El despojo comenzó con un tal Schomburgk

Constató la riqueza en el territorio Esequibo y convenció a los británicos del arrebato

Fue un botánico, geógrafo y negociante dedicado a la piratería.

 

“Fue Schomburgk quien les dijo a los británicos que allí había un enorme territorio y que se lo podían apropiar porque los venezolanos no eran gente civilizada

 

30/11/23.- El despojo del territorio esequibo por parte de Gran Bretaña es una nutrida colección de trampas y arbitrariedades, entre las cuales la más notoria es el Laudo de París de 1899. Pero ciertos eventos anteriores no son menos vandálicos. En esa antología de los desafueros ocupa numerosas páginas el explorador Robert  Hermann  Schomburgk.

Nacido en 1804 en Friburgo (hoy parte de Alemania, en ese entonces, de Prusia), este hombre se ocupó de “delimitar”, a su buen saber y entender, los territorios de Venezuela y la Guayana Británica y lo hizo “tirando unas líneas” que han servido para darle supuesta base jurídica a la terrofagia de la potencia europea.

La vida de Schomburgk se sitúa a medio camino entre la botánica, la geografía, los negocios y la piratería. Muy joven, en 1828, fue encargado de llevar a Virginia un lote de ovejas desde Sajonia. Se quedó en ese lugar de Estados Unidos, probando suerte con una plantación de tabaco que no prosperó. Se trasladó a Saint Thomas, en el Caribe, donde sufrió grandes pérdidas debido a un incendio.

En 1830 empezó sus actividades como explorador geográfico en Anegada (Islas Vírgenes) y remitió el resultado a la Sociedad Real Geográfica de Londres. Ese trabajo impresionó a los ingleses, a tal punto que en 1835 se le comisionó para explorar la Guayana Británica, al frente de un equipo de aventureros.

Sus biógrafos anotan acá su primer logro como botánico, el registro de un nenúfar gigante de la selva guayanesa, con hojas circulares de cerca de un metro de diámetro, a la que se bautizó, en 1837 como Victoria Regia, en honor de la monarca, en el año de su ascenso al trono.

Hasta allí, la labor de Schomburgk no había tenido nada que ver con Venezuela, pero, como la exploración comprobó las inmensas riquezas que guardaba el territorio, a muchos en Londres se les hincharon las agallas y le pidieron al prusiano que trazara unas fronteras. Para ello vino en un segundo viaje, acompañado por su hermano Ricardo. Fue entonces, hacia 1840, cuando comenzó a hablarse de la Línea Schomburgk, que dio inicio formal al conflicto entre Caracas y Londres sobre un amplísimo territorio, perteneciente a Venezuela, según el principio ampliamente aceptado del uti posidetti iuris, pero que el trazado del enviado británico le adjudicó arbitrariamente a la colonia británica.

 

Esa primera línea sería apenas una avanzada de los británicos, que aspiraban a mucho más. Schomburgk siguió complaciendo a sus jefes, produciendo otras líneas, cada vez con más tierras apropiadas del al oeste del río Esequibo, cuya margen oriental es la verdadera frontera. Adicionalmente, Schomburgk lanzó otras líneas para delimitar unilateralmente la frontera con Guayana Holandesa (actual Surinam) y hasta con Brasil. El hombre no se andaba por las ramas.

Según el embajador Samuel Moncada, agente venezolano ante la Corte Internacional de Justicia en el contencioso promovido por Guyana, tal parece que Schomburgk no se limitó a obedecer órdenes de Londres, sino, que por lo contrario, instigó a las autoridades británicas a apropiarse de más y más territorio.

