Crónicas y delirios | ¿A que no me conoces?

16/02/2024.- No, no puedes conocerme porque jamás me has visto cara a cara, careta a careta, ni de cuerpo presente. Te diré, entonces, que me llamo Rigoberto Pérez Fagúndez, mayor maduro, frisando la "edad dorada", con doña y tres chamos de 22, 15 y el último (¡afectuoso error del método anticonceptivo!) que aún estudia en una Escuela Bolivariana. Familia hasta ahora unida, aunque a punto de crisis mundiales por causa del carnaval.

"¿Y por qué este hombre anónimo, integrante del soberbio soberano, habla de tragedias en tan cumbanchosos días festivos?", preguntarás tú con sonrisa Pepsodent llena de incredulidad. Y yo te respondo en dos hojas tamaño carta, cuya copia envié a Defensa Civil para que adopte las (im)previsiones de rigor:

Estaba en mi apartamento de Lomas de Caricuao, tranquilo y sin nervios, dispuesto a empantuflarme en casita durante el tronco de puente, cuando la sublevación hogareña cobró visos de desobediencia activa. La doña tiró el primer peñonazo:

—¡Lindo que te queda, Rigoberto, tirado ahí, momificado, y nosotros sufriendo frente al Rey Momo! ¿Tú mismo no gritabas que las carnestolendas son para gozar de la playa, mover el esqueleto y encaramarse en las carrozas? ¿Acaso no ibas al club Las Fuentes y te empatabas con aquellas famosas "negritas" nocturnas? ¡Confiesa, Rigoberto, o silénciate eternamente, cual cadáver de las estadísticas!

—No, mija, zapatea para tu telenovela y déjame en el sepulcro de mis cervezas. No tengo plata, el carro estornuda por las bujías, el nuevo jefe quiere que adelante un montononón de trabajo y, en suma, chica, no me da la gana de salir. ¿Me copiaste o te lo repito mil millardos de veces más?

Bobby Néstor, el de 22 años que cursa Diseño Aeronáutico a través de Internet, se adhirió a la autora de su genoma:

—Mi mami posee la razón, papi, o sea, que estás pelando, pure, porque nuestro referéndum decidió irnos de rumba potente, contigo o sin ti, papi. ¡Lee los derechos ocio-turísticos consagrados en la cartografía magna!

Rosa Betsy, la de 15 abriles y un novio que me saca la piedra, también puso su grano de llanto:

—Esto es el colmo de los colmillos, papucho. Me niego, como una sola mujer, a mantenerme fuera de circulación en estos days. ¡Uuuy, mi empate ya arregló su morral y se clavó dos zarcillos espectaculares donde le comienzan los huecos de la nariz!

Y el menorcito William Robert tampoco permaneció quieto:

—Si no me compras el disfraz de tiburón (de La Guaira), raspo Educación Cívica con menos cero, no asisto a los exámenes finales y no le hago caso al interrogatorio del supervisor itinerante. ¿Cogiste la onda, papi?

Los amorosos argumentos de mi familia me convencieron. Saqué algunos "papeles" del cajero automático para volverlos papelillo. Hoy entiendo por qué denominan pagana la festividad de carnaval: pago por aquí, pago por allá. Y, además, en lugar de templetes… templones; en vez de carrozas… una carramentazón de brinco y espanto, y, a cambio de ingenuas máscaras, capuchas malandras.

Detallo el viacrucis: el vecino de arriba, Frankenstein, con antifaz de usurero, me alquiló un chalet tipo estudio en la propia Boca de Uchire, por el precio de cien sueldos mínimos. Arribamos al anochecer (obviamente) debido a las colas y colisiones; entendí de inmediato lo de "tipo estudio", pues gastamos dos cavas de polarcitas estudiando cómo acomodarnos. Se fue la luz y el agua. Llegó el preciado líquido, pero en camión cisterna al precio de nosecuántos machacantes. Me caí y me rompí la tibia. Mi mujer cogió una calentera y se largó a jugar barajas con una comparsa de amigas. Nos robaron los churupos. No logré conciliar el sueño ni conciliar nada.

Añado: Bobby Néstor se instaló en una carpa con equipo de sonido (a cuenta mía). Rosa Betsy y el novio montaron un bonche bipersonal en el pasillo, dentro de un cotillón de besos y abrazos. Al "tiburón" le dio por alegrarse, no con serpentinas, sino con insumos de negro humo y huevos podridos. La doña me hizo emitir un pagaré para la cancelación de las deudas de ajiley. El dolor de la tibia se me extendió por el peroné, ¡ayayay!

Por todo lo expuesto y lo que he omitido, declaro bajo fe de juramento constitucional que el próximo año disfrutaré, en soliloquio personalísimo, de las delicias de mi propio carnaval. ¡Refrendado, ladrado y sellado!

 

Igor Delgado Senior

 

Addendum: Sugiero a los jóvenes lectores revisar algunas obras insignes que abordan directa o tangencialmente el ámbito del carnaval; como Concierto barroco, de Alejo Carpentier; El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell; el film Orfeo negro, de Marcel Camus, y algunos cuentos del brasileño Rubem Fonseca. ¡No se arrepentirán!


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