Vitrina de nimiedades | Aprender en el torbellino del tutorial

Nos están rompiendo los esquemas en nuestra relación con el conocimiento

Cuando un manual de instrucción o las explicaciones verbales no son suficientes, los tutoriales son un salvavidas hecho video. ¿Cómo se corta una cebolla en julianas? ¿Cómo destapar una cañería sin llamar al plomero? ¿Cuál es la mejor forma de cambiar un pañal? No hacen falta abuelas sabias o amigos mágicos: estas y muchas otras preguntas se resuelven con Google y una buena conexión a internet.

La verdad, hoy podemos enfrentar las cosas más cotidianas con videos cortos al punto de hacerlos tendencia. Basta pararse en el buscador y colocar “Tutorial” para que la opción de autocompletado arroje las búsquedas más comunes asociadas al término. En este caso, se le vinculan estas palabras: maquillaje, Excel y cejas. ¿Quién imaginaría que las angustias digitales más grandes son la belleza y unas benditas celdas que, a veces, parecen poseídas por el demonio?

Pero, por suerte, el mundo de esos videos explicativos es mucho más grande y diverso: se puede aprender a dibujar, resolver un cubo Rubik sin sufrir, lavar la ropa a mano, doblarla, ganar un videojuego, hablar un idioma, organizar la nevera, freír plátanos sin quemarlos, resolver operaciones matemáticas, aprender a manejar en retroceso y encarar cualquier tema para el que la vida no nos preparó lo suficiente.

Por un momento, sentimos que el patrimonio del conocimiento está ahí, a libre demanda, cuando la duda o la urgencia nos agarra. No es necesario tener buena memoria para saber lo fundamental: siempre habrá alguien que nos dirá cómo hacer las cosas o nos dará el truco para perfeccionar nuestra técnica. Incluso, está quien se anticipa a lo que deseamos saber.

Aunque hoy luce como un asunto tan normal, esos videos nos están rompiendo los esquemas en nuestra relación con el conocimiento. ¿Solo nos interesa su valor como instrumento de la cotidianidad? ¿Es posible que el saber pueda convertirse en una píldora de fácil digestión sin provocar otras consecuencias? ¿Qué impacto tiene en las estructuras formales educativas, más allá de incorporar esta herramienta en la práctica docente? De este ingente cúmulo de datos, ¿qué terminamos internalizando en nuestras vidas?

Esas preguntas no pretenden otra cosa que plantear, por un momento, la necesidad de entender cómo está cambiando nuestra relación con el acto de aprender. Bibliografía y alertas al respecto abundan, pero hay una transformación mucho más profunda operando en nosotros. Tenemos que “ver para aprender” en un mundo donde la noción de “experto” está tomando otra dimensión, donde se vuelve accesible (y visible) para aquellos seres deseosos de conocer.

Esa transformación también toca otro asunto que pretende enseñarse con tutoriales, pero no se aprende tan fácilmente: el acto de pensar. ¿Cómo construirse un criterio en estos tiempos, cuando el saber se fragmenta, la información sobreabunda y estamos en el ojo del huracán de la transformación? ¿Cuántas veces nos detenemos a dudar de esa explicación aparentemente sencilla que se recoge en un tutorial? ¿Cómo comprobamos si alguien verdaderamente sabe de lo que nos habla? 

El hecho educativo es tan denso como interesante. Lamentablemente, aún no es el protagonista de una discusión abierta, honesta e incluyente que ponga en perspectiva los retos del presente y del futuro. Mientras llega esa discusión libre de burocracia y llena de sinceridad (quizás nos llegue el tutorial primero), nos enfrentamos al conocimiento en un mundo donde se diluyen los referentes.

 

Rosa E. Pellegrino


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