1885, quedaban solo 300 mil sobrevivientes.

Se trató inclusive de borrar su cultura. Nada más en 1878 descuartizaron 5 millones de búfalos y ya habían desmontado la arquitectura autóctona, para así decapitar, culturalmente hablando, las tierras usurpadas.

Las 310 reservas, o campos de concentración indígenas —por la baja calidad de los territorios adonde fueron apartados—, conformaban apenas el 2,3% de la superficie total de ese país, que ronda un total de 9 millones 828 mil 675 kilómetros cuadrados (incluyendo Alaska y Hawái). Esto, para tener una idea del tamaño de la expropiación.

Sí, eran esos los mismos primeros pobladores de lo que hoy es Estados Unidos y que Hollywood deformó y estigmatizó como asesinos con hacha a los que vendían en aquellas películas de vaqueros y ejércitos azules, cual enemigos del futuro sistema democrático estadounidense.

La ruta de aquel duro destierro tuvo nombre luego: el Sendero de las Lágrimas.

En 1854, el presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, de tendencia esclavista y expansionista, enviaba una carta al jefe Seattle, de la tribu suquamish, para comprarle los territorios que hoy forman el estado de Washington.

No obstante, el jefe indio Seattle respondió con otra carta el mismo año de 1854, contestándole a la oferta de comprarle esa gran extensión de tierras y, a cambio, crear una "reserva" para su pueblo. Inevitablemente, en el año 1855, se forzó la firma del tratado de paz con el que se consumaba el despojo de las tierras. Noah Sealth, con su respuesta al Presidente, dejó inscritos, para la posterioridad, tanto la infamia como el primer manifiesto en defensa de la naturaleza como unidad integral, que ha perdurado y perdurará por los siglos de los siglos.

Seattle murió el 7 de junio de 1866, a la edad de 80 años, pero no su memoria ni la cosmogonía de su pueblo. Las palabras en esa carta continúan vigentes como él mismo lo sentenció: "Mis palabras son como las estrellas: no tienen ocaso".

Carta de Seattle al jefe Franklin Pierce (extracto)1:

El gran jefe de Washington manda palabras, quiere comprar nuestras tierras. El gran jefe también manda palabras de amistad y bienaventuranzas. Esto es amable de su parte, puesto que nosotros sabemos que él tiene muy poca necesidad de nuestra amistad. Pero tendremos en cuenta su oferta, porque estamos seguros de que si no obramos así, el hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestras tierras. El gran jefe de Washington puede contar con la palabra del gran jefe Seattle, como pueden nuestros hermanos blancos contar con el retorno de las estaciones.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea es extraña para mi pueblo. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua, ¿cómo nos lo pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada brillante espina de pino, cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente.

Nosotros sabemos que el hombre blanco no entiende nuestras costumbres. Para él, una porción de tierra es lo mismo que otra, porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemigo, y cuando él la ha conquistado, sigue adelante. él deja las tumbas de sus padres atrás, y no le importa. Así, las tumbas de sus padres y los derechos de nacimiento de sus hijos son olvidados. Su apetito devorará la tierra y dejará detrás un desierto. La vista de sus ciudades duele a los ojos del hombre piel roja. Pero tal vez es porque el hombre piel roja es un salvaje y no entiende. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades de los hombres blancos. Ningún lugar para escuchar las hojas en la primavera o el zumbido de las alas de los insectos.

Pero tal vez es porque yo soy un salvaje y no entiendo y el ruido parece insultarme los oídos. Yo me pregunto: ¿qué queda de la vida si el hombre no puede escuchar el hermoso grito del pájaro nocturno o los argumentos de las ranas alrededor de un lago al atardecer? El indio prefiere el suave sonido del viento cabalgando sobre la superficie de un lago, y el olor del mismo viento lavado por la lluvia del mediodía o impregnado por la fragancia de los pinos. El aire es valioso para el piel roja. Porque todas las cosas comparten la misma respiración: las bestias, los árboles y el hombre. El hombre blanco parece que no notara el aire que respira. Como un hombre que está muriendo durante muchos días, él es indiferente a su pestilencia.

