Estoy almado | La batalla de los Puentes

24/02/2024.- Este 23 de febrero se cumplen cinco años de la "batalla de los Puentes", ocurrida en 2019 en la frontera colombo-venezolana. Si yo estuve ahí fue por culpa del periodismo. Cubrí ese hecho cuando colaboraba con una cadena rusa de noticias en español.

De aquella gesta histórica todavía quedan cabos sueltos y detalles aún por reconstruir. Sobre todo, en otro escenario que también formó parte de la batalla: el Puente Internacional Tienditas (llamado hoy Puente Internacional Atanasio Girardot), situado a diez kilómetros al norte del otro puente, el Simón Bolívar, donde para la fecha se concentró la mayoría de los medios. De modo que las siguientes líneas son un pequeño aporte, un breve resumen, de aquella cobertura.

 

Primero, algo de contexto

Un exdiputado llamado Juan Guaidó, autoproclamado presidente (ficticio), había sido elegido por Estados Unidos (EE. UU.) para un ensayo de asalto al poder en Venezuela. Este cipayo anunció que el 23 de febrero entraría "sí o sí" una presunta "ayuda humanitaria" por Cúcuta. Se trataba de un evidente golpe de Estado, para lo cual usaron una narrativa de corte hollywoodense.

Era algo así: la comunidad internacional nos quería ayudar a paliar la crisis enviándonos "bienes esenciales", pero había un gobierno malvado que impedía la entrada de la ayuda, porque quería que sufriéramos. Según ese discurso, estábamos secuestrados. Y ellos, por supuesto, nos tenían que liberar.

Por ahí iban los tiros mediáticos. El plan era provocar una operación de bandera falsa contra Venezuela, que comenzó con un concierto el día 22 de febrero, organizado justamente en el lado colombiano del entonces inactivo Puente Internacional de Tienditas, que une Cúcuta con San Antonio del Táchira.

En respuesta, el gobierno organizó también un concierto en el puente del lado venezolano. A diferencia del otro, la rumba venezolana estaba programada para tres días: 22 (viernes), 23 (sábado) y 24 (domingo).

Inmediatamente, EE. UU. acusó al gobierno de propiciar "la violencia" al organizar el concierto venezolano cerca del evento colombiano.

Era incierto lo que ocurriría en Tienditas. Sin embargo, sí hubo una señal peligrosa cuando el multimillonario Richard Branson, organizador del concierto del lado colombiano, calificó ambos eventos musicales como "la batalla de los conciertos". Se asemejaba a aquel titular de El Nacional en 2012 que decía: "La batalla final será en Miraflores".

Y si quedaba alguna duda del tufo golpista de la declaración de Branson, días antes la Alcaldía de Cúcuta había declarado alerta amarilla de salud durante todo ese fin de semana. La alerta fue activada para atender "emergencias sanitarias", según publicaron medios colombianos. ¿Cuáles emergencias? ¿Qué iba a ocurrir? Sin duda, algo venía.

 

La tensión previa: “Ni que fueran mochos”

En ese contexto, me fui a Táchira por tierra el viernes 22. En la vía, mientras recorría estados y poblaciones, se notaba alguna tensión mezclada con la dinámica de la cotidianidad.

Todo el mundo hablaba de la falsa "ayuda humanitaria". Hay quienes jocosamente decían que eso sería como "una guerra de minitecas", en alusión a ambos conciertos. En Portuguesa una señora me preguntó para dónde iba. Le dije que para la frontera con Colombia. Introducido el tema en la conversa, la señora le dijo a una amiga: "Ahí están metidos los gringos. Esos camiones de que entran, entran".

Entonces, la amiga le replicó: "Bueno, no te creas, aquí hay un gobierno. Ni que fueran mochos".

Cuando llegué a San Cristóbal, los conciertos estaban en su máximo fragor. Un amigo que volvía del concierto venezolano en el Puente Tienditas me resumió su parecer:

—Sí, había gente, pero fue una vaina rarísima. Había mucha tensión en medio de la jodedera del concierto.

No habíamos terminado de hablar cuando el gobierno anunció el cierre total de los puentes que comunican con Colombia. En Twitter (ahora X), la vicepresidenta Delcy Rodríguez dijo que la razón del cierre se debía a "serias e ilegales amenazas" de Colombia (con Iván Duque como presidente) contra la paz y soberanía de Venezuela.

Lo que ocurrió es que, en la noche del 21 de febrero, justo debajo del Puente Tienditas, en el lado colombiano, fueron divisados oficiales norteamericanos y una escuadra de reconocimiento del Ejército de Colombia. Encima de ellos patrullaban un dron y un helicóptero de la Policía Nacional de Colombia.

 

23 de febrero: el Día D

Era un poco más de las 7:00 a. m. del 23 de febrero de 2019 cuando varias personas se arremolinaron frente a un televisor en el mercado de San Cristóbal.

