Mundo alerta | Rusia-Ucrania: posguerra y territorios ideológicos

11/02/2024.- El inmediatismo —y tal vez el oportunismo— político concede mucha importancia al ganador de la contienda armada Rusia-Ucrania-Estados Unidos-OTAN, y muy poca a su futuro costo político. La omisión sería irrelevante si no fuera porque las naciones en contra y a favor de Rusia no estaban preparadas para la guerra (salvo Putin, que fue quien la inició) y mucho menos para la posguerra, que inevitablemente comenzará cuando los vencedores amplíen sus fronteras y los perdedores traten de recuperarlas por la vía militar o de la justicia internacional. Estados Unidos, si gana, endurecerá su posición contra los gobiernos "hostiles", ya sean de la izquierda (moderada o radical) o simplemente independientes. Si es Rusia, también tratará de mantener a raya a sus enemigos históricos, quizás con un estilo distinto. La fase polémica será el debate ideológico de las potencias, en una excelente oportunidad para diagnosticar la vocación democrática del mundo occidental y de las izquierdas, sumidas en su vieja crisis existencial.

Hasta el 24 de febrero de 2022, cuando Rusia atacó a Ucrania, el neoliberalismo sobrevivió sin oxígeno propio gracias a la amenaza militar de Estados Unidos y no a su discurso político. Sin embargo, pocos confían en que la entubación resista hasta el final de esta guerra larga sostenida por Rusia, que, a su vez, también requiere oxígeno, desde el derrumbe de la URSS.

La agenda latinoamericana de posguerra también contemplará la revisión a fondo, y de manera autocrítica, del vertiginoso ascenso de la derecha y las fallidas estrategias de los mandatarios socialistas a partir de 2015: Uruguay (tres períodos continuos con José Mujica y Tabaré Vázquez) y Ecuador (con Rafael Correa), que desembocaron en la elección de los presidentes derechistas Luis Lacalle y Guillermo Lasso, respectivamente. El contexto abarca la implacable devaluación electoral que erosiona el sistema de partidos: socialismo, comunismo, democracia, izquierda, ultraizquierda, derecha y ultraderecha, y todas sus contorsiones dialécticas circunstanciales.

 

Fronteras calientes

Como toda guerra territorial, el desenlace Rusia-Ucrania-Estados Unidos implicará la pérdida de soberanías "dependientes" y la conquista de soberanías nuevas y "legítimas". La guerra cree tener la solución a este dilema no resuelto por los gobiernos, los parlamentos, los partidos, la sociedad mundial y los liderazgos nacionales e internacionales.

En especial, el fenómeno es sensible en Latinoamérica, donde las democracias perdieron las herramientas legales de defensa y autodefensa ante la presión popular. Esa es una brecha suficientemente ancha como para dar cabida al oleaje de derechas, desde las extremas como Bukele en El Salvador hasta las moderadas y confusas como Milei en Argentina. Los politólogos bautizaron, con mucha razón, esta debilidad de las democracias con la irónica expresión "hilo" constitucional… aludiendo su fragilidad…

 

El precio de las soberanías

Las pérdidas territoriales en el mundo arrastran una historia larga y penosa. En la Primera Guerra Mundial, Alemania devolvió a Francia Alsacia-Lorena, de la que se había apoderado más de 40 años atrás. A Bélgica le entregó Eupen y Malmedy, y a Dinamarca le cedió la región del norte de Schleswig. Alemania perdió aproximadamente el 13% de su territorio europeo y un décimo de su población (entre 6,5 y 7 millones de personas). En la Segunda Guerra Mundial, la URSS recuperó sus exrrepúblicas bálticas, Estonia, Letonia, Lituania, y Polonia. Alemania perdió la soberanía y su territorio fue repartido entre los vencedores, mientras Reino Unido perdió su jerarquía de potencia colonial.

Sería ingenuo pensar que al término de la guerra Rusia-Ucrania-EE. UU. —independientemente del tiempo que dure y sea cual fuere el ganador—, las grandes potencias y sus pequeños aliados mantendrán inalterables sus relaciones internacionales y formas de gobierno, sobre todo en medio del creciente oleaje de izquierdas y derechas no tradicionales convertidas en nuevas fuentes de poder en América Latina y Europa.

De cara a la elección del Parlamento Europeo este año, las figuras políticas más prestigiosas en este momento son dos lideresas de extrema derecha: Marine Le Pen, diputada y excandidata presidencial en 2017 —quien perdió en segunda vuelta ante Emmanuel Macron por muy escasos votos—, y Georgia Meloni, presidenta del Consejo de Ministros de Italia. Del lado opuesto, en el tránsito hacia la multipolaridad global hay actores de jerarquía: China, Rusia e Irán. El campo de batalla está en poder de los offsider globales.

 

Raúl Pineda


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