Letra veguera | Recuerdos del futuro

17/01/2024.- Emergió de un túnel con los ojos desorbitados, disparando en la plaza Altamira al revés y al derecho, y selló el fin de otra aventura mortal de la oposición venezolana contra Hugo Chávez.

Gouveia se llamaba. Era un tipo con problemas mentales, según dijeron, pero con las agallas lucientes de un héroe de ficción, propias de un tráiler de Hollywood, para protagonizar un acto donde él iba a pagar los platos rotos.

Un actor sin historia política, desligado de grupos y sin familia. Cumplió con lo que le encomendaron sin dudarlo y se lo creyó, como aquel Rambo venezolano, Óscar Pérez, que ejecutó un movimiento "militar" y alzó una candela de terror por aire y por tierra, subiendo y bajando a todo color el telón de una masacre de tinte "libertario".

Milei es exactamente lo mismo. Un producto que se cree su rol. Y con relativa audiencia mundial.

Con las características deseadas en este mundo de 140 caracteres, donde nadie lee una noticia completa, las ventanas de atención han bajado apenas a pocos segundos.

La gente ya no ve ni los videos completos de YouTube. Los audios de WhatsApp se ponen en modo rápido para escucharlos en menos tiempo. Lo que importa es la imagen, la frase disruptiva, el aire de economista que vende su producto en todas sus apariciones y exhibe su relación con los medios sensacionalistas argentinos moviendo su cuerpo y saltando sus ojos.

Es un show muy parecido a los de factura española e italiana, muy dados a la farándula, al cotilleo.

El producto es perfecto: farandulero, con cierto toque de esquizofrenia, gritón y luciendo un halo de la escuela austríaca que, ante la falta de atención de la gente, da la impresión de ser un as de oro, en su caso, conocedor profundo en los temas económicos del planeta.

Milei rueda su nombre y su plan en un contexto de mucha decepción ante el gobierno de los Fernández y una población no ajena a polemizar, entusiasmada con temas de inflación y déficit, junto a una juventud que no vivió a Menem ni a De La Rúa.

Funcionó. Ganó las elecciones con el pretexto de acabar con la casta. Un mensaje pseudomarxista que hace referencia a la lucha de clases, pero que a la vez vende el refrito del neoliberalismo.

Ahora viene lo bueno. El hombre se cree Rambo como Óscar Pérez y ese será su talón de Aquiles. Gobernar un país no es juego ni fantasía, sobre todo un país como Argentina.

Milei ha demostrado ser obediente. Le impusieron al ministro de Economía y buena parte del gabinete, la verdadera casta, la de Macri y compañía.

¿Eliminará el Banco Central? Milei cambia de opinión, en los verdaderos temas de importancia, como quien bebe agua. No tiene base política, así que veremos a un ventrílocuo hasta que le pase lo de Gouveia. Él será el que pague el pato, mientras los de arriba logren sus ansiados objetivos de privatización, "flexibilización laboral", apertura a capitales extranjeros...

¿Qué pasará después del verano?

En Davos se baja y se sube la cortina del neoliberalismo mundial.

 

Federico Ruiz Tirado


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