Palabras... | Tiempo de Pájaro

II. Pájaro

01/02/2024.- Los esquemas son razones de otros tiempos. No es justo que, al ver una flor, miremos el concepto más que a la flor. Prepararnos para divisar la belleza del ocaso al mismo tiempo en que pensamos transcribirlo en un poema que ya es. Así entré yo a Ella: cada paso fue pensando en otro tiempo; en vez de vivir un punto de equilibrio, viví más con la palabra que otros me heredaron.

Cuando se aman Pájaro y Luna se construyen a la vez compañías y soledades. Se reviven pasados que duelen y de nuevo se sueñan promesas del amanecer. Se repiten historias. Se derrumban porvenires. Lo cierto es que el tiempo para el Pájaro era nido y no vuelo. Y unos días para él conformaban mucho tiempo, pero era lo que tenía viendo a la Luna. Creía que esto le daba derecho a una eternidad compartida, pero estaba equivocado, porque la cantidad de tiempo no es garantía para definir la calidad del amor. Si es posible medirlo, será acaso lo que está en riesgo y el esfuerzo de vida por alcanzarlo.

Largo tiempo después, por algún viaje inconcluso que todo ser ansía realizar a la Luna, se fue a indagar de dónde venía su mundo interior, que fuera aparentemente tan cerca como suponía. Solo de lejos podemos darnos cuenta de lo ciego del pensamiento y la inmensa dificultad de vivir con el cuerpo lo que la mente dice. Para el Pájaro fue un eclipse total: todo lo que él creía claro oscureció, tanto como la noche de los días. El reconocer lo poco que sabía de sí mismo lo confundió de manera atroz. No intentó buscar una ventana para hacer menos duro el encierro. Se hizo hermano íntegro del día, que aún vivía oscuro, y se juntaron. Y a los dos les creció en exceso la espera y no supieron qué hacer con tanta espera. Por desgracia, lo malo de la esperanza es que se espera, y no hay que esperar ni siquiera por la esperanza.

Lo aciago le impidió la lucidez y todo se hizo negativo frente a sus ojos. Ello no le permitió entender que la soledad existe cuando la fabricamos, y el que se siente solo fue porque antes solo estuvo acompañado. Confunde el amor con la soledad y lo tácito con lo real. El silencio en el amor será nuestra peor condena (Diario de la Luna).

No duele en exceso perder si nos hemos desprendido un poco de aquellos años infantiles de omnipotencia natural en nuestra relación actual con la vida, a conciencia de que nada nos pertenece porque todo está en constante culminación. Aquel que cree que la Luna pertenece al Pájaro, o viceversa, jamás crecerá en la soledad, pues nadie podrá recuperar lo que nunca le ha pertenecido. Menos lo que una vez en inocente omnipotencia creyó poseer. Más se crece con lo que ha sido bello y se aprende con lo que está siendo falso.

Mientras tanto, la Luna intentaba los pasos de sus deseos, develando la geografía de los sueños. Nunca pensó que, tras cada partida suya, quedaba la penumbra, que su claridad dependía de la oscuridad de los otros. No tenía por qué pensarlo: siempre llevaba consigo lo mejor de los días vividos. El Pájaro olvidó que partir no es morir, puesto que en el movimiento de una mano levantada se simboliza a veces el amor que se siente por la vida y la certeza hermosa de que nada ha sido en vano. Tampoco alcanzó a saber que somos exiliados al nacer para ser extranjeros de un vientre en esta tierra. Toda tristeza no es exclusiva de la ausencia inmediata, sino que tiene su arraigo en el prototipo de aquella pérdida inicial. Por eso, es tan poco lo que hoy perdemos y tan profundo lo que nos duele. En la existencia siempre habrá una justificación para el adiós cuando es real: eso lo llevamos en el fondo de la vida desde un principio, para no perecer. Todo un mundo no puede despedirse en un instante. Para que alguien diga adiós es inevitable que alguien se quede.

La dialéctica de la vida nos enseña que quien se queda puede ser tan viajero como el que se va. La distancia es un aparente olvido, y la lejanía, una torpe medida de los solos. Hay pájaros que construyen su propia jaula, buscando los mejores barrotes para su pena. Creen que el universo gira alrededor de sus designios y todo rumbo se detiene si no lleva el signo de su vuelo. Tenemos que estar atentos a lo que es y puede dejar de ser. De eso depende que, cuando nos deje nuestra luna y descubramos la compañía que falta, padezcamos la soledad que no vimos entrar al mundo de nuevo. O quedar fuera en el letargo que arrastra todo sufrimiento, viviendo hoy del ayer una realidad que no existe: la torpe fantasía de Pájaro. No siempre debemos tener alas prestadas para volar. Puede olvidarse el alcance de nuestro propio vuelo. Podemos compartir el principio de una aventura, pero teniendo presente que es incierto su final. Él había desconocido que hay una distancia insalvable entre ala y claridad. No aceptar esta diferencia lo detuvo, aun con alas, tras la despedida de su brillo. Acudió a defenderse en su creencia, en su orlado discurso, pero se defendió con base frágil porque, aun muriendo, la Luna no regresaría. A no ser que cumpliera su ciclo. Lo que no sabía era cuándo regresaría. Y cuándo fue tarde.

Ayer, en el instante en que la Luna regresaba cargada de caminos, alegre de volver, su alegría descendió al silencio. El saber se hizo insuficiente para comprender. Todo porque un pájaro con alas perfectas había negado su vuelo y, torpe, se dejó ahogar de luto en su nido. La Luna, que andaba en presente, había creído que el mundo se detiene para los que se quedan y nos esperan, invariables, mientras se vuela relativamente solitario.

Ya la Luna no es la misma. Poco aparece. Presiente que el día en que de nuevo emprenda el viaje, el mundo que despide morirá. Padece intermitentes risas, incontrolables eclipses. Con frecuencia, se tapa de nubes y se habla con colores amarillos. Queda inmensamente inmóvil como para siempre. Si no creemos en nada es porque antes creímos en algo que hubo de corromperse o que no aceptó andar con nuestro dogma de vida, pero lo particular que nos sucede no concentra todas las variantes del existir. Una escalera puede haber tenido un falso peldaño, no por eso desistimos de subir. Sabemos que falsa no es toda la escalera. La escalera es el mundo redondo. El peldaño, una posibilidad de la existencia horizontal. A veces, no está en nosotros decidir la posibilidad de continuar juntos. Hay situaciones: internas, desconocidas; externas, conocidas algunas, que cuestionan las ansias de seguir y nos derrumban cuando insisten. Lo que está en juego no es si se ama o no. Eso tiene certidumbre, pero no basta. Más bien, si la realidad donde se inscribe ese querer es un lugar digno de los pájaros, digno de la Luna.

El amor es una puerta semiabierta de donde duele salir. Pero es absurdo por lástima quedarse para querer (Diario de la Luna).

Pobre Pájaro, que se cree Luna. Pobre Luna, que hiere con su destello. Pájaro y Luna son la vida. La última vez que vi la Luna fue anoche. El ayer puede significar un siglo. Y un recuerdo puede revivir en el futuro. ¿Quién eres, Pájaro o Luna?

 

Carlos Angulo


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