Al derecho y al revés | Con el consenso a cuestas

21/02/2024.- Por estos días, a falta de un tema mejor, los medios comparten con su —cada vez más menguada— audiencia invitados que sugieren como "solución a los problemas de nuestro país" una candidatura "de consenso", que además debe ser de oposición.

Esa propuesta equivale a insinuar contradictoriamente como necesaria la ayuda de "un diablo bueno" o de "un Dios malvado" para resolver determinada situación.

Y es que me parece paradójico plantear que una minoría ultradividida y en desbandada pretenda ser mayoría, tanto como para ofrecer un consenso.

Tras décadas viendo riñas entre supuestos aliados, todos ellos opositores y todos unitaristas, uno entiende el desespero de quienes al final de una vida politiquera y ante una elección en la cual no tienen cabida busquen un refugio escondiéndose tras Eduardo Fernández, como los infantes tras el tanque de guerra.

Pero que uno entienda no significa que se apoye semejante babiecada de quienes lo único que han replicado como mensaje del candidato es que "no es hora de ambiciones personales". Babiecada que merece un ligero análisis.

A ver, según se entiende de lo que dice el aspirante y los que le hacen campaña desde los medios, todos los candidatos opositores serían ambiciosos, menos Eduardo Fernández. Por cierto, gran parte del país desconoce qué hace o qué fue lo que hizo en un pasado remoto para las nuevas generaciones, porque su hora estelar pasó hace tres décadas y estamos en un terruño que ya no recuerda ni al presidente Lusinchi.

O peor, donde abundan quienes piensan que uno de nuestros gobernantes fue Lope de Aguirre, alias el Tirano.

Chanzas aparte, los propagandistas de esta singular candidatura deben explicar por qué el consenso debe ir tras un candidato que no tiene ni tarjeta electoral ni llega siquiera al uno por ciento en las encuestas.

Peor, porque si de consensos se trata y llaman a votar por quien anuncia como programa de gobierno "que no perseguirá chavistas", más consenso tendría en lógica pura llamar a unirse con el Presidente, que tiene el mayor apoyo en el país y que podría consensuar diciendo que él —Nicolás Maduro— tampoco piensa perseguir a los opositores.

Los publicistas de Eduardo Fernández —todos ellos personas amigas—, quienes hacen campaña en los tediosos programas políticos de nuestra TV, en realidad no sueñan con un imposible triunfo de esa candidatura, sino con que Eduardo logre sacar más votos que las otras candidaturas. De este modo, podría en 2025 impulsar a estos amigos hasta curules de diputados o, también, de concejales.

Sitios inmerecidos no solo porque les quitan el espacio a los jóvenes, sino porque, en vez de pensar en los problemas que tiene una economía sancionada y un país empobrecido, se dedican a la politiquería pura.

País con el mismo nombre, pero infinitamente distinto al petro-Estado, más o menos rico, donde estos amigos, una vez, durante el siglo pasado, fueron diputados y concejales, sin dejar obras para recordar.

Lo cortés no quita lo valiente: aquí no puede haber consenso de la noche a la mañana, y menos en vísperas de una elección.

 

Domingo Alberto Rangel


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