Milei: ¿loco de atar o invento genial del sistema?

Se autodefine como libertario, anarcocapitalista y paleoliberal.

 

 

Con su locura real o fingida, Milei ha llegado a la Presidencia diciendo la verdad y, a la vez, engañando al electorado.

14/12/23.- Si no es loco, vive al lado, interpreta muy bien el papel de alguien que no está en sus cabales. Pero muchos analistas de la política local argentina y de la política global, prefieren pensar que, chiflado o cuerdo, Javier Milei es el más reciente invento del poder hegemónico, pero decadente, de Estados Unidos y sus socios: un artefacto que permite imponer gobiernos antipopulares gracias al voto popular… ¿Una cosa loca, no?

De hecho, la victoria de Milei en la segunda vuelta de las presidenciales, frente al peronista Sergio Massa (que había ganado la primera) pone más en tela de juicio la salud mental de los votantes que la del votado. Pero, partiendo del principio de que las decisiones mayoritarias son sagradas, es mejor no hurgar demasiado en esa roncha. 

Al tratar de describir a Milei, porteño de 53 años (cumplidos el día de la primera vuelta, 22 de octubre), no es exagerado afirmar que es un antilíder: no ha tenido una larga carrera como dirigente; carece de carisma (más bien, se muestra muy repelente); y su planteamiento conceptual es un batiburrillo de ideas políticas, económicas, religiosas y hasta esotéricas que le cuadraban muy bien al personaje mediático que era antes, pero resulta de temer en un jefe de Estado.

Revisando sus intervenciones públicas a lo largo de los últimos años, se pueden desagregar algunos de los tóxicos componentes de esa mezcla: se autodefine como libertario, anarcocapitalista y paleoliberal; también dice ser aspirante a profesar la religión judía, accediendo a ella por la rama del noajismo (Hijos de Noé). Los adversarios y algunos comentaristas neutrales lo consideran ultraderechista, populista de derecha, supremacista blanco y hasta neonazi.

Para completar un retrato a grandes trazos, es creyente del espiritismo, al punto de haberse valido de mediums para contactar con el alma de su perro, Conan, muerto hace seis años. También ha recibido —desde el más allá— mensajes de algunos de sus economistas más admirados, ya fallecidos, para guiarlo en su estrategia gubernamental.

Los argentinos ya se están enfrentando al paquete neoliberal que prometió...al mandatario le espera conflictividad en las calles.

 

La historia alrededor del finado can es uno de los más sólidos sustentos de quienes sostienen la tesis de que el nuevo presidente argentino está de atar. Según lo que ha contado —muy en serio—, Conan y él se cruzaron por primera vez en una de sus vidas pasadas, hace dos milenios, cuando el perro pertenecía a la jauría del Coliseo romano y Milei era un gladiador. Se supone que debieron enfrentarse a muerte, pero, por lo contrario, se hicieron aliados para toda la eternidad.

Según la biografía no autorizada de Milei, escrita por el periodista Juan González, escuetamente titulada El loco, el ahora primer mandatario se gastó 50 mil dólares para clonar a Conan y por eso tiene cuatro copias del animal original: Milton, Robert, Lucas y Murray.

En los nombres de los clones se entremezcla su devoción perruna con su ideario económico ultraneoliberal: los bautizó así en tributo de los economistas Milton Friedman, Robert Lucas y Murray Rothbard, todos adalides del monetarismo radical y doctrinas afines.  

Quien crea que se trata de una rareza inofensiva, tenga en cuenta que Milei ordenó modificar el bastón de mando de la Presidencia (uno de los símbolos del poder ejecutivo federal argentino), para ponerle en la empuñadura, en lugar del escudo nacional, las caras de sus perros.

El repertorio de excentricidades y extravagancias de Milei es muy amplio. Incluye una misoginia rampante; declaraciones a favor de la venta de órganos; apoyo al uso libre de armas; enemistad con su padre y su madre; y una relación muy estrecha con su hermana Karina, a la que designó secretaria de la Presidencia, tras derogar una norma que impedía ese tipo de nombramientos. Como Milei no es casado (aunque mantiene una comentada relación con la actriz e imitadora Fátima Flórez), Karina va a ser, en la práctica, la primera dama.

Todos esos rasgos de locura no impidieron que los argentinos lo eligieran presidente. Antes bien, su carácter díscolo, su insultante discurso supuestamente contra todos los políticos tradicionales, le dieron el impulso final hacia la Casa Rosada. Pero cada día aumenta la sospecha de que ese personaje a simple vista desquiciado ha servido de distracción para que la derecha mundial y argentina alcance su objetivo de imponer un ajuste económico que, una vez más, pondrá a las masas empobrecidas a pagar la deuda que fue contraída (y los fondos saqueados) por el gobierno de Mauricio Macri, quien aparece como el poder detrás del trono que ocupa el presunto demente.

Con su locura real o fingida, Milei ha llegado a la Presidencia diciendo la verdad y, a la vez, engañando al electorado.

Les dijo la verdad a los argentinos acerca del despiadado paquete económico fondomonetarista que iba a aplicar (ya ha comenzado a hacerlo). Nadie que haya votado por él puede alegar que acudió a las urnas embaucado con una oferta engañosa.

Pero, a la vez, mintió de forma descarada cuando prometió que su gobierno acabaría con el poder de las castas políticas. Tan pronto fue electo, se hizo rodear por lo peor de lo peor en materia de cúpulas partidistas de derecha. Se desdijo de los improperios que profirió contra figuras del gobierno y el movimiento político de Macri, y los incorporó a su gabinete. Los casos más notables son los de la excandidata presidencial Patricia Burlich, a la que una vez acusó de poner bombas para matar niños y ahora nombró ministra de Seguridad; y el de Luis Caputo, su ministro de Economía, al que señaló antes de haberse “fumado” 15 mil millones de dólares cuando fue presidente del Banco Central en la gestión de Macri.

Los electores que le dieron su apoyo creyendo en que liquidaría a las castas deben estar pensando en que el loco Milei les ha arrebatado la castidad.

El fantasma de CAP

Llegar al poder mediante el voto popular para aplicar medidas antipopulares es una apuesta arriesgada. En Venezuela lo hizo Carlos Andrés Pérez en 1989 y a los 25 días de gobierno tenía al país en llamas.

Pero el caso de Milei no es tan parecido al de CAP, como algunos piensan. El nuevo presidente argentino tiene a su favor el hecho de que está haciendo lo que prometió. El líder socialdemócrata venezolano, en cambio, arribó al poder gracias a su carisma personal y al recuerdo que la gente tenía de su primer gobierno, en el que, gracias a una gran bonanza petrolera y a un programa muy estatista, hubo un clima de prosperidad general.

Al tomar posesión, Pérez empezó a aplicar, mediante un tratamiento de shock, exactamente lo contrario a ese primer gobierno: liberación de precios y tarifas, salarios congelados y privatizaciones en lugar de nacionalizaciones.

La reacción contra el paquete de CAP fue tan violenta y rápida que aún hoy, casi 35 años después, causa asombro. La rebelión fue sofocada a sangre y fuego durante varios de los días más sombríos de la historia contemporánea venezolana.

Los conocedores de Argentina pronostican que Milei tendrá, más temprano que tarde, una situación conflictiva en las calles, pues el programa que ha asumido incluye aumento del desempleo, eliminación de subsidios, incremento de precios, eliminación de la gratuidad de la salud y la educación y otras medidas antipopulares. ¿Quién ganará la apuesta?

CLODOVALDO HERNÁNDEZ / CIUDAD CCS


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