Caraqueñidad | 29 de noviembre de 2023: cumpleaños 242 de Andrés Bello

Día del Escritor, en honor al adaptador de la palabra "totona"

04/12/2023.- Hace 242 años nació en Caracas el inteligente adaptador de una de las palabras que, sin duda, más paladares ha empalagado, saciado y agradado. A pesar de que un influencer negacionista publicó un video de desmentido, don Andrés Bello bautizó a uno de sus dulces preferidos con el suspicaz sustantivo "totona". Palabra que evidentemente no inventó, pero le dio un interesante significado y sentido de uso… En su honor —del sabio, no del postre—, el 29 de noviembre es el Día del Escritor Venezolano. Felicidades a todos los que se dedican a tan fino arte. Y como es un cuento, te lo cuento...

El caraqueño, nacido el 29 de noviembre de 1781, según dicen, fue un empedernido comedor de dulces. Su preferido, de acuerdo con el investigador José Agustín Catalá, era uno a base de pulpa de naranja, toronja y nata que, al enfriarse, se cuajaba con irresistible textura, entre gelatinosa y carnosa; manjar nacido de la inventiva de una joven dama holandesa, de llamativos ojazos verdes, llamada Mathilde, quien, por excesivamente llamativa, fue pretendida y lograda por la agitada libido del ilustre sabio. El desconocido influencer niega que el intelectual criollo tuviese un atormentado corazón, como si esa vaina fuera un pecado mortal o le restara méritos y conocimientos al autor de Silva a la agricultura (no en vano, alusivo a la siembra, ja, ja, ja). Algunas versiones aseguran que, para proteger su matrimonio, sin renunciar a su furtiva infidelidad, Bello inventó una especie de clave o moderno password: al llegar cansado de una faena, pasaba a la cocina donde laboraba la hermosa criada de los Países —e instintos— Bajos, y le decía: "Quiero totona", como una insustituible y muy necesaria orden culinaria, porque de eso se trataba. Para todo el entorno, aquella petición era una confesión de antojo del embriagante postre. Para él y su rubia amante, se trataba de eso, de aquello, de lo suyo, de su intimidad… que, por modismo de nuestra caraqueñidad, pasó a ser sinónimo de vagina, con significado de peligroso, pero tentador postre que, a través de la historia, de su historia, ha requerido de una serie de recetas, inversiones, recomendaciones, compromisos, promesas y permisologías, de acuerdo con las normas de la sociedad, con las intenciones, con el estado civil y con la edad de los comensales… y que, a pesar de su comprobada etimología venezolana, ha generado y acabado vidas, ha causado llantos y sonrisas, y se ha mostrado como una fortaleza —o una debilidad— para consolidar —o destrozar— hogares y familias de todo el mundo, según la acera por donde se transite.

Bien, en honor a tan destacado personaje, todos los 29 de noviembre, Venezuela reconoce a los escritores en su día, así como le da relevancia, ya no solo en este mes, sino en distintas épocas del año, al producto del intelecto de cada escritor: el libro.

Por ello, basados en una crónica nuestra, de hace unos tres o cuatro años, brindamos estas líneas a todos los escritores, a don Andrés Bello y, sobre todo, a tan deliciosa palabra, de enigmático y, a la vez, práctico significado…

 

El libro siempre importó

Caracas reconoce la importancia del libro como parte indisoluble de la evolución cultural, social y educativa, por lo que, históricamente, lo ha honrado con su siembra y su cultivo a través de hechos informales y de tradición, hasta que, más adelante, con apoyo institucional y gubernamental, se impulsó la creación de bibliotecas, la realización de ferias y ciertos esfuerzos independientes que dieron origen a las peñas literarias.

La historia registra que los primeros esfuerzos organizados para encausar el apego de la ciudadanía por el libro y por la lectura datan de finales del siglo XIX, con las primeras ferias del libro en Venezuela, aunque, por supuesto, hay antecedentes aislados.

Está registrado que durante la Colonia y los días iniciales de la fase de República, no se dieron manifestaciones organizativas de eventos masivos para el realce del libro; no obstante, el libro no masificado (no oficial) tuvo determinante importancia en la formación de aquellos patrones culturales.

 

Préstamos, remates y testamentos

Los testamentos representaban un inventario literario y de obras artísticas que, una vez heredados, subastados, vendidos o donados, eran un aporte al crecimiento cultural de aquellos ciudadanos, de todos los estratos sociales, que adquirían esos bienes "culturosos".

Algunos estudios revelan que se leía desde temas prohibidos por los intereses del Imperio español y por la Iglesia hasta los grandes clásicos y autores del siglo de oro español, así como temas teológicos, de arte y de asuntos legales, que en aquella Venezuela de los siglos XVII y XVIII provenían de unos 2.300 autores foráneos.

Una de las maneras de garantizar la democratización y el acceso a la lectura fue la modalidad de los préstamos, donaciones y hasta el reparto de copias manuscritas, como lo hacían los profesores de la Universidad de Caracas.

En cuanto a la modalidad del remate público literario, la primera experiencia quedó registrada en El Tocuyo en 1653, cuando se subastó por un peso el título Marcos de Obregón, de Vicente Espinel; por dos pesos Arte, de Nebrija, y por tres pesos las Epístolas, de San Jerónimo, así como Vocabulario, por seis pesos y medio.

