Letra fría | Un invierno en Nueva York. Parte II

05/01/2024.- La experiencia de ser estudiante otra vez a los cuarenta años, a pesar de una muela recurrente en su jodienda, no dejó de ser muy grata, sobre todo por tener que compartir con jóvenes entre diecinueve y veintiún años, tanto en las aulas como en el campus. Tanto que mi habitación se convirtió prácticamente en el club del dormitorio universitario, una especie de unión latinoamericana de estudiantes. El bar estaba bien surtido: rones, ginebras, vodkas, las dos cajas del Beaujolais nouveau —ese vino joven que sale al mercado el tercer jueves de noviembre de cada año—, y por supuesto, los sixpacks de cerveza Heineken, que llevaban los muchachos para colaborar en aquellas pequeñas y tempraneras parrandas, aunque más que parrandas eran unas tenidas que algunas noches contaban con una guitarra.

Antes de los quince días ya contaba con un puñado de amigos jóvenes, que anunciaba lo que me pasaría más tarde en Ávila TV, una década después. No recuerdo en qué momento dejé de ser el más joven entre los grandes escritores y periodistas de este país para ser el más viejo entre las jóvenes plumas, igualmente talentosas. A lo mejor ahí comenzó la cosa, en el campus de Fairleigh Dickinson University.

Encuentro un pasaje una tarde que decido ir de compras a Park Avenue. Al salir de la residencia, veo a Verónica, una linda argentinita de veinte años que está leyendo un libro en la escalera. Subimos a su cuarto a buscar su abrigo y partimos al pueblo. Hay un frío arrecho. Me compro otros interiores largos térmicos y una muda de lencería para la otra cama de mi habitación, que se ve horrible con ese colchón "pelao". Vamos a un bar después de las líneas del ferrocarril, que es donde venden caña, porque ese pueblo es abstemio. Verónica se toma una sola Heineken porque tiene que estudiar (todos tenemos que estudiar). Se la venden de vaina porque solo venden alcohol a mayores de veintiún años. Me tomo tres y partimos. Al pasar por un restaurante chino la invito a cenar. Acepta acompañarme, pero no cenar, porque ella solo come una vez al día. Ciertamente, se ve un poquito pasada de kilos, pero me explica que es por problemas de tiroides y por eso se cuida…

Volvimos a casa, cada quien a estudiar por su lado, y al rato apareció Cristian Palmisano, un joven venezolano muy querido en la comunidad. De Cristian hay varias cosas que contar…

 

Humberto Márquez


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