Psicosoma | Volver a Pachamama

A todas las hijas e hijos de la madre Tierra

 

03/01/2024.- El cuento eterno que uno se repite al salir de su tierra es que quiere y va a retornar, y esto se alimenta más en momentos sensibles como las fiestas navideñas y de fin de año. Son fechas cíclicas y ritualistas donde destacan los festines y las explosivas relaciones "tóxicas".

En muchas familias, los grupos de hermanas y hermanos fingen ante la súplica de la madre para que dejen sus diferencias y compartan en sana paz. En otras, el padre brinda con el hijo que le desea la muerte y viceversa. Esas son las situaciones más comunes que se presentan en las psicoterapias, en las que cuesta hacer que las madres entiendan que sus hijos o hijas prefieren viajar en vez de quedarse, o que no les gustan las hallacas ni los intercambios de regalos…

Recuerdo que la canción de Néstor Zavarce, Faltan cinco pa las doce, le generaba crisis de ansiedad a una paciente, que se retiraba antes del abrazo por temor a perder el control. Otros, en ataques de ira, pasaban facturas emocionales.

Por otro lado, están los hermanos que se reconcilian de corazón porque han decidido previamente trabajar sus traumas en terapias familiares y asistir a las fiestas con el propósito de la gratitud y el perdón, aceptar a sus familias y festejar la vida. De este modo, hasta logran que al patriarca intocable se le afloje la pedantería.

Al vivir en una situación de tránsito, de refugio, comprendemos que en realidad estamos siempre de paso por la vida. Nos damos cuenta de que no podemos atarnos a nada, ni siquiera a los hijos ni a la familia, menos al ser humano que nos toque el corazón.

Ayuda entonces practicar la filosofía de los Alcohólicos Anónimos: "Por el día de hoy, no bebo", parafraseándola en: "Por el día de hoy, sí vivo" el momento. No sabemos del mañana, solo que hay que sentir los instantes luminosos sin apegos. Esto se logra a través de un proceso lento de aprendizajes dolorosos.

Desde aquellas hordas nómadas hasta los habitantes sedentarios de hoy, que normalizan y fijan hasta los sueños, se conoce mucho, por lo que hay que trabajar en controlar conductas y emociones. El miedo nos homogeneiza con grupos semejantes y los nichos biológicos son espacios seguros. Así que nos "olvidamos" de que estamos prestados en la vida. Acumulamos títulos, reconocimientos, libros, objetos, que nos ciegan de ver la vida y las sonrisas, y nos burlamos de las preguntas "tontas" que hace El principito sobre el amor…

Si entendiéramos que el tiempo biológico se nos agota mientras el imperio del reino cronológico nos remarca los clásicos "corre, corre", "lo quiero para ayer", "necesito trabajar bajo presión", que logran enajenar el ser y quitarle la poesía a la vida. Es un afán vacuo tener sin sentir y convertirnos en incapaces de percibir que somos creadores de tiempo, y hasta podemos recuperarlo.

¿Será un milagro, fe o energía que logremos revertir el tiempo? Todo se recrea si lo dosificamos y nunca nos faltará con el cuido constante. De ese tiempo y cómo vivirlo se canta en los viajes interestelares del kuntur.

Cuando se comprenda que la casa humana, o como se llame, es cualquier punto de la Vía Láctea, al ser semilla de Pachamama, barro y minerales en el espacio infinito, bajo el cielo, con o sin estrellas, y el canto cósmico, nos iluminaremos para lograr el buen vivir.

La vida es sencilla, pero la hemos convertido en una estopa con nuestra vocación predadora, consumista, condicionada por los controladores del tiempo cronológico del calendario gregoriano y por la visión occidental del imperio religioso católico. En un principio, la medición del tiempo para calcular el ritmo de la naturaleza fue creada por culturas milenarias —egipcia, sumeria, maya, inca— que festejan solsticios y equinoccios en retribución a Pacha, con las siembras y cosechas conectadas a cielos y abismos. Sin embargo, ahora los ritos se realizan para devorar el tiempo. Recordemos que en el espacio no hay tiempo y flotamos dentro de nuestra madre tierra.

Somos mariposas, hojas, árboles, tierra, 84 minerales, 23 elementos, agua, billones de células, que sentimos en cualquier punto del maravilloso engranaje del misterio vivo, de Pachamama, del cosmos, entre escombros, hojas, animales, piedras, ríos, estrellas, fondos marinos, ojos, cuerpos, instantes de sentir con el corazón. Ya nos decía Antoine de Saint-Exupéry: "Solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos".

Reinventemos el tiempo personal, comunal, terrenal y espacial a partir de este momento, el año 2024…

 

Rosa Anca


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