“Yo pensé siempre que los británicos le habían pedido a Schomburgk que agrandara la línea porque tenían ambiciones sobre el territorio venezolano, pero parece que fue al revés: fue Schomburgk quien les dijo a los británicos que allí había un enorme territorio y que se lo podían quitar a Venezuela. Argumentaba que los venezolanos no eran gente civilizada y, por eso, sería fácil despojarlos. Su criterio no era científico, como han querido hacer ver, sino político. Él decía que Gran Bretaña podía apoderarse de ese territorio porque tenía la fuerza y el poder para hacerlo. Los británicos le dijeron “¡Dale, traza la línea!”, y por eso es que en la segunda línea llega más o menos al territorio que nos quitaron luego con el Laudo de París. Esa línea no vale nada, es unilateral, es arbitraria, no fue fruto de una negociación entre las partes. Su valor es cero”.

Con esa línea, Schomburgk le echó mano a 141 mil 930 kilómetros cuadrados del territorio esequibo.

Sus fraudulentas líneas sirvieron de origen al despojo del territorio venezolano.

 

Por supuesto que dada la trascendencia del servicio prestado a la corona, cuando volvió a Inglaterra fue nombrado caballero por la reina Victoria. Ese nuevo título honorífico lo llevó a agregarle la k final a su apellido, que antes terminaba en la letra g (por knight, caballero en inglés). Además de esa distinción, le otorgaron varios cargos diplomáticos a lo largo de su vida, en Barbados, Santo Domingo y Bangkok.

Schomburgk dejó plasmadas sus exploraciones y sus írritas delimitaciones en las obras Descripción de la Guyana británica (1840), Vistas del interior de Guayana (1840), Historia natural de los peces de Guayana (1843), Historia de Barbados (1848), El descubrimiento del Imperio de la Guayana por Sir Walter Raleigh (1848).

Murió en una localidad cerca de Berlín, en 1865. Y, como si de un fantasma se tratase, aún después de fallecido, Schomburgk siguió siendo el argumento fundamental de Gran Bretaña en sus triquiñuelas para apoderarse cada vez de una mayor porción de tierras venezolanas. Así, en 1887, 22 años después de su muerte, se da a conocer una presunta Tercera Línea Schomburgk, que se tragaba 167 mil 830 kilómetros para el imperio británico, incluyendo parte del estado Bolívar, lo que les otorgaba control de los tramos finales del río Orinoco hasta su desembocadura.

“Esas líneas Schomburgk no eran de él, porque ya estaba muerto. Quisieron apoderarse de territorios donde se había descubierto riquezas mineras”, dice Moncada, subrayando otra de las históricas características de la clase dominante británica: su incontenible apetito por el oro ajeno.


La ladina diplomacia inglesa

Gran Bretaña practicó con Schomburgk un juego muy astuto: lo dejó correr en sus delimitaciones unilaterales; le permitió incluso que colocara supuestos hitos fronterizos con el emblema de la reina Victoria en zonas tan adentro del territorio venezolano como Punta Barima; y cuando Venezuela protestó formalmente, la Foreing Oficce aseguró que se trataba de “un límite tentativo, sujeto a negociaciones posteriores”.

Para calmar a los funcionarios venezolanos, el ministro de Exterior, Lord Aberdeen prometió oficialmente que esos hitos serían desmontados

Incluso, los primeros trazos de Schomburgk, que “apenas” si le birlaban a Venezuela unos 4 mil 920 kilómetros cuadrados (la región de Pomerún y Moruca), fueron desautorizados por Londres, calificándolos como erróneos. Pero años más tarde, cuando el prusiano avanzó con su segundo mapa, en el que el imperio británico se apropiaba de 142 mil kilómetros cuadrados (hasta llegar a los pies del tepuy Roraima), la cancillería británica se apoyó en ese documento para anclar su máxima aspiración.

Se valieron de Schomburgk incluso falsificando su tercera línea, con la que pretendieron robarse una de las regiones auríferas más ricas del país, la de El Callao. Las líneas  fueron utilizadas en el írrito Laudo de París de 1899 y aún hoy son invocadas por Guyana en su conflicto heredado con Venezuela.

CLODOVALDO HERNÁNDEZ / CIUDAD CCS

 


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