Historia viva | Después de la rebelión de 1992

07/02/2024.- Ha pasado el tiempo y cuánta historia se ha montado como papeles encarpetados sobre los días posteriores a aquella rebelión de unos jóvenes militares venezolanos. Aun estando presos luego del 4 de febrero de 1992, las campanadas que dieron aquellos muchachos rebeldes resonaban en los salones del gobierno de Carlos Andrés Pérez y el destartalado cascarón del Puntofijismo. Se desmoronaba pedazo a pedazo.

Durante esos días los desesperados intentos por mantener cohesionado el gobierno, ya no adeco ni copeyano, sino el gobierno del Fondo Monetario Internacional, fueron en vano. Una lección formidable fue que durante muchos años la "propaganda" maquilló la mentira, pero ahora no podía sostener más el deterioro de la realidad política y social. Tampoco lo conseguían los mamotretos que inventaron Carlos Andrés Pérez y su equipo asesor, llamado Consejo Consultivo Presidencial, integrado por Ramón J. Velásquez, Pedro Pablo Aguilar, Ruth de Krivoy, Domingo Maza Zavala, José Melich Orsini, Pedro Palma, Pedro Rincón Gutiérrez y Julio Sosa Rodríguez. Un salvavidas que hizo aguas y se fue hundiendo en un mar de demandas.

El pulso popular de la calle anunciaba la necesidad de que alguien viniera y pusiera orden en aquel arrebato de gobierno que arrastraba cuarenta años de corrupción, despilfarro e inasistencia a los anhelos del pueblo, desengañado de mentiras tras mentiras. Apenas unos minutos fueron necesarios para que Chávez —con una virtuosa destreza comunicacional— asumiera la responsabilidad y se proyectara en el imaginario del pueblo.

Mientras las manos peludas de algunos notables se frotaban para pescar en río revuelto y se tramaban asociaciones de intereses mercantiles por contratos millonarios de algunos medios como RCTV —Marcel Granier y su grupo— con el gobierno, otros intelectuales vaticinaban que el tiempo del Puntofijismo terminaba, como lo hizo José Vicente Rangel.

Los discursos populistas del otrora fundador de Copei y pactante puntofijista Rafael Caldera señaló en su discurso ante el Congreso:

Esta situación no se puede ocultar. El golpe militar es censurable y condenable en toda forma, pero sería ingenuo pensar que se trata solamente de una aventura de unos cuantos ambiciosos que por su cuenta se lanzaron precipitadamente y sin darse cuenta de aquello en que se estaban metiendo.

Caldera cocinaba sus aliños para volver a la presidencia. Preparaba un salto inmediato al poder.

¿Cómo se iba a suspender de la Presidencia de la República a Carlos Andrés Pérez? Todas las maquinaciones legales se sustentaron primero en las denuncias públicas sobre usos irregulares de los recursos del Estado por parte de CAP. Luego fue emplazado por el fiscal general de la nación y antiguo excompañero de partido, Ramón Escovar Salom, por el delito de "peculado doloso" y "malversación" de 250 millones de bolívares de una partida secreta. Finalmente, la Corte Suprema de Justicia declaró el antejuicio de mérito contra el Presidente el 20 de mayo de 1993.

Todo el proceso que derivó luego de la detonación del sistema del Pacto de Puntofijo, por parte de los rebeldes del 4 de febrero, fue un acumulado histórico cuyo antecedente inmediato fue la entrega del Estado venezolano y del país al Fondo Monetario Internacional. El gabinete de gobierno de Carlos Andrés Pérez, con la anuencia de Acción Democrática —salvo algunas excepciones oportunistas—, suscribieron aquel paquete económico que disparó al corazón del pueblo y tuvo como consecuencia el alzamiento popular del Caracazo en febrero de 1989.

Los dos años inmediatos a los alzamientos militares de febrero y noviembre de 1992 constituyeron para el país una muestra de la capacidad de rebeldía del pueblo venezolano que supo esperar con paciencia la oportunidad, tal cual lo predestinó el comandante Chávez el Día de la Dignidad:

Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron alcanzados en la ciudad capital. Es decir, acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre. Ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones. El país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor.

El último gobierno puntofijista, con Rafael Caldera —ya tan deteriorado físicamente—, emitió los estertores de un sistema. Era la metáfora del final de una época que dio paso a un nuevo momento histórico. Incluso dio su rigor mortis con el golpe de Estado de 2002, pero ha seguido pataleando hasta el día de hoy.

Chávez y —ahora— Maduro, como presidentes, demostraron que los rebeldes de febrero y noviembre de 1992 no fueron conejillos de Indias para montar de nuevo en el poder a los apellidos de la oligarquía nacional y trasnacional que todavía pujan —desde adentro y desde afuera— por imponerse contra la voluntad socialista. Estos líderes han tenido un programa revolucionario que estaba y está sustentado en un sistema de ideas programáticas concretas y que cada vez se renueva en la búsqueda de la mayor felicidad y seguridad social para el pueblo venezolano, evocando al gran inspirador, el Libertador Simón Bolívar.

 

Aldemaro Barrios Romero


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