Si yo decido aceptar, pondré una condición: el hombre blanco deberá tratar a las bestias de esta tierra como hermanos. Yo soy un salvaje y no entiendo ningún otro camino. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, abandonados por el hombre blanco que pasaba en el tren y los mataba por deporte. Yo soy un salvaje y no entiendo como el ferrocarril puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos solo para sobrevivir. ¿Qué será del hombre sin los animales? Si todos los animales desaparecieran, el hombre moriría de una gran soledad espiritual, porque cualquier cosa que le pase a los animales también le pasa al hombre. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiere a la tierra, herirá también a los hijos de la tierra. Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después de la derrota convierten sus días en tristezas y ensucian sus cuerpos con comidas y bebidas fuertes.

Importa muy poco el lugar donde pasemos el resto de nuestros días. No quedan muchos. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos más y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez existieron sobre esta tierra o que anduvieron en pequeñas bandadas por los bosques quedarán para lamentarse ante las tumbas de una gente que un día fue poderosa y tan llena de esperanza.

(...)

Los blancos también pasarán, tal vez más rápido que otras tribus. Continúen ensuciando su cama y algún día terminarán durmiendo sobre su propio desperdicio. Cuando los búfalos sean todos sacrificados, y los caballos salvajes amansados todos, y los secretos rincones de los bosques se llenen con el olor de muchos hombres (...) ¿Dónde estará el matorral? Desaparecido. ¿Dónde estará el águila? Desaparecida. Es decir, adiós a lo que crece, adiós a lo veloz, adiós a la caza. Será el fin de la vida y el comienzo de la supervivencia.

Nosotros tal vez lo entenderíamos si supiéramos lo que el hombre blanco sueña, qué esperanzas les describe a sus niños en las noches largas del invierno, con qué visiones les queman sus mentes para que ellos puedan desear el mañana. Pero nosotros somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros, y porque están escondidos, nosotros iremos por nuestro propio camino. Si nosotros aceptamos, será para asegurar la reserva que nos han prometido. Allí tal vez podamos vivir los pocos días que nos quedan, como es nuestro deseo.

Cuando el último piel roja haya desaparecido de la tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas praderas aún contendrán los espíritus de mi gente; porque ellos aman esta tierra como el recién nacido ama el latido del corazón de su madre. Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Cuídenla, como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus mentes la memoria de la tierra tal y como se la entregamos. Y con todas sus fuerzas, con todas sus ganas, consérvenla (...).

 

Fdo: Noah Seathl, jefe indio de la tribu suwamisu (sic).

Seattle (EE. UU.).

Morazán también fue contemporáneo de Bolívar, nacido en Tegucigalpa, Honduras. el 3 de octubre de 1792. Tras una escasa educación formal de año y medio en la escuela, igual su historia se convirtió en testimonio de otro de esos seres geniales que nacen cada 5 mil años, como lo resaltaba el historiador hondureño Miguel Cálix Suazo. Morazán, quien llegó a ver cumplido su sueño de una Centroamérica unida en una sola nación, la República Federal de Centro América (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica), entre 1824 y 1839, la cual presidió, aunque de forma efímera, durante ocho años. Destacaba José Martí: "La sombra de Bolívar, que soñó para la América del Sur una sola nación (…) y la sombra de Morazán, incrustando en su espada triunfante las cinco repúblicas de la América del Centro".

El 11 de septiembre de 1842 estalló en Alajuela la última conspiración contra Morazán, motivada por la Iglesia y los conservadores. Cuatrocientos hombres, encabezados por el portugués Antonio Pinto Soares, atacaron la guardia de Morazán, constituida por 40 salvadoreños, sitiando el cuartel de San José (Actual Museo Nacional de Costa Rica). Morazán y sus hombres lograron repeler los ataques y se replegaron en el cuartel general. Desde allí enfrentaron a los traidores que, según la historia, sumaban mil hombres. Esta vez no fue posible la victoria: los capturaron y trasladaron de inmediato al paredón de fusilamiento, localizado en la plaza central de la ciudad.

