Psicosoma | Masculinidades

A Nomar Oporte B.

 

05/03/2024.- En un mundo androcéntrico y homofóbico, qué difícil es ser mujer, y más difícil es todavía el recrear, con visión feminista, perspectiva de género y LGTBIQ+, la condición humana, que sigue encorsetada al machismo patriarcal. Emulando a Simone de Beauvoir: el hombre no nace, llega a serlo, como nosotras, y, aunque se avergüencen, nosotras "los parimos". Nada tenemos que ver con esa historia de que salimos de la costilla de Adán. Vayamos con todo: cambiemos paradigmas y modelos de masculinidades ortodoxos. Ojalá se muerdan la cola como el Ouroboros y a los camaleónicos "duros de matar" se les agote el veneno.

Es doloroso que el amor en pareja se escurra por entre la esclavitud del patriarcado. No se dan cuenta de que no hay privilegio en el solo hecho de ser hombres. ¿Cuándo seremos nosotros mismos? ¿Cómo aprendemos a ser y a sentirnos? ¿Cómo nos autopercibimos? ¿Cómo construimos espacios de igualdad y reciprocidad, en vez de imaginarlos como una utopía? Ellos, mientras tanto, se identifican negando el mundo femenino a través de frases como "no soy mujer, y menos maricón" o "al hombre no se le toca la cara"…

El cambio de mentalidad es arduo. Amar al compañero amante genera muchas cicatrices. Cómo duele cuando ellos se amilanan, caen, rebotan y huyen con la traición, hacia cruce de caminos, con la jauría de cazadores. Es cuando dejan de ser ellos mismos en búsqueda de metas absurdas. ¡Qué tremenda soledad es verlos atrapados en ese poder que los encarcela y los extingue!

En el mundo colectivo, las estructuras sociales ameritan cambios de creencias, sentimientos, actitudes y conductas en todos los estamentos. En nuestras gestas de mujeres llevamos a nuestras ancestras guerreras e involucramos a la familia. No nos afanamos por figurar o liderar. No estamos curtidas. Imaginamos un sueño compartido porque "la lucha sigue eternamente". Las mujeres somos resilientes y nos ponemos en el lugar de ellos, que ven el poder como control. Aprendimos a no decirles que los conocemos "como si los hubiéramos parido", y menos a sentirlos nuestros enemigos. Estamos en la barca esclava "de los locos", poseídos por supercherías, creencias de "ganadores y perdedores" en el más puro capitalismo salvaje o el cuasifeudalista. Mientras, nosotras insistimos en el matriarcado, con esperanzas en las hijas y los hijos. Somos vigilantes y volamos con nuevas ideas y prácticas de vida.

Todo está en caos. Los hombres se autoengañan y compiten perversamente entre ellos. Se crean corazas y niegan sus sentires. En el bombardeo que les exige ser proveedores machistas, muchos nos son conscientes al saltar para quemar sus alas. El mundo hegemónico los está arrancando de raíz, mientras muchos parásitos y miméticos se acogen a mujeres dóciles que se dejan utilizar en sus caprichos y su poder. Su objetivo siempre es la agresividad y la destrucción, como si fueran un Atila o un Ulises. Pobrecillos, se les corroe la autoestima y beben hasta que el "cuerpo aguante" o ingieren drogas, juegan a la ruleta del sexo, curiosean "mil formas de morir" al volante o viven con las creencias de ser salvadores, cuando ni siquiera pueden con ellos mismos. Da coraje, risa o misericordia ver las decisiones insanas que toman cuando son gobernantes (un Trump migrante y misógino con un racista Milei, ambos chorreando una oscura lubricidad, pues "el cuerpo habla").

Recuerdo lo planteado en talleres de masculinidades, en talleres feministas con visión de género y en los de violencia intrafamiliar o doméstica. Demasiada agua ha corrido bajo el puente. Logré coronar con poetas machistas que pelean por jerarquías, como los militares o la casta curial.

Todo es un verdadero rompecabezas. Sin embargo, caminar con hombres me ayudó a sentir empatía y amarlos, pero ya más nunca a morir por ellos. Me sostengo con las voces chamanas, las voces de las profesoras luchadoras del Mayo Francés, como Elisa Jiménez o Fredzia Torres. Hasta fundamos la cátedra Manuelita Sáenz en Avesa y aprendimos a decir "no". Sin embargo, tengo recaídas por amor, pero hoy, de nuevo, con más años y con espíritu rebelde, noto las "modas teóricas" y observo que el mundo está en implosión, como acá en Costa Rica, conservadora, de doble moral y amante del femicidio, lo que me lleva y me enseña a empoderarme.

Conversar con un hombre de corazón y cerebro integrados es casi una "misión imposible" de lograr, porque los cromosomas de su egocentrismo son casi patológicos. Temen a las mujeres "respondonas" y repiten que "calladitas se ven más bonitas". No nos soportan e inventan mentiras, dramas puteriles y nos marginan. Los compadrazgos neutralizan a mujeres irreverentes. Se sienten dueños de sus grupos y chismean tan descaradamente que da pena el poco valor y estima que tienen para con el ser humano.

Nosotras seguimos, en cambio, en nuestros colectivos, desde nuestras trincheras, con danzas y cantos subversivos.

 

Rosa Anca


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