Arte de leer | "A quién hay que matar para vivir" de Ennio Tucci

El oficio de la sobrevivencia

01/03/2024.- Hay gente que se define por el trabajo o profesión que ejerce. Incluso, vemos que en las convenciones sociales de profesionales, antes de colocar el nombre, anteponen el título académico: licenciado, profesor, abogado, ingeniero, doctor. Sin embargo, si alguien es considerado artista, artesano o cultor, precede a su identidad de oficio la visión que otros manifiestan sobre esa singularidad que caracteriza a los que se inspiran en labradas palabras:

Poema de chocolate

           A mis hermanos

Me dicen que de la poesía no se vive

que me moriré de hambre

que no puedo cambiar mis poemas en el supermercado

que no me darían un kilo de harina o de azúcar o de sal;

me dicen que de la poesía no se come

que los poetas somos unos muertos de hambre

que solo queremos llegar al status quo

que la poesía no nos sirve para nada más;

me dicen cosas horribles de la poesía

que es utópica astral cósmica intangible,

un mundo distante del hombre

a donde solo nos mudamos los inadaptados

pero no, la poesía sí alimenta…

por eso te hice este poema de chocolate,

de besos de miel de carne de nosotros

para que nunca creas

que la poesía no sirve para nada…

No en vano, muchos de nosotros, siendo niños, soñamos estar inmersos en una realidad fantástica, volar hacia todo lo alto, despegarnos del territorio que pisamos en un desafío hacia lo insondable:

Ser astronauta

Resulta que uno también quiso ser astronauta

y pactó alguna vez con las leyes de la física.

A los nueve nos quitaron la locura

de ser buenos y decir la verdad

desde entonces mentimos

y no se nos arruga el corazón,

más tarde nos hicimos a la idea del amor

pero la camisa siempre nos quedó grande

y entre una y otra mentira llegamos a beber,

llorar juntos y escuchar rock,

golpeaba nuestras pieles el frío

y nuestros corazones Guns and Roses…

y así bailamos al ridículo de aquellos

a quienes nunca conocimos

y bebimos del pico de la misma botella…

Resulta que uno también quiso ser astronauta

pero el amor nos quedó grande

y pacté alguna vez con las leyes de la física

para quedarme pegado a este suelo

esperándote…

para verte llegar como llegaste

con tus días de cayenas y caramelos

Ennio Tucci, lleno de “afectos griposos y en la lucha por la locha” a lo que se agrega una suerte de “postmorten” nos ha dejado un compilado de versos denominado A quién hay que matar para vivir.

El poeta y editor afirma dar por finalizada una era que decanta entre situaciones melindrosas y querencias hacia sus cercanos.

Se aprecian sus convicciones humanas y metafísicas, donde una pluralidad de ideas explayan sus sentires parentales. Conceptos que parecieran no ser “poetisables”, Tucci los metaforiza con el rigor del cariño, su ternura se muestra como un astro que ilumina cálidos momentos:

Que Dios valga la pena

(o una cachetona)

Que una cachetona me espere en la casa

con mucha baba con mucha caca,

que nos equivoquemos

nos domestiquemos

y sigamos conociéndonos.

Que metamos la pata

que la volvamos a meter,

más hondo

aún más

y sudemos mucho para sacarla.

Que tengas náuseas

y yo mareos,

que me vomite la espalda

y me veas tendiendo telas blancas,

que le coma los deditos de los pies

que se los cuente

toditos con sus uñas y todo,

que le haga cosquillas

que te rías y le des la teta

comas, engordes, te enojes con tu peso

que le escribas poemas

que le cantemos canciones de cuna,

que tu miopía no sea problema

y distingas el color de sus ojos.

Y es que ser poeta, está caracterizado en el imaginario social como el oficio de la sobrevivencia:

Contar monedas

Este flaco de alambres que soy

a veces se enamora de ti

de las frutas que crecen en tu patio.

Ando siempre con mis propios pies y no puedo

                                                           quejarme

pero en las noches reviso los bolsillos de mis pantalones

y cuento las monedas que me quedan

porque hay que recibir al día siguiente.

A veces este que soy se enamora

entonces las tripas le suenan,

se retuercen y eructa

y se le hace agua la boca;

pero no puedo invitarte un café

y se me arruga la garganta

hasta que el sol se pone

y regreso otra vez derrotado

contando las monedas para el día siguiente…

Un literato que se reafirma poeta, donde la sensibilidad es una forma de vida, una religión donde la liturgia es ponerse en los pies del otro, mirarse a sí mismo en los ojos de quien tenemos al frente y a nuestro lado, tender la mano a quien por cronología la tiene más pequeña:

Caen los niños en la calle

siguiendo el paso a los adultos

quienes igual caen aun cuando no caen.

Versos de la solidaridad, de creer en los nuestros, de oficiar con el canto a la hermandad. Escribir líricas afectivas es un oficio que la mayoría de las veces no paga en metálico, Ennio Tucci lo vive, lo padece, lo sabe, y nos tributa con el furor del corazón.

Ricardo Romero Romero |@ItacaNaufrago | artedeleer@yahoo.com

Ennio Tucci (Mérida, 1986)

Poeta, docente, editor. Miembro del Grupo Musaraña en Coro. Obtuvo el premio del Concurso Rafael José Álvarez de la Universidad Francisco de Miranda en sus menciones Poesía y Cuento (2007 y 2009). Coeditor de la antología arbitraria Me Urbe. Venezuela - Chile (2011). Aparece en la selección de "Joven poesía venezolana"de la revista Poesía (2011) y los libros colectivos Antología de la cueva (2006), Esta  Bolero es nuestra (2008), y el Cuadernillo de poesía. Nueva voces (2010). Autor de Tiran piedras los niños (2009).

Tucci, E. (2012). A quién hay que matar para vivir. Ediciones Madriguera

Descárgalo gratis:

http://www.edicionesmadriguera.com.ve/2016/05/libro-quien-hay-que-matar-para-vivir-de.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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