Antes de consumarse la ejecución, Morazán dictó un testamento a su hijo Francisco. En este, el general estipuló que su muerte era un "asesinato" y declaró: "No tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible". Posteriormente le ofrecieron dónde sentarse. Lo rechazó y, dirigiéndose al general Villaseñor, que se encontraba sentado, inconsciente y bajo efecto de un sedante, Morazán le dijo: "Querido amigo, la posteridad nos hará justicia" y se persignó. Pidió el mando, se descubrió el pecho y con voz normal —como quien da órdenes a una tropa— dirigió: "¡Preparen armas! ¡Apunten!". Todavía corrigió la puntería de uno de los tiradores y, finalmente, en voz alta y clara, ordenó: "Apunten". Tras la última sílaba ya se percutía la descarga formal del caso. Villaseñor fue impactado en la espalda y cayó. Entre la humareda, se divisaba a Morazán, alzando muy despacio la cabeza y murmurando: "Aún estoy vivo...". Una segunda descarga dio fin al hombre, al que Martí describió como "un genio poderoso, un estratega, un orador, un verdadero estadista, quizás el único que haya producido la América Central". Con Morazán también moría el sueño de la unidad centroamericana, la de una Centroamérica unida en una sola nación.

Con el tiempo, el gobierno de José María Castro Madriz (1818-1892), fundador de la República de Costa Rica y primer Presidente en el período 1847-1849, de tendencia liberal, envió los restos de Morazán a El Salvador, cumpliendo con su testamento y uno de sus últimos deseos.

Tiempo atrás, la infancia de Bolívar iba desarrollándose, oyendo cuentos, volando barriletes, montando a caballo. También a muy temprana edad iba siendo marcado y delineado por la tragedia, hondos dolores que seguramente constituyeron la forja de esa gran sensibilidad. El padre muere cuando Bolívar tenía 3 años; a sus 9 años muere su señora madre, pasando a la tutela de su abuelo materno, quien muere al año siguiente. Bolívar, entonces, mecido en los brazos de su tiempo por una esclava nombrada la Negra Hipólita, su nodriza, a quien consideraba como una segunda madre, fue bebiendo la leche de la esclavitud, entre los brazos ajenos de quien no conocía la libertad. Tal vez de ella heredó los recuerdos sensibles y las injusticias, y meditó en ellos a la hora de tomar en cuenta el proyecto de abolición de la esclavitud. Fue esa una preocupación puntual en 1816 y luego en 1819, en el Congreso de Angostura, cuando ya andaba por los 36 años de edad.

A los escasos 22 años, bajo juramento, manifestó su compromiso con la independencia del yugo español, el 15 de agosto de 1805, en Roma, Italia. Acompañado de sus más fieles amigos, entre ellos su maestro Simón Rodríguez, dijo:

Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.

Catorce años después de ese juramento, inició la liberación de cinco naciones, entre 1819 y 1830, y otro resto sobre las bases de su influencia política y sus ideas magistrales.

En 1815, ocho años antes de que se creara la doctrina "América para los americanos", expresó desde Jamaica el mayor de sus sueños: "¡Que bello sería que el istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que un día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso...". Once años después de aquel "ojalá" de Bolívar, se instalaba su sueño, ejerciendo la osadía de convocar, en pleno desarrollo de las guerras de independencia, y con naciones recientemente liberadas y en proceso de constitución, a un congreso anfictiónico, una liga de naciones independientes, en Panamá, en 1826. El objetivo era iniciar por primera vez en la historia el preámbulo de la unidad continental, desde México hasta Argentina y Chile.

Mientras tanto, por otro lado, los Estados Unidos ya saboteaban desde antes estos ideales, adelantándose a instituir la doctrina Monroe, resumida por el presidente Monroe en su intervención del 2 de diciembre de 1823, ante el Congreso norteamericano: 1) No a la colonización europea en el Nuevo Mundo. 2) Abstención de los Estados Unidos en los asuntos políticos de Europa y 3) No a la intervención de Europa en los gobiernos del hemisferio americano.

Solo era una cortina de humo conceptual panamericanista, contrabandeada como unidad continental, bajo el ardid de que cualquier país europeo que intentara invadir algún país de América tendría que vérselas con la incipiente autonombrada "policía" del continente. En el fondo, la susodicha doctrina marcaba quizás el final del exterminio y expropiación de tierra originaria interna y el inicio externo de las políticas expansionistas del pichón imperial. Eso luego fue comprobándose con hechos injerencistas mundiales, hasta la fecha. Definiéndose, en aras de la realidad, ese antiguo debate entre lo bolivariano y el monroísmo ya ha caducado con claridad ante los roles y objetivos contradictorios entre sí: los de Bolívar, por la integración continental, y los de Monroe, por la injerencia y dominio imperial. El sueño de Bolívar, para un continente unido, y el sueño americano, para un planeta consumido.

