Letra fría | Un invierno en Nueva York

22/12/2023.- Quería hablar de mis barrios, que también tuve, solo para dejar constancia de que no toda mi vida ha sido de 5 estrellas, pero quedarán para el año que viene, porque a raíz de la muerte de mi hermano querido César Chirinos, buscando papeles viejos, me encontré con otro diario en Nueva York, que también irá para el fulano libro de mis memorias, pero vamos a dar unos picones. Ese reencuentro por unos días como estos de hace 30 años, diciembre del 93, me hicieron descubrir muchas cosas, como vivir la experiencia de un carajito de 40 años, conviviendo con muchachos y muchachas entre 19 y 21 años en el campus de Farleigh Dickinson University, de un programa Life, que al llegar descubrí que era un recinto universitario para negros, latinos y asiáticos o africanos, en cualquier caso la culpa fue mía por escogerla, y no me arrepiento.  

Todo ocurrió porque mi jefe Jonathan Coles, cada vez que me veía, me decía:

—Tengo una deuda pendiente contigo. 

Y yo:

—¿Cuál deuda, señor Coles?...

—Que tú pasaste muchas madrugadas conmigo y Carmen Elena resolviendo temas comunicacionales en el Ministerio de Agricultura, y además me pusiste a jugar golf con el embajador Sakamoto de Japón, cuando terminó el ejercicio ministerial.

Y yo le decía:

—Lo del golf fue Sakamoto quien me lo pidió, y lo del ministerio fue pagado con mis honorarios,  no hay deuda, la única que hay son 3 millones que me prestó y la única manera que puedo pagarle es con este cuadro de Ender Cepeda, que pintó para el disco con Abraham Abreu que le produje.

—Bueno está bien y gracias, pero sigo en deuda contigo.

Y mi querido señor Coles, seguía con el tema. Hasta que un día, me cayó la locha. Y me dije: Coles es un cultor de la educación. Y cuando me llegó otra vez con el tema de la deuda, le dije:

—Ok, jefe, se la tengo, hay un “total inmerssion” de inglés en Nueva York por un mes, pero hay ciertas condiciones que aplican.

—¿Y cuáles serán?, preguntó el.

—Primero que quiero estar en el campus universitario, pero las habitaciones son dobles, y yo a estas alturas de mi vida no puedo compartir con nadie.

—¿Y la otra?, preguntó él.

—Coño, jefe, que un mes en Nueva York limpio, es como difícil, y le pido 5.000 dólares para sostenerme.

—¡Aprobado!, dijo.

El diario comienza diciendo: “Como aquella vez en Japón, que llegué al día siguiente de un tifón, mi primer día en New Jersey coincidió con la primera nevada del invierno 93.

Menos mal que se acabó el espacio porque apenas voy por la mitad del diario.

Esta historia continuará...

Humberto Márquez


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