Estoy almado | ¿Te llegó el Espíritu de la Navidad? 

23/12/2023.- De niño nadie me habló de un fulano “Espíritu de la Navidad”. Lo conocí en Caracas cuando, en mi época universitaria, me invitaron a un ritual con velas aromáticas con olor envolvente a mandarina, inciensos con fragancia cítrica y, por supuesto, las mandarinas en fruta puestas en pocillos. Éramos varios en un apartamento donde puertas y ventanas debían abrirse para “facilitar” la entrada de aquel Espíritu esperado a la medianoche del 21 de diciembre. 

Para comenzar el ritual se lanzaron buenos deseos al aire. En un papel se redactó una lista de deseos, que luego ardió en una pequeña hoguera improvisada en un rincón del apartamento. Después vino la cena, y al final un brindis. En todo el ritual debíamos mostrar alegría y camaradería.Tácitamente esa era la norma: al Espíritu no se le recibía bravo, cabizbajo o indiferente. O al menos así se sentía.

La celebración del ritual la cumplí cabalmente, sin tener idea de qué era aquello. En la fiesta (que fue en lo que se convirtió después) nunca recibí explicaciones de cuál era el origen del Espíritu de la Navidad. Incluso, en toda la velada nunca se hizo mención a él. 

Yo, recién llegado de la provincia, sentía que preguntar era cuestionar el recibimiento sagrado de aquella buena vibra. Corría el riesgo de mostrarme como una persona antinavideña. Además se estaba idolatrando un espíritu; por tradición católica se le debía respeto mutis. No se juzga lo que es, lo que hizo o de donde viene. Solo se recibe su energía positiva, sin pensar mucho.

Aquel ritual lo procesé como un esnobismo más de Caracas, algo que nunca practiqué en el barrio maturinense donde me crié. Allá en Monagas, sin tenerle un nombre a este día, puedo decir que recibíamos algo así como el “espíritu de la alegría”: eran improvisados aguinaldos que recorrían cuadra por cuadra, amenizados con ron de ponsigué y mazamorra de maíz tierno. 

En medio de la algarabía, uno se colaba con bolsas plásticas para recoger mango dudú que yacían abandonados en el piso del fondo de la casa visitada. Era otro tipo de espíritu navideño.

Hoy es sabido que el Espíritu de la Navidad de moda no es de aquí. Como siempre nos pasa como país, esta es una práctica ajena a nuestras raíces, pero que adoptamos porque nos parece “moderna”. También es un negocio: días antes se venden mandarinas a granel, inciensos cítricos y hasta baños mágicos de sal marina, limón y agua de rosa que prometen “abundancia y prosperidad” para el Año Nuevo.

Mientras se hacen los preparativos para venerar ese día, nadie sabe exactamente cómo comenzó ni cómo es el famoso Espíritu de la Navidad. El marketing, para intentar aumentar las ventas, lo presenta en vidrieras y manteles callejeros como un ángel bendecido, o un anciano barbudo con capa roja, azul o dorada, que se parece muchísimo al señor que trae los regalos el 24 de diciembre.  

Si buscamos en Internet las explicaciones se vuelven variopintas. Google nos dice que el Espíritu de la Navidad es una leyenda nórdica que data de hace 80.000 años, en la que un “ser de otra galaxia” (así tal cual) nos visita el 21 de noviembre para retribuir con paz y riqueza a quienes cumplan con el ritual de recibimiento. Esta teoría nunca habla de un dios o una deidad; se refieren a un “viajero errante y alegre”. Vaya a usted a saber qué será. 

La ciencia, por su parte, dice que el 21 de diciembre es el solsticio de invierno, donde ocurrirá la noche más larga y el día más corto en el hemisferio norte de la Tierra. En el hemisferio sur sucede a la inversa: comienzan los días más largos y las noches más cortas. 

En tanto, el cristianismo (siempre en disputa por las creencias en Occidente) deslizó la idea de un ángel llamado Uriel, que precisamente viene el 21 a librarnos de las impurezas del año que finaliza y prepararnos para el que viene.

También están los energéticos. Afirman que el 21 llega a la Tierra una energía poderosa proveniente del centro de la galaxia que debemos recibirla para que nos vaya mejor el año entrante. A esa elucubración se agrega que el 21 el sol se coloca en su máxima altura. 

Con tantas teorías en disputa, en la práctica, la celebración del Espíritu de Navidad es aprovechada simplemente para el reencuentro, el compartir y el agasajo decembrino entre familiares, amigos y también desconocidos.

O como me dijo una sabia anciana del oriente del país: “Ve mijo, no le des mucha vuelta, esa es otra excusa para el bochinche en diciembre”.

Manuel Palma 

 


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