Pronto ya tambaleaba el esfuerzo convocatorio y los objetivos del Congreso de Panamá por la desconfianza, el desinterés y las influencias de los opositores de Bolívar, que promovieron resultados negativos en el Congreso. Entre tantos otros, la conspiración de Rivadavia, de Argentina, y Santander, de Colombia, que consideraba la confederación una utopía irrealizable y anteponía la participación de los Estados Unidos, nación a la que Bolívar ya consideraba una plaga.

En fin, todos estos ideales concentrados en la anfictionía también fueron obstaculizados por las acciones diplomáticas británicas y yanquis, además de las políticas internas de naciones que no creyeron en la unidad porque establecieron como prioridades sus intereses locales y las ambiciones personales.

Muere Bolívar en 1830, dejándonos un legado de vida extraordinaria, de victorias, de poesía y amor transcontinental por los pueblos y la cultura. Nuestro Libertador, nombrado por la BBC de Londres como el americano más prominente del siglo XIX, el ser más versado y comprometido con la emancipación en ese siglo y los tiempos posteriores, de quien precisan que recorrió más que las millas marinas que (los dos juntos) Colón y el hijo de Portugal, Vasco de Gama, comandante de los primeros barcos que navegaron directamente desde Europa hasta la India, el viaje oceánico más largo realizado hasta ahora. Con solo 47 años de vida, Bolívar peleó 472 batallas, y solo fue vencido en seis oportunidades, sin haber sido herido nunca. Jamás se propuso conquistar, sino liberar, por lo que se le dio el título de Libertador, antes que el de rey. Bolívar anduvo a caballo lo que equivale a la mitad de la vuelta al planeta, unas diez veces más lejos que el recorrido de Aníbal, el general y estadista cartaginés, admirado hasta por sus enemigos. Tres veces superó Bolívar lo que cabalgó Napoleón y duplicó lo que recorrió Alejandro Magno. Se le atribuyen 92 proclamas y unas 2.632 cartas, algunas de ellas en distintos idiomas y dictadas a diferentes asistentes.

Para el recuerdo y la inmortalidad, aquello que dijo sobre Centroamérica habrá que pensarse por su visión adelantada. Tal vez casi coincidió en lo de "feliz" en tiempos del general Omar Torrijos: los estados "del Ystmo (sic) de Panamá hasta Goatemala (sic) formarán quizá una asociacion", refiriéndose a toda Centroamérica:

Esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo; estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo; ¡acaso allí podrá fijarse algun día la capital de la tierra!, como pretendió Constantino (sic) que fuese Bisancio (sic) la del antiguo hemisferio.

 

(Audio) carta a Biden, (próximo) presidente de los Estados Unidos

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos contiene, aún, un gran compromiso con la vida y la igualdad social de su pueblo y de la población mundial:

... que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios...

Letra muerta al fin, pero esos preceptos siguen estando ahí escritos como un compromiso que tienen las nuevas generaciones de estadounidenses, portadoras algún día de la conciencia más sublime que haya existido en este planeta, a pesar de que tales derechos hayan sido violados inmoralmente, hasta la torpeza. Llama la atención que después de Martin Luther King y Jesse Jackson, en Estados Unidos nunca más han aparecido personalidades honestas y universales, entregadas a la defensa de la paz y contra las terribles injusticias agendadas como proyecto fatal en este mundo. De los 330 millones de personas y poco más que habitan en ese país, sobran los dedos de las manos para contar los seres amorosos universales, incluyendo a aquellos que hayan globalizado su sistema y su democracia mediática, quienes hubiesen dedicado su existencia toda a la defensa de la vida, la soberanía territorial, la justicia social y la autodeterminación de los pueblos.

