Tinte polisémico|Indicadores de crecimiento, desarrollo, bienestar...

y buen vivir

08/03/2024.- Concebir las mediciones de crecimiento, desarrollo y bienestar de los países ha implicado la formulación, diseño y construcción de índices o indicadores cuantitativos que expresen los niveles o grados alcanzados en tales parámetros; pero, además, sus alcances, perspectivas y contenidos han atravesado por varias etapas.

En las últimas décadas del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, se identifica la primera fase como aquella que se enfocaba fundamentalmente en aspectos económicos. Los especialistas se centraban en cuantificaciones objetivables. Así destacaríamos: el PNB (producto nacional bruto), de Harrod y Domar, 1950; coeficiente de Gini, de Corrado Gini, 1950; necesidades básicas insatisfechas, de la Cepal (Comisión Económica para América Latina), 1960; índice de calidad de vida física (ICVF) o physical quality of life index (PQLI),1970.

La segunda etapa está asociada al Consenso de Washington, donde resaltaríamos: Agenda 21, del Informe Brundtland, 1980; índice de bienestar social (IBS), Comisión Sur, 1990; índice de desarrollo humano (IDH) o human development index (HDI), 1990, Amartya Sen y PNUD; índice de capacidades básicas (ICB), por Social Watch, Amartya Sen, 2000; índice de pobreza multidimensional (IPM), por el PNUD, 2010. En este período, las dimensiones sociales y políticas alcanzan un papel relevante en la medición del desarrollo. Particularmente con el IDH, sin embargo, se incorporan dimensiones demográficas en la cuantificación del avance alcanzado por los países.

Un tercer momento, que comienza en el primer decenio del siglo XXI y se encuentra en pleno avance —llamándose a esta época posdesarrollista—, está marcada por profundas críticas al concepto de desarrollo y sus implicaciones. Se amplían y diversifican las dimensiones con respecto a la década anterior, se incorporan percepciones subjetivas y