Crónicas y delirios | Mi personaje inolvidable

05/01/2024.- La revista Selecciones del Reader's Digest incluía una famosa sección denominada como el título de esta crónica, en la cual se efectuaba la semblanza de aquellos personajes difíciles de olvidar. A través de sus líneas, el autor —que siempre era distinto— nos iba otorgando las particularísimas características de un congénere cuya presencia se le había grabado en la memoria con huella indeleble.

Nuestro excelso humorista Aníbal Nazoa rememoró similares espíritus cuando escribió Las artes y los oficios, libro que resume en deliciosas páginas las actitudes fundamentales de quienes nos rodean. Como muestra, dice Aníbal del abogado:

El vocabulario es su coraza y su sustento mismo. Un jurisconsulto que hable a sus clientes en vulgar cristiano es hombre perdido (…) El profesional del derecho ha de hablar no solo enredado, sino cuidando en extremo la entonación. Ahuecar mucho la voz para decir, por ejemplo, "interdicto posesorio" y llegar al susurro en "lo contencioso". Advertir al cliente que su contrato es sinalagmático y observar la expresión de terror que pone cuando se le dejan caer cosas como "usted es un enfiteuta"...

Lo dicho viene a cuento, amables lectores, porque deseamos referirnos en esta oportunidad a un personaje que, luego de conocerlo, jamás saldrá de nuestras pesadas pesadillas. Aludimos al gruero o dueño de un carromato con güinche que se ocupa de "auxiliarnos" en un momento trágico. Aclaramos: trágico para uno, pero harto feliz para él...

En viaje al pasado, imagínese que usted anda por la autopista Caracas-Valencia junto con la esposa, los tres chamos y el perro, en pos de un destino vacacional. El propio aire fresco, la alegría del incauto. De repente, el Fiat dos puertas empieza con un rúquiti, rúquiti, que de inmediato se convierte en splosh, fuag, track, trock y adiós luz que te apagaste. Usted, ignaro mecánico, desciende del auto, abre el capot y mira la humareda, como al freír chorizos carupaneros. La esposa saca la cabeza por la ventana y lo alienta: "¡Tú no tienes remedio, González; te advertí cien veces que llevaras este bicho al taller!". Los niños comienzan a repetir necedades y el perro a hacerse necesidades.

Al cabo de tres horas de glándulas sudoríparas, ¡oh, salvación!, se detiene como a doscientos metros un armatoste de color indefinido que se llama grúa. De ahí se baja un tipo (igual a los retratos hablados) que aprovecha la distancia para medir el problema y el precio, y mientras camina hacia su víctima sostiene diálogos inaudibles con un ayudante chiquito, grasoso y de rostro nada gracioso.

Ya enfrente, el dueño de la grúa y de la situación otorga una rápida, pero conclusiva, mirada al carro y espeta: "Oye, mano, tuviste suerte de que pasáramos por aquí, porque en esta zona han chuceado a familias enteras. Te remolco por doscientas tablas… ¡y está regalado, pana!".

Usted dirime en loco soliloquio sus escasas economías, piensa en la mujer y los muchachos, y responde: "Okey", con un gruñido de afirmación. Entonces, el gruero ordena al ayudante: "Vamos a dale clavo... ganzúas... baja el cailogüer, entronca la cruceta, métele el chorgo atrás y levanta el perol". El grasiento colaborador, bajo ensayo de siglos, responde: "Negativo, no se puede porque la varilla de la muñonera bidireccional izquierda está trancada. ¿Saco el dúplex del sinfín y lo pongo en la rosca de atornillamiento de la chola?".

"Depende del señor —murmura el patrón—, porque eso cuesta el doble".

Usted, al borde de un infarto de "su" cardio, accede nuevamente, y después se encuentra arrastrado por la grúa, como dentro de un féretro con cauchos. La esposa aúlla lágrimas y gime groserías, o viceversa; los hijos piden lejanas e imposibles hamburguesas; el perro se come los forros de los asientos. Usted fuma hasta que el grito de su cónyuge lo paraliza: "¿Encima nos quieres matar de asfixia cancerígena, González? ¡Si no botas ese cigarro, me tiro del carro y me divorcio ahoritica mismo!".

Lo que luego sucede es previsible: en el taller no arreglan ningún Fiat modelo viejo y hay que solicitar las piezas a Caracas. El motel de Macapara Larga está lleno por las fiestas patronales. En la sórdida línea "La Responsable" se acabaron los boletos. Solo queda la vuelta a casa, guindado tras la grúa salvadora. "Y el pago es chin, chin, compadre".

Por lo expuesto, cambie de profesión, amigo lector, y métase a gruero: un personaje contra todos los olvidos.

 

El genocidio continuado y más

—"Debemos utilizar el terror, la intimidación, la confiscación y el corte de todos los servicios sociales para deshacernos de la población palestina". David Ben-Gurión, fundador y primer ministro de Israel en 1948.

—"Nuestra raza es una raza de amos. Nosotros somos dioses sobre este planeta. Somos tan diferentes de las razas inferiores como ellos son de los insectos. De hecho, comparados con nuestra raza, las otras razas son bestias y animales; como mucho, son ganado. Nuestro destino es gobernar sobre las razas inferiores. Nuestro reino terrenal será gobernado con vara de hierro por nuestro líder. Las masas lamerán nuestros pies y nos servirán como esclavos". Menachem Begin, primer ministro de Israel entre 1977 y 1983, en un discurso dirigido al Parlamento de su país.

—Israel planea construir un parque de atracciones con su rueda gigante, en la frontera con Gaza y al costo de 4 mil 500 millones de euros. El objetivo es convertir el lugar en una suerte de museo del Holocausto que se encuentra en Jerusalén. Del holocausto judío, pensamos nosotros, porque el de los 22 mil 300 muertos palestinos en Gaza no importa.

—Consigna en Oriente Medio: ¡Llamen a Yemen!

—No se necesitan más pruebas: "Abordo la guerra de Israel como judío y no solo como ministro de EE. UU.", expresó Antony Blinken en su reunión con Netanyahu.

—Unos 7 mil desaparecidos se suman a los hasta ahora 22 mil 300 muertos y 57 mil heridos en Gaza. Mujeres y niños constituyen el 60% de los muertos.

 

Igor Delgado Senior


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