 

Guzmán Blanco, un gran editor

Es en la época dura de Guzmán Blanco, entre los años 1870 y 1888, cuando toma auge la impresión de gran cantidad de libros, aunque muchos de carácter oficial, debido a su interés por promocionar todo lo relacionado con la gestión gubernamental; no obstante, también se imprimieron obras literarias, a causa de la afición por la lectura que caracterizó al notable venezolano.

Más adelante, en el marco del natalicio del Libertador (1883), las autoridades caraqueñas asumieron la Exposición Nacional del Libro entre el 2 de agosto y el 4 de septiembre. Fue un mes para promover la historia y sus valores a través de la lectura y otras actividades culturales, apostando a la modernidad y el progreso.

El evento, que impactó a más de 60 mil ciudadanos, sirvió para promocionar y regalar libros, revistas, panfletos y periódicos de la época. Algo similar hizo Eleazar López Contreras, pero en el marco del natalicio de don Andrés Bello, del 29 de noviembre al 17 de diciembre de 1939, cuando organizaron la primera Gran Exposición del Libro Venezolano.

 

Algunos eventos modernos

Pero es a partir de 1967 cuando la Cámara del Libro, una asociación civil sin fines de lucro, asume diversidad de actividades, todas con la intención de estimular la industria en general —que involucra desde el librero, el autor, el editor, bibliotecólogos y archivólogos, las casas distribuidoras hasta el público—, para, en una especie de gran simbiosis, apuntar al ganar-ganar cultural con el libro y la lectura, como excusa y como vehículo para el crecimiento intelectual del país.

Estos son eventos multidisciplinarios de carácter netamente cultural que han conseguido éxito gracias a las alianzas entre organizadores, entes privados y gubernamentales, así como ONG.

Desde 1998 se dio, de manera anual e ininterrumpida, la Feria Internacional del Libro, de la Universidad de Carabobo; de igual manera, es reconocida la Feria del Libro Universitario de Mérida, que ya alcanza más de veinte ediciones en la Universidad de Los Andes.

La Universidad Metropolitana montó en 2007 y 2008 el Salón del Libro. Desde 2009 se realiza la Feria de la Lectura de Chacao en la plaza Francia. A partir de 2010 se organiza la Feria del Libro de Baruta en la plaza Alfredo Sadel, de Las Mercedes. Y la Feria de la Lectura de Sucre data de 2011, y se monta en la plaza Miranda de Los Dos Caminos.

La Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven), una iniciativa del Estado venezolano instaurada desde 2005, se ha convertido en la tutora de la actividad, con el éxito y la resonancia consabidos, abierta a autores nacionales y foráneos, en lo que significa una verdadera fiesta internacional de la cultura del libro y la lectura que aún se mantiene.

 

Hubo una vez la FIL Caracas

Siempre, con el ánimo de aportar, la acuciosa amiga y mujer de letras, Yineska Barreto, nos insta a agregar, al texto original, lo siguiente: Fundalibro organizaba en Caracas, mucho antes de la Filven, la Feria Internacional del Libro (FIL-Caracas). La primera fue en 1992, dedicada a los países del Caribe. La segunda se realizó del 14 al 21 de noviembre de 1993. La tercera, del 11 al 20 de noviembre de 1994, dedicada a los países bolivarianos. La cuarta, del 4 al 12 de noviembre de 1995. La quinta, del 9 al 17 de noviembre de 1996. El país invitado de honor fue Brasil y el tema central fue el diseño gráfico. La sexta, del 7 al 16 de noviembre de 1997. El país invitado fue México. La séptima, del 7 al 14 de noviembre de 1998. Y la octava en 1999. Todas en noviembre, para que no coincidieran con otras ferias similares de gran trascendencia. "Terminando la Feria de Caracas, muchos libreros y editores importantes venían a hacer ruedas de negocios con otros libreros, distribuidores, editoriales y bibliotecas, y de acá partían a la magna Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México", indica Yineska.

 

Librerías, libreros y peñas

La tradición del libro en Caracas se mantuvo gracias a libreros, librerías y peñas, que generaron espacios para la discusión permanente a partir de la lectura. Ya no existen las visitas a domicilio del desaparecido Círculo de Lectores, pero en la memoria quedan los nombres de libreros famosos como don Jonás Castellanos, quien hasta hace poco llevaba en el pasaje Humboldt su librería Mundial, nacida en Santa Capilla. O Walter Rodríguez, de la Cámara del Libro. Emblemáticas fueron La Gran Pulpería del Libro; Lectura, de Chacaíto; Única, Cruz del Sur, Suma y Tecni-Ciencias y Nuevo Mundo, de Sabana Grande; Labroria y Alejandría, de Las Mercedes. También han aportado los libreros de la UCV y de la avenida Fuerzas Armadas, así como las peñas literarias, entre las que destacó la República del Este y su rica historia intelectual. Qué viva el libro, los escritores, don Andrés Bello, Mathilde y el cuento sobre la totona. ¡Vaina pa buena!

 

Luis Martín


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