No es así Latinoamérica como ejemplo, que desde antes de los Estados Unidos destacaba permanentemente con numerosos hombres y mujeres, héroes y heroínas. Con músicos, intelectuales, científicos, políticos, poetas y artistas en general, que han sobresalido, incursos en la más bella expresión de la palabra Latinoamérica. Tierra abrigada con una identidad honesta y comprometida con los sueños de transformación hasta que llegaron los Estados Unidos a refundar sobre los huesos y cadáveres de los originarios. Vinieron a comprar y revender y se iniciaron en las muertes de presidentes, estadistas, políticos claros y profundos en constante lucha por la emancipación. Hicieron surgir, además, al amparo de su política exterior, dictadores, fascistas, planes Cóndor y vendepatrias judiciales y de todas las calañas, a granel.

No sé si usted, señor Biden, estará al tanto de saber y, sobre todo, recordar, que en los Estados Unidos sobreviven 40 millones de personas, a esta hora, por debajo del estimado oficial de la pobreza; que fueron más de 38 mil los muertos por armas de fuego en 2019, según resultados de la investigación de Gun Violence Archive; que 143 mil personas están en prisión en este momento; que para el 2016 los consumidores de cocaína, heroína, marihuana y metanfetaminas en Estados Unidos gastaron unos 150 mil millones de dólares, casi tanto como lo que gasta la población en cerveza y bebidas contentivas de alcohol, según conclusiones publicadas en su patio.

Siguiendo el informe, elaborado para la firma investigadora Rand Corporation, la cifra estimada de usuarios de cocaína en Estados Unidos era de 3,8 millones de consumidores habituales en 2006; de heroína, 1,6 millones de usuarios crónicos, igual en 2006, hasta alcanzar la cifra de 2,3 millones en 2016. Y el número de usuarios de metanfetaminas se calcula que ha subido a 3,2 millones de personas en 2016.

Pero el mayor crecimiento ha sido en relación con el consumo de marihuana, al pasar de los 14,2 millones en 2006 a 22,8 millones diez años más tarde, en 2016. Y la crisis de opioides en EE. UU. marcó además una gran alarma de muertes: 72 mil en 2017. Es pertinente decir que todos estos seres también venían con el derecho constitucional a crecer con un gran corazón, un respetado sentimiento y un sueño por amor a sus respectivas oportunidades y a su país. Pero fue truncado por la gran estafa que se les dio por seguir llamando plagiadamente el "sueño americano".

Ya que para 1931, el historiador James Truslow Adams lo definió con más altura: "La vida debería ser mejor y más rica y llena para todas las personas, con una oportunidad para todo el mundo, según su habilidad o su trabajo, independientemente de su clase social o las circunstancias de donde proviene".

"De cada cual, según su capacidad, a cada cual, según sus necesidades", es una frase de Karl Marx, una síntesis que define los principios de una sociedad socialista o comunista. El filósofo y ensayista José Ortega y Gasset escribió: "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo". No es difícil percatarse de la influencia que estos pensadores tuvieron en la definición original del "sueño americano". Lejos, muy lejos de la realidad, de lo que sucede ahora, como oportunidad honesta, en la sociedad de los Estados Unidos.

¿Sabe usted, señor Biden, que el imperialismo se refiere al expansionismo, característica en gran parte de la historia contemporánea de los Estados Unidos?

El costo: 30 millones de personas muertas a partir de ese expansionismo estadounidense, desde la Segunda Guerra Mundial, por la invasión a un aproximado de 90 países, sin incluir la masiva injerencia en las soberanías de los pueblos.

¿Está al tanto usted de que, a pesar del hambre que pasa gran parte de su pueblo, en la actualidad los Estados Unidos mantienen una red mundial de aproximadamente mil bases e instalaciones militares con presencia militar masiva, que incorporando a otros países de la OTAN como Francia y el Reino Unido —que tienen otros 200 centros militares—, completan la red global de control militar mundial? Esto se ha convertido en la infraestructura criminal más adecuada para declararle la guerra imperialista a medio mundo, pues suman alrededor de 300 intervenciones e invasiones militares distribuidas según sus intereses, a lo largo y ancho del globo terrestre. ¿Sabe también que en este mismo momento se ejecutan operaciones militares imperialistas en 12 países, imponiéndose como líder en venta de armas mundialmente, con una cartera de clientes en 98 países, el 59% del mercado mundial, con 246 mil millones de dólares, de los 450 mil millones de dólares que se vendieron en armas, en el 2019?

