Palabr(ar)ota | Contra los ángeles

08/02/2024.- Pues sí, en Maracaibo apareció un ángel. Un ángel que no cayó del cielo, sino que ha debido llegar en carrito por puesto, con las alas asomando por las ventanillas traseras del vehículo. A este ser angélico se le ocurrió fotografiarse, nada más y nada menos, en la plazoleta frente de la Basílica de la Chiquinquirá, objeto primordial de la religiosidad del zuliano y, objeto también, de algo así como el noventa por ciento de las gaitas que por aquí se cantan.

Con unas alas que recuerdan a las que vimos en la película de Wim Wenders, El cielo sobre Berlín; o a las que ostentaba aquel maltrecho ángel del cuento de Gabriel García Márquez, "Un señor muy viejo con unas alas enormes", a este serafín maracucho vestido, o más bien desvestido, de blanco, se le ocurrió tomarse unas fotos artísticas –dijo él– en lo que algunos consideran el lugar más sagrado de Maracaibo.

El escándalo no se hizo esperar. Las vestales de siempre se rasgaron las vestiduras, imploraron al cielo por un castigo eterno para tamaño pecado y exigieron que las autoridades tomaran cartas en el asunto.

Resultó, además, que nuestro ángel es gay, como corresponde a su ser angélico; pues, se recordará que hasta hoy ha sido imposible determinar el sexo de los ángeles. Tal condición les dio un estímulo adicional a quienes descargaron su furia contra este indefinible artista, no fuera alguien a pensar que por aquí nos estabamos quedando cortos de homofobia.

Si me preguntan, ni las fotos que hemos visto en los medios son artísticas ni el personaje parece en absoluto tocado por la magia celeste; pero quién puede negar que nos ha regalado un perfomance como hace mucho no se veía. El antecedente más inmediato que alcanzo a recordar, por la conmoción causada, probablemente sea la aparición, por estos predios de cuarenta grados a la sombra, del famoso pingüino maracucho sobre el cual se han escrito no pocas crónicas.

Lo cierto es que nuestro primer ángel regional, en vez de terminar en estampitas y altares, terminó preso y luego liberado bajo esa terrorífica e inacabable figura del régimen de presentación. Y para que no se sintiera solo, metieron preso también a quien le alquiló alas de tan corto vuelo y, hasta donde se supo, buscaban igualmente a una mujer que fungió de fotógrafa.

No parece haber importunado a nadie el escuálido físico del modelo, poco compatible con la robusta figura que cabe esperar de ángeles eternamente alimentados con pan celestial. Nadie se hizo problema tampoco con la cursilería que caracterizaba toda la empresa del malhadado ángel maracucho. El escándalo, la tremebunda reacción de la Iglesia, los medios y de cuanta congregación de beatas y beatos puedan encontrarse en la ciudad, se debió única y exclusivamente al sitio elegido para la frustrada sesión fotográfica. Olvidaron todos que, al menos una vez al año, en ese mismo sitio se arma tremenda parranda en la que, no podía ser de otro modo, corre el licor a raudales, se baila, se "perrea" y se amanece. Todo en honor de la Virgen y con el visto bueno de la autoridad religiosa. Lo cual, a mi parecer, está muy bien. En cambio, a Papá Unicornio, como se hace llamar el desangelado modelo, no solo le sabotearon la vena artística, sino que terminó saliendo de su casa, donde fue la policía a buscarlo, esposado como el más nefasto de los delincuentes.

Debieron dejarlo terminar su perfomance fotográfico. ¿Quién quita?... y tras una ráfaga de viento divino lo hubiéramos visto elevarse a las alturas hasta perderse en el horizonte; allá, donde el lago y el cielo se unen para reírse a carcajadas de nuestra pacatería.

Cósimo Mandrillo

 

 

 

 

 

 

 

 


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