Punto y seguimos | Caras de tabla
La lucha contra la tiranía parecía muy noble, pero ya fue como mucho
Cuenta el cuento que un día, después de varios años de sanciones económicas y campaña de cancelación contra Venezuela, un montón de gente que las había solicitado, más otro montón más grande de gente que las aplaudió y compartió, junto con otro grupo aún más extenso que calló ante las consecuencias de las mismas, se dieron cuenta de que la cosa les afectaba directamente los bolsillos y hasta sus propias comodidades. Lo que para algunos fue inicialmente un sacrificio por la libertad, terminó siendo intolerable: no se conseguían cosas –y no hablamos ya de lujos, sino hasta de artículos de higiene personal–, no se podían hacer negocios ni aun salir del país era fácil, porque casi no quedaron aerolíneas internacionales en los aeropuertos. Cero rumba, cero conciertos, cero marcas finas de ropa en las tiendas, todo era más triste que un pan sin queso.
La lucha contra la tiranía parecía muy noble, pero ya fue como mucho. Un poquito de la lógica de las guarimbas que armaron en sus propias urbanizaciones, pero que quizá se les olvidó. Lo cierto es que algunos se pusieron media pila y vieron que lo del bloqueo, el autoboicot y el sacrificio era como ponerse la soga al cuello mientras que un grupo reducido de dirigentes vivía la vida loca con los dividendos de la maniobra; así que hicieron de tripas corazón y se decidieron a "luchar por Venezuela, que es de todos" o lo que es lo mismo, a tratar de recuperar el tiempo, las oportunidades y el dinero perdidos en los últimos años, lo cual no tiene necesariamente algo que ver con querer "salvar" al país de algo.
La "mentalidad" del empresario y/o/u emprendedor nacional nunca ha sido la de "desarrollar" el país, sino la de obtener la mayor cantidad de riquezas con el menor esfuerzo posible. Salvo contadas excepciones, la empresa privada en Venezuela ha vivido de la renta petrolera y las prebendas del Estado y se ha dedicado a importar bienes y servicios en vez de producir con valor agregado; esto sin contar los ríos de capitales fugados, porque ¿para qué invertir en infraestructura duradera, arte, educación, si se podían llevar en saco las ganancias exorbitantes que ofrecía este país generoso y derrochador? ¿Realmente se puede creer que las deformaciones de la cultura del petróleo habían desaparecido?
Así las cosas, al ver el nuevo brío del viejo discurso del progreso, el esfuerzo, la conciliación, los incentivos, las ventajas y todas esas palabras que tanto alegran el corazón de los "inversionistas", era indudable que muchos de los más fervientes defensores de la democracia burguesa dejarían de lado "sus diferencias" y su irracional empeño en destruir de frente y sin piedad a la que siempre fue la gallina de los huevos de oro, para moderarse y sumarse a quien le toque, para llevarnos a una época de esplendor adeco 3.0, con todo lo que esto significa, tanto económica, como política y moralmente hablando. Enchufados por Venezuela, podrían llamarse, pero la sinceridad no es lo de ellos.
Los llamados a construir una patria bajo preceptos de justicia social y redistribución de la riqueza, tal y como lo hizo Chávez, generaron la más enervada respuesta de las clases dominantes de este país, tanto en palabras como en acciones, porque la mera idea de que tuvieran que compartir lo que consideraban suyo por derecho era inaceptable. Y si bien es cierto que con Chávez se inició una real movida de mata en las estructuras del sistema, también es verdad que no alcanzó el tiempo ni para consolidar ese cambio ni para afectar definitivamente a las clases privilegiadas, pues si bien perdieron poder político, continuaron ganando dinero a manos llenas, hasta que su propia incompetencia y ambición por recuperar aquel poder los llevó a embarcarse (y embarcarnos a todos) en la locura de las sanciones que llevaron casi a 0 los ingresos nacionales.
Son los mismos de siempre. Unos se fueron y volvieron. Otros se escondieron, se disfrazaron. Algunos, al mejor estilo Bernabé, se quedaron "comiéndose las verdes" y ahora encabezan la campaña "Descancelemos a Venezuela", eso sí, olvidando mencionar que bloquear fue idea y acción de ellos mismos, mientras se presentan ante un público aparentemente olvidadizo como los magnánimos reconciliadores del país, los empresarios e inversores que lo darán todo por la patria y salvarán –esta vez sí– al secreto mejor guardado del Caribe. ¿Caras de tabla? Y a mucha honra, te dirán.
Mariel Carrillo García