El sufrimiento humano de esta política de porte de arma libre en su territorio ha causado 2 millones 436 mil 351 personas muertas en conflictos armados desde 1989, según el Programa de Datos sobre Conflictos de Upsala.

Se observa además, desde 2017, un drástico aumento de muertes violentas en el mundo, con un aproximado de 589 mil personas, que perdieron la vida de forma criminal.

En fin, le toca, señor Biden, no olvidar semejante infortunio y rescatar a los Estados Unidos y, en consecuencia, al mundo de la apropiación indebida que hizo el Banco Privado de la Reserva Federal desde 1913. Esto se ha evidenciado ya en sus monopolios y barcos petroleros; en las trasnacionales mercantiles de la salud, frente a las enfermedades y sus curaciones; en los fracasos y aciertos del mundo del dinero; en la hambruna frente a la comida gourmet y la alcurnia; en las recesiones, la mendicidad, y en las decisiones aberrantes en contra del derecho a vivir autodeterminadamente como pueblos, bajo el cielo respetivo sectorizado, pero controlado por el GPS; y en la violación transcultural de cada autonomía y soberanía territorial, en cada pueblo que así lo decida.

Recordemos la arrogancia e insensibilidad del binomio banco-petroleras; sus edecanes hilados que hilan el financiamiento de las guerras: McDonnell Douglas, Boeing, General Dynamics, Lockeed Martin; los autoatentados en las Torres Gemelas y los atentados globales en Madrid y Londres. Hacen el negocio de las armas, comunes y de destrucción masiva, a quién da más, al mejor postor, sin preguntar para qué ni contra quién. Asesinan Presidentes: Kennedy, Omar Torrijos, Chávez, Jaime Roldós, Allende...

El poder trasnacional económico monopoliza la verdad y la mentira al haberse adueñado de todo lo que implique comunicación subliminal, comunicación para desviar entuertos, comunicación para torcer la opinión mundial y de clase, sea vendiendo un producto, sea masificando una opinión a través de una película o comiquita, cómics que ridiculizan valores, culturas y animalizan lo cotidiano con fines políticos, tipo el "sueño americano". O, en su defecto, comentaristas o periodistas palangristas, al servicio de sus monopolios: Fox, The New York Times, CNN, BBC, The Washington Post, The Wall Street Journal, NBC y sardinitas. Han infiltrado los sistemas judiciales de países diversos, a fin de presionar sentencias amañadas a personalidades o políticos contrarios a los intereses de la reserva federal: Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Correa en Ecuador, Cristina Kirchner en Argentina; en fin, poner o quitar presidentes.

Son copropietarios de la NASA, la CIA, el Pentágono, BIS (Banco de Pagos Internacionales, también abreviado BPI, en Suiza), FMI y el Banco Mundial. Tienen voz y voto de privilegio en la Organización de las Naciones Unidas y permisividad a la operatividad de los carteles de la droga y el contrabando de armas. Son los intocables por ley, ya que, a fin de cuentas, también las han aprobado o vetado. Los suprarricos invisibles, tras bastidores, casi adueñados del planeta y la forma y modo de caminar. Los presidentes del mundo en su mayoría son sus secretarios especialmente el Presidente de los Estados Unidos.

Llamemos al escenario a las familias hartas e hinchadas del capital de la ignominia: familia Lehman Brothers de Estados Unidos; familia Warburg de Alemania; familia Morgan de Inglaterra; familia Rothschild de Israel, Inglaterra y Berlín; familia Rockefeller de Estados Unidos e Israel; familia Lazard de Francia; familia Moisés Israel Seif de Italia; familia Kuhn Loeb de Alemania y Estados Unidos; familia Goldman Sachs de Estados Unidos. Para estos compinches de fortunas incalculables, que también son dueños de las imprentas, sobre todo Rothschild y Rockefeller, que reproducen los trillones de dólares con que inundan cada vez que se les ocurre mover la ruleta de la miseria humana al mundo alienado; para esta secta de megabóvedas, que no les alcanza la eternidad para malgastar sus ríos permanentes de capital, que dejan como indigentes la lista de millonarios de la revista Forbes, nada está por sobre su poder, ni presidente, ni ejército ni país. A pesar de saber y ser la causa de los 820 millones de seres —24 mil diariamente— que son sacados de este mundo sin afecto y sin haber comido por no tener como acceder a un pedazo de arepa, de pan salado o al menos a un grano de maíz, en la acepción que le dio el poeta José Martí.