Las imágenes eran inquietantes: tres uniformados desertores condujeron a toda velocidad dos vehículos blindados de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) sobre el Puente Simón Bolívar y, atropellando a varias personas en su camino, llegaron hasta el cerco de seguridad colombiano.

En la vía hacia Tienditas vi grupos de choque portando franelas con el rostro de Leopoldo López y de Guaidó. Forcejeaban con un piquete de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) para intentar seguir avanzando. Las mujeres escupieron y provocaron a la barrera verde que se mantuvo firme con sus escudos transparentes.

Cerca del lugar, a un lado del camino, guarimberos incendiaron un profuso monte. Todos corríamos alejándonos del fuego. El humo se mezcló con el gas de bombas lacrimógenas, lanzadas por la GNB, para apaciguar los ánimos exaltados.

Ese pequeño incidente se repitió en diferentes puntos cercanos al Puente Tienditas. Era evidente que el plan era rodear Tienditas desde sus alrededores y caseríos, y desde suelo venezolano presionar la entrada de la falsa ayuda humanitaria.

 

Operación remate de la victoria

En Ureña, grupos de choque quemaban cauchos y uniformes militares venezolanos en plena vía pública. Estaban enardecidos. Caía la tarde del 23 de febrero y ninguna de las catorce gandolas dispuestas en Colombia con presunta ayuda humanitaria había cruzado desde la frontera a suelo venezolano.

Eso lo sabían Guaidó y los presidentes que lo acompañaban en Cúcuta. Sin embargo, mintieron diciendo que algunos camiones ya estaban en Táchira, en medio de la posverdad que acusaba al gobierno del camión incendiado por guarimberos en el Puente Paula Santander, y la tempranera colisión de las tanquetas en el Puente Simón Bolívar.

En el Puente Tienditas se analizaba la mejor forma de terminar la jornada en victoria, impidiendo que no pudieran ingresar a territorio venezolano por algunos de los puentes, incluido Tienditas.

Para esa "operación remate" hubo una reunión en el Puente Tienditas. El sol intenso sobrecalentaba el asfalto y humedecía la ropa. Participaron Freddy Bernal, el almirante Gilberto Pinto (que venía de esquivar en la mañana uno de los vehículos antimotines que lo intentó atropellar en el Puente Simón Bolívar), el mayor general Manuel Bernal, para ese entonces comandante de la Región Estratégica de Defensa Integral (REDI) Los Andes, parte del equipo político territorial del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y un equipo de seguridad.

—Fracasaron, ¡el plan de invasión fracasó! —arengó uno de ellos, en medio de aplausos.

—Solo les quedan las guarimbas —soltó Bernal.

 

Y así fue

La información que se manejaba era que venía una avanzada de guarimbas del lado colombiano por las vías principales y las trochas. El objetivo era "romper" la resistencia venezolana y luego intentar, de nuevo, cruzar con otros camiones que esperaban órdenes en Cúcuta.

La reunión culminó. Regresé al principio del puente, específicamente a una gran carpa blanca donde estaban jóvenes del PSUV, hombres y mujeres miembros de las Unidades de Batalla Hugo Chávez (UBCH) y frentes de organización popular. Cuando llegué, todos hablaban del incendio de un autobús Yutong rojo en Ureña. Comenzaban los enfrentamientos entre los guarimberos y las fuerzas del orden público; también arreciaban los choques en los puentes Simón Bolívar y Paula Santander. Estaba en marcha lo que se había alertado.

Como en otras zonas fronterizas, ese día en Tienditas fue un área de intensa batalla, con la participación de grupos irregulares y elementos evidentemente paramilitares. Son hechos invisibilizados en redes y medios digitales, que apelaron a la narrativa de la presunta represión policial ante la evidente derrota del intento de invasión por la frontera.

De hecho, hasta hoy aún quedan cabos sueltos sobre los detalles de cada puente. No hubo tiempo de reconstruir la historia, porque un mes después vino el apagón nacional, que nos sumergió en la reacción a un golpe continuado después de la batalla de los Puentes.

Lo que sí es cierto es que el 23 de febrero fue un intento de ocupar y fragmentar el país por la fuerza. En los círculos de Guaidó se hablaba de utilizar San Antonio del Táchira como cabeza de playa para instalar la "oficina del Interinato", con apoyo militar de la coalición internacional que financió y aupó el plan intervencionista.

No es la primera vez que Venezuela intenta ser invadida desde Cúcuta. En 1901 un general venezolano llamado Carlos Rangel intentó invadir el país por esa ciudad. En ese entonces, Venezuela fue defendida heroicamente bajo el mando de Cipriano Castro.

Si en 1901 fue la población de Lobatera la que no permitió la invasión, en el 2019 fue la organización popular, junto a los efectivos militares patriotas, la que impidió que el suelo sagrado fuera mancillado.

Lo vi, lo viví en Tienditas. Estando en uno de los puentes, sin duda, pude palpar la rebeldía del pueblo, equiparable a la gesta del 13 de abril de 2002.

 

Manuel Palma


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