Psicosoma | Taruca sagrada
19/12/2023.- Taruca, en lengua quechua, significa "cierva" o "venado". Estos animales viven en la sierra o en los Andes del Perú. Los veíamos a "pat'e mingo" cuando tomaban aguas de los ríos o lagunas. La esbeltez y mirada de cervatilla tierna es característica. Recuerdo a mi abuelo Constantino, poeta de Huamanga, cuando decía, al mirar mis ojos: "Ñahui taruca, vicuña, ñañay". Casi todos los años, en diciembre, uso una vincha con astas o cachos de venada hembra y salgo con mucha sed a contemplar el cielo.
Durante el tercer domingo de Adviento tuve la gracia de soñar que estaba en la sierra de Pampachiri, con mis abuelos Celedonnia y Constantino, y mi madre Pilar, la única hija de ambos. Yo jugaba en el río helado de las Alamedas, al fondo de la casa. Al salir, me esperaba una lagua —caldo de maíz con carne de llama— con choclos, papas y queso especial de cabra. En ese horno, en la pacha, se enterraban los alimentos de la pachamanca. Madre me tenía en sus brazos. Desperté al llamado de mi nombre de niña: "Sharon… Charito…".
He tenido una nueva vida luego de quedar viuda y pasar esos cinco años en Costa Rica —pueblo lleno de gracia que cura todo—, pero ¿soy aún la "Charito" de mamá?
Son las cuatro de la mañana y todavía escucho a mi santa madre mientras siento ronronear a Ninaro. Lentamente, voy al balcón y te veo, ciervo azul, taruca de mis calmas y paciente en el devenir. Con gratitud, me llamas. Retorno al hogar, refugio de mi última ida en sana paz.
La sed alimenta mis días y noches
y ya la sangre huyó contenta.
Con más ganas, revivo en tus astas ramificadas.
Despacito, acomodo mis pies y acaricias mis dos pequeñas
[cornamentas.
Siempre, en septiembre, a bramar.
Hoy somos un paraíso.
El simbolismo de la transmutación continua nos invita a la reflexión al observar estos cérvidos que aparentan debilidad e ingenuidad —inducidas por películas como Bambi—, pero, en realidad, su ágil fortaleza está presente en los nueve niveles de la sabiduría chamánica, de todas las culturas ancestrales, y representa la mutación y la conexión celestial.
En el bosque, las montañas escarpadas y los desiertos, su fuerza y delicadeza nos muestran esa unión perfecta de un animal que es presa de los carnívoros, pero que, en las religiones, representa la lucha del bien y el mal. Es carnada de muerte, y también vida para hacer posible los ciclos por venir.
Al compararlo con el desarrollo humano, notamos esos momentos imperceptibles de la mutación, aunque casi no nos damos cuenta. Sin embargo, por las fotos, reparamos en los cambios físicos y, por los gestos, en la psicoemocionalidad. Somos instantes en las etapas del desarrollo, desde un embrión cuya concepción es deseada con alegría, hasta un feto que crece, se desarrolla y nace, para comenzar a vivir dolores y sufrimientos.
Percibo esa infancia como una cervatilla frágil, apegada a la venada, que estuvo casi ocho meses en su vientre. Luego, la adolescencia humana es grácil y la juventud noble, rebelde y elegante, como un ciervo de un año, listo para el cruce y berreo. Cada año, en primavera, los ciervos, gamos y corzos pierden las cornamentas —desmogue— para volverse más grandes y fuertes. Los restos de estas mutaciones sirven de alimento al venado y a las hembras preñadas, al ser fuente de calcio, proteínas, potasio, sodio y magnesio. Los nuevos cachos ayudarán a los machos a competir en la época del apareamiento, en las berreas, a comienzos del otoño.
En esa etapa de pérdida de las astas, se sienten indefensos como los humanos y buscan refugio para esperar el crecimiento de nuevos cuernos, durante doce a dieciocho semanas, quedando listos en el verano. Pasan siete años, luego una década y viene la adultez, para pasar a la vejez, a las dos décadas. Esta época representa al sol en su ocaso, mientras su gran cornamenta arbórea semeja sabiduría, luz, pureza, armonía y sensualidad, vinculadas a la vida y la muerte.
Según las creencias de los huichotes de Jalisco, Sonora, en el desierto, el peyote nació de las pisadas de un venado brujo, un embrujo de la embriaguez ritual con la danza mística del venado, en mayo, que nos lleva al mundo de los sueños del inframundo y los planos celestes.
Rosa Anca