Hablemos de eso | "Gente inútil"

11/02/2024.- Yuval Noah Harari es un historiador y escritor israelí, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Nacido el 24 de febrero de 1976, está cerca de cumplir los 48 años y es, al decir de muchos, uno de los intelectuales más influyentes en la actualidad, sobre todo entre ese 1% de la humanidad que parece ser el único beneficiario del actual orden mundial. Su carta de presentación es el libro Sapiens. De animales a dioses: breve historia de la humanidad, que ha vendido millones de ejemplares. También puede vérsele en YouTube, por ejemplo, hablando, con un auditorio que incluye niñas y niños, sobre su libro Imparables. Este es el personaje que ha introducido la terminología de "gente inútil" (mi hijo me dice que es una idea absurda, porque nadie puede considerarse inútil).

Harari plantea una idea que puede resumirse más o menos así: "El siglo XXI va a crear una nueva clase social masiva de gente inútil: la clase inútil". Su argumento es que el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) desplazará a millones de personas de sus trabajos actuales, pues la IA se encuentra —o se encontrará en muy poco tiempo— en capacidad de realizar sus tareas en forma más eficiente que cualquier ser humano. Y así como la automatización de la industria desplazó millones de empleos industriales hacia el sector servicios —véase, si no, cómo hoy en día todos los países que seguimos llamando "industrializados" concentran alrededor de dos terceras partes de su fuerza de trabajo en el comercio, restaurantes, despacho a domicilio, transporte, salud, educación, etc.—, la IA enviará también a millones de trabajadoras y trabajadores al desempleo, pues ahora no habrá otro sector adónde migrar.

"Gente inútil", como la califica, que amenaza con una conflictividad creciente y una sociedad cada vez más absurda en la que la mayor parte de la población verá disminuir su importancia económica y, por tanto, política, convirtiéndose en un "problema social". "Gente inútil" desde la perspectiva de las grandes corporaciones —y en general de quienes conforman el 1% que acapara la mayor parte de la riqueza social—, que consideran inútiles a quienes no contribuyan a la mayor concentración de capital con su trabajo o con su consumo.

Ya las mayores corporaciones del mundo se están adelantando a contribuir con sus cuotas de nuevos desempleados. Como informa el diario digital La Política Online, en 2022, 1.064 empresas tecnológicas despidieron a 164 mil 969 personas. En 2023, 1.186 de esas empresas eliminaron un total de 262 mil 682 puestos de trabajo, según la misma fuente. Si vamos al detalle, tenemos que Google eliminó 12 mil empleos en enero de 2023, y Meta, la casa matriz de Facebook, recortó 11 mil puestos de trabajo un año antes, lo que suma 27 mil empleos eliminados entre 2022 y 2023. En estos casos, hablamos de empresas que multiplicaron sus ganancias inmensamente durante y después de la pandemia de covid-19. No están en crisis ni están perdiendo, pero quieren más. Según Xataca, las razones de los despidos masivos, expresadas en público, son "reducir costos", "concentrarse en el desarrollo de la IA", pero sobre todo, "buscan aumentar su rentabilidad en lugar de centrarse en el crecimiento".

Resulta que el tema de la "gente inútil" no solo es empujado por la IA, sino por la inmensa concentración del capital: mientras una empresa tiene más capital, su tasa de ganancia disminuye, a menos que reduzca costos. Y este es un tema global. La racionalidad, o más bien la irracionalidad, del capitalismo, empuja a ganar cada vez más, pero la rentabilidad de cada dólar tiende a disminuir cuando se concentra en exceso el capital y no hay hacia dónde expandirse.

Por supuesto, una situación como esta es objeto de preocupación para los grandes capitalistas. Precisamente, los mayores multimillonarios del mundo y sus brazos políticos se reunieron en Davos, en el Foro Económico Mundial, entre el 15 y 19 de enero de este año. En la página del BBVA (enorme consorcio financiero con base en España), se plantea el tema, en forma edulcorada, por supuesto:

2023 ha sido un año lleno de fracturas geopolíticas, una crisis generalizada del coste de la vida, la frágil seguridad energética y alimentaria y, por supuesto, la intensificación de la emergencia climática. En este contexto, una pregunta espera a los líderes que acudan a la 54.ª edición del foro de Davos: tras un periodo de "policrisis", ¿hemos entrado en una era de crisis permanente o será 2024 un momento de resolución y recuperación?

Para ayudar a contestar la pregunta del BBVA, veamos las opiniones de "más de 1.500 expertos globales", sistematizadas para el Informe sobre Riesgos Globales, preparado para el Foro de Davos:

Para los próximos dos años:

  • 3% cree que emergerá una "catástrofe global",
  • 27% prevé trastornos severos y un elevado riesgo de catástrofe global,
  • 54% considera que habrá inestabilidad y un moderado riesgo de catástrofe global,
  • 15% apuesta por disrupciones aisladas y un bajo riesgo de catástrofe,
  • 1% encuentra que los riesgos son prácticamente despreciables.

Agrupando las anteriores categorías, encontramos que al menos 30% de los "expertos" pronostica una catástrofe global o cree que existe un riesgo alto que, sumado a quienes consideran que el riesgo es moderado, supone que las expectativas catastróficas entre moderadas y altas para los próximos dos años alcanzan el 84%.

Las nubes de tormenta son peores cuando se les pregunta por un plazo más largo. Las previsiones de los fulanos expertos para los próximos diez años son:

  • 17% vislumbra la emergencia de una catástrofe global,
  • 46% considera que hay un alto riesgo,
  • 29% que hay un riesgo moderado,
  • 8% cree que el riesgo es bajo y
  • 1%, solamente, considera que es despreciable.

La catástrofe global resultaría de una combinación de los riesgos de guerra mundial (o extensión de conflictos armados), catástrofe ambiental, polarización social y conflictos generalizados, así como un crac económico. A eso se refiere la "policrisis", término usado por el BBVA y cuya idea se extiende entre los poderosos del mundo. Ellos, por supuesto, se preocupan por la perspectiva catastrófica solo en la medida en que pudiera afectarlos. La suerte del 99% de la población mundial nada más ocuparía su atención si llegara a comprometer su poder y riqueza.

La urgencia de superar el capitalismo y abrir espacios para un nuevo modelo civilizatorio es hoy más que nunca una obligación para quienes apostamos por la vida. Esa es necesariamente la tarea de los pueblos, junto a la búsqueda de la defensa y la construcción de alternativas. Venezuela es uno de esos centros de cambio.

 

Humberto González Silva


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