Arte de leer | Fragmentos para un ocaso de Emmanuel Piccone
Un viaje al cosmos sensorial, marcado por la angustia de lo fugaz
30/01/2024.- Cuando nos encontramos ante un texto poético, una de las primeras impresiones que recibe el lector es la construcción de las imágenes metafóricas que el autor se ha propuesto concebir como su discurso literario, cargado de una intrínseca identidad.
En este sentido, los símbolos que enfrentamos a lo largo del poemario Fragmentos para un ocaso parecieran estar desiertos de anhelos y ambiciones humanas, aun cuando están bajo un tono de sublimación implícito en su afán:
Una línea desorienta su forma.
La ambición juguetea a fortines de polvo
y la palabra a ser orilla en la arena.
Sentado compruebo la impudicia de
mi recato. Exploro el hormigueo de las nubes.
Signos de un quizás.
Un rostro sin memoria y sin deseos de partir
desprecia el mar.
En silencio,
apuesta por la tortura de persistir.
No se observa un canto al dolor en estas composiciones en virtud de un escepticismo ante la vida, pero sí se resisten a un optimismo que niegue la ventura de la derrota y los fracasos. Los versos de Emmanuel Piccone se inscriben, gracias a ese tono sombrío y apasionado, en la tradición elegíaca.
Respecto a "el yo poético", percibimos una voz chamánica que advierte las caídas y los traspiés donde la experiencia se enlaza desde una mirada menos luminosa. Es la naturaleza, la alegoría por excelencia, usada como presagio y antesala, espejo y gesto de la existencia, que indica la vulnerabilidad, también la fugacidad y la lejanía, sin que esté bajo una totalidad nostálgica.
A lo largo de este escenario telúrico persiste un imaginario que responde al profundo mundo anímico, en el que la desdicha como sorpresa es inexistente, porque se espera, se aguarda o, bien, acecha. La melancolía es ante todo hacia la felicidad inacabada, resquebrajada o vencida en su intento por hilar los destinos:
La piel de las ausencias
cavila entre la muchedumbre.
Se detiene en las plazas
para contemplar las fuentes.
Tiene la mirada de los atardeceres.
Añora barcos que huyen
en busca de horizontes.
Desciende los valles de la melancolía.
Y en el otoño,
como acto mágico,
celebra la desnudez de los árboles.
El universo propuesto recorre el calendario de un tiempo presente que no elude los recuerdos y su respectivo pasado. Transita el instante perecedero de quien reconoce en la muerte, en las ruinas y en los desahucios un final inefable, a la vez que inclemente por inexorable.
La extensión de los fragmentos juega al hechizo de la efigie que golpea, que sacude en su brevedad. No se pierde en conceptos o largas distensiones. A decir del poeta, es contener en el lector el aire en una "bocanada", dejando una huella imprecisa, tal vez incomprensible, de aquello que, revelado a través de la palabra escrita, alcanza a remover:
Persigo las sombras
entre ramajes de olvido.
Ciénagas de encantamientos
donde se palpa la ficción
de los deseos.
La luna atestigua
la soberbia de los hombres.
Atrás queda la vigilia
y las ambiciones.
Los murmullos de idilios
a lo lejos como ríos
desembocan en la mar
de los recuerdos.
El lenguaje no abandona la frase hecha, el giro común, pero aun así sobrevive de manera indefectible el carácter de lo poético. El tono intimista increpa al lector a pesar de la experiencia de lo personal, transfigurada en el yo desprendido de sí, que intenta prefigurar la contingencia de lo humano común:
En cada historia nos aguarda
el humo
y la errancia de los afectos.
Las espigas de la memoria
toman el recorrido de los crepúsculos.
¿A dónde fueron las ilusiones?
Mi serpiente alada partió un domingo
para no regresar.
El arte, que se plasma bajo rigurosidad estética, es finalmente un viaje al cosmos sensorial marcado por la angustia de lo fugaz y el deslumbramiento como sabiduría ancestral que devela la naturaleza de lo transitorio. De suerte que nos queda la savia y el signo de viajantes sin perder la mirada en la esperanza:
Sal que no sacia la sed
de los peregrinos.
Nos aguardan
horizontes lejanos,
donde las estrellas
se tocan con las manos.
Nos resta expresar que la mayor virtud de Piccone es transmitir, en un lenguaje audaz y minuciosamente tejido, esas realidades hondas del alma bajo una sentida entonación que vibra en la piel de quien se adentra a este océano emocional.
Ricardo Romero Romero
@ItacaNaufrago
Emmanuel Piccone (Caracas-Venezuela, 1971)
Licenciado en Letras de la UCV. Egresado como profesor de Lengua Castellana y Literatura de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Especialista en Supervisión y Dirección Educativa de la Universidad Nacional Experimental del Magisterio Samuel Robinson. Magíster en Ciencias de la Educación por la Universidad Santa María. Participó en talleres de poesía con Armando Rojas Guardia, Elí Galindo, entre otros. Escribe en portales web y ejerce desde hace más de veinticinco años la educación como profesión.
Piccone, E. (2024). Fragmentos para un ocaso. Poesía, Edición digital: Ediciones Madriguera.
Descárgalo gratis: https://www.edicionesmadriguera.com.ve/2024/01/libro-fragmentos-para-un-ocaso-de.html