Crónicas y delirios | ¡Del budare a la Unesco!
Que muy pronto anuncie tu designación como Patrimonio Cultural de la Humanidad
Querida Arepa, te escribo esta crónica sincrónica para informarte en dos platos que una gran masa de tus admiradores hemos constituido el Movimiento “Del budare a la Unesco”, en provecho de que te declaren Patrimonio Cultural de la Humanidad, atendiendo las razones y sazones esgrimidas por el Gobierno venezolano en su menú de planteamientos.
Cuando se concrete tal honra, amada Arepa, y luego de izar el pabellón nacional junto al pabellón criollo, bailaremos en una sola pata (de cochino), abrazaremos cerca del fogón a negritas refritas y celebraremos el triunfo con un batido de alcohol sin guayabo, perdón, de guayaba sin alcohol. Pero mientras eso ocurre, amiga del alma, vámonos de cuentos y recuentos.
Siempre te evoco, asidua compinche, porque tú has estado de manera invariable en nuestra historia grande o minúscula. Tengo siete años, vivo en la parroquia La Pastora con mis padres, cada día me mandan a buscarte para el desayuno; doña Lola que habita a dos cuadras las hace muy sabrosas, ella tiene un perro y yo le pregunto el nombre; doña Lola dice: “Se llama Comotú”. “¿Cómo yo?”, pregunto de nuevo; “Sí, niño, Comotú”; salgo corriendo, me niego a volver. Mi madre sonríe y vamos al Mercado de San Jacinto, me compra un perrito y lo bautiza “Comoyó”, entonces se me olvidan las lágrimas y ahí mismo pruebo las tostadas de perico.
Soy ya un adulto, rememoro que el Libertador Simón Bolívar te prefería, adorada y dorada Arepa, en sus apetitos de urgencia antes de las batallas, y no había forma de contrariarlo; oigo al Tirano Aguirre llamándonos “¡pueblo de comedores de arepa!”, como si ello fuera el máximo oprobio del universo; veo a Juan Vicente González, glotón y genial, ocultándote dentro de sus bolsillos grasosos para engullirte más tarde.
Acudo con mi padre Kotepa al restaurant Jaime Vivas, quizás el más antiguo de Caracas, él desea que lo conozca, es un enjambre persa de vendedores de baratijas y libros viejos, también sitio de periodistas y poetas. Entra Aquiles Nazoa, saluda y compartimos el momento, nos sugiere para empezar la arepa frita rellena con queso, ¡una delicia junto a su compañía! Volví mil veces en la nostalgia.
Nosotros, ¡íntima pana!, hemos existido siempre juntos y de ahí las remembranzas que se entrecruzan. Cuando era un niño de pecho, me arrullaban con la canción: “Arepita de manteca pa mamá que da la teta/ arepita de cebada pa mamá que no da nada”. Después me acompañabas en una lonchera durante el horario escolar; ya de pantalones más largos acudía a los juegos de béisbol entre Caracas y Magallanes, y como era fiebroso partidario de los Leones, cruzaba los dedos para que le metieran “las nueve arepas” a los Navegantes.
Cuando iba a nacer mi primer hijo y el exiguo sueldo ponía “la arepa cuadrada” para la subsistencia, los más veteranos me consolaban: “¡No te preocupes porque cada muchacho trae su arepa bajo el brazo!”.
El gran éxito de nuestras areperas, ¡cómo no acordarse, comadre!, empezó con los Hermanos Álvarez a mitad del siglo pasado, cuando crearon la inigualable “reina pepiada” en honor de Susana Duijm por haber obtenido el título de Miss Mundo 1955; y de allí se extendió la abundancia de establecimientos, el chorizo de ofertas en maíz pilado y los apelativos de condumios nuevos para no pelar a la clientela.
Me devuelvo a los pupitres de la antigua Escuela de Letras, discurren sobre ti, Sambrano Urdaneta apunta que nuestros campesinos hablan de “estrella arepera” en lugar de estrella matutina; Ángel Rosenblat persigue tus pasos cumanagotos a través de Colombia y las Antillas; Gustavo Carrera registra que Gallegos, Uslar Pietri y Díaz Sánchez te mencionan con solidario afecto en sus novelas; Darío Lancini agrega que la palabra “arepera” es un palíndromo de idéntica lectura al derecho y al revés.
Recorro contra el tiempo Sube y baja el telón, Tostadas El Arpa y El Zorro, almuerzo en Doña Caraotica o El Trolly, visito de madrugada y con novias El Avión II y II, me meto en La Tostadita y El Tropezón, voy de viaje hasta la Gran Arepa de Píritu, me desvelo en La 24 horas y Los Pilones… y paren lectores y lectoras de comer en los recuerdos.
Hoy, ¡mija querida!, eres famosa e internacional, posees locales en Tokyo, Madrid, Nueva York, las Canarias y Mayami, y los especialistas del gusto te alaban hasta en idioma chino con los adjetivos más saboriles.
Aunque nos quedaron en cola varios temas y caraotas frías, terminamos esta reláfica aguardando, compañera infinita, que muy pronto la Unesco anuncie el arepazo de tu designación como Patrimonio Cultural de la Humanidad. ¡Así sea!
Igor Delgado Senior