Este club inmoral de ampuloso crimen capital es la costra, la llaga, el que decide a quién matar, a qué país bloquear, invadir o tomar como franquicia, a qué gobierno destronar o hacerle la vida imposible, qué virus distribuir, qué medicamento acaparar para que no cese el mal, qué alimento contaminar o producir transgénicamente, qué semilla vender. Y como inquisidores, se permiten vapulear por los medios a quien se le ponga en contra, definiéndolos como herejes o terroristas. Asumen el papel de Dios, llamándolo dinero, y deciden estar por encima de los presidentes que ellos mismos han propuesto y elegido. Se pavonean como socios Bilderberg, dominantes de la central de bancos del planeta y del control masivo de los medios de comunicación para la dirección central del mundo y la limpieza de todo aquello que se entrometa en su camino acaudalado. Y, sobre todo, odio y violencia por todo aquello que merodee e intime con lo que alternativamente se acerque a la visión de otro mundo.

Tal vez, en usted, Presidente, esté sacar a los Estados Unidos de este proyecto de pesadilla vitalicia, de este cáncer y esta roncha pegada al cuerpo espiritual del pueblo estadounidense, en donde han entrampado a su país los dones de la egolatría privilegiada de la clase bélica-económica superior. En usted está remozar la espiritualidad del ser estadounidense y regresarle la nación y la unidad a la gente, al pueblo de los Estados Unidos.

Tal vez, en usted, presidente Biden, esté también la primera oportunidad a favor de lo humano de su país, que ha estado con una pierna en el cuello casi durante toda la historia de los Estados Unidos para el beneficio de vampiros y succionadores de dinero y de pueblos.

Usted tendrá la preciosa posibilidad de redimir lo mejor del ser humano y lo americano colectivo de su gente y el continente.

En usted está la oportunidad de ser reelegido y poder pasearse por los pueblos de este mundo sin que ultrajen su bandera. Siempre y cuando, llegue a crear las condiciones que permitan la participación protagónica y verdaderamente democrática de su pueblo en las decisiones políticas, económicas y sociales internas y exteriores de los Estados Unidos. Sería el adalid de la defensa del mundo y, por ende, de su pueblo. Y eso no es ideología, sino sabiduría ancestral a la cual le deben tanto.

Amor por la vida y respeto por esta empobrecida humanidad y esta tierra sagrada incendiada hasta la sed fatal, que pugna por encima del dinero y sus violentas consecuencias.

Habrá que creer en lo posible que vence lo imposible, eso de liberar al "sueño americano" que soñó, escribió y por el que luchó Bolívar, y del que fue plagiado y desvirtuado con ultraje, alienación y desviación agendada. Liberar para la unidad y la autodeterminación de los pueblos la genial idea bolivariana, devolviéndole así el objetivo: la dignidad y belleza original.

Ojalá no sea otro torpe Clinton, un Bush más, un Obama indigno de la africanía, una miseria de gente hecho Trump enredado en lo insensible, cosido y bailado a los hilos Bilderberg de secuestradas marionetas.

Hace falta ser útil. Ojalá no pierda en la cima de la inhumanidad su vida obedeciendo al descaro de la prepotencia, a la plusvalía enajenante de su pueblo. No le produzca más pobreza y muerte a su gente ejercitando guerras como quien caza búfalos de la inocencia para continuar el exterminio, por oro y vacío interior, contra su propia vida.

Dijo Seattle, el originario: "Mis palabras son como las estrellas: no tienen ocaso". Dijo Morazán: "La grandeza de una patria no se mide por la extensión de su territorio, sino por la dignidad y honor de sus hijos". Y enunció también, para siempre, Bolívar, y seguramente para calar en su conciencia, señor Biden: "Hay sentimientos que no se pueden contener en el pecho de un amante de la patria".

Aló... Hola... Aló, aló, aló, Presidente…

 

Carlos Angulo 

 

1De esta carta seguramente tomó ideas Calle 13, sin siquiera citar algo, continuando la indefensión e impunidad total.


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