Punto y seguimos | Periodismo en tiempos de cancelación

Cuando las vísceras le ganan a la razón

13/02//2024.- La cultura de la cancelación es aquella donde las acciones, dichos u opiniones de un individuo son censuradas por grupos enteros de personas, causando que estas sean castigadas moral, política, económica o socialmente, sin importar la veracidad o falsedad de las acusaciones. Con la cancel culture no hay presunción de inocencia, puesto que el juicio público no da espacio a pruebas, es rápido, implacable y visceral. Remontar de una cancelación suele ser muy difícil –si no imposible–, y esto es particularmente cierto cuando los sujetos son famosos en algún ámbito como la política, el deporte o el entretenimiento.

Esta forma de acción social dirigida que ya se utilizaba en la Alemania nazi ha adquirido gran relevancia gracias, entre otras cosas, a los medios de comunicación y a las redes sociales, desde donde se ejerce el linchamiento mediático, que es la forma principal en la que se expresa la cancelación. El anonimato que proveen las redes sociales permite que las opiniones más despiadadas e irracionales se divulguen sin ninguna culpa o reproche, lo que hace que el linchamiento sea muy efectivo. Esta práctica es generadora de conflictos a pequeña y gran escala, puesto que se sustenta en la negación del otro, en la polarización y, por tanto, reduce o elimina cualquier posibilidad de diálogo y, en consecuencia, de comunicación.

La práctica no es nueva, pero nunca fue tan global ni tan masiva. Desde los centros de poder de se ha utilizado sin descanso en contra de procesos y liderazgos que no son cómodos a sus intereses o ideologías, permeando, incluso, ámbitos en los que, en teoría, debería prevalecer la disposición al diálogo, el reconocimiento y la ecuanimidad. El periodismo, en cuanto servicio público, es un espacio que, para no caer en contradicción con su propia esencia, debe fomentar la expresión de las partes, investigar los acontecimientos y contrastarlos, no en un afán de imposible objetividad, sino en nombre de lo justo. El periodismo actual, por desgracia, se pliega violentamente a la cultura de la cancelación, cancelándose a sí mismo.

¿Por qué es un escándalo que un periodista estadounidense entreviste al presidente de Rusia? ¿Por qué un canal veta a ciertos voceros políticos? ¿Por qué un profesional de la comunicación cree correcto negarse a entrevistar a un vocero solo porque es de un partido en particular?, ¿Oriana Fallaci habría logrado ser una leyenda de la entrevista si hubiera ejercido su carrera negándose a oír y dejar hablar a personajes que seguro reprochaba moralmente? Las respuestas parecen obvias, aun así, el periodismo muere un poco cada día, consumido por lo que es popular y por negarse a fomentar el pensamiento crítico dentro del propio gremio. ¡¡¡Fin de mundo!!!, dirían las abuelas.

Mariel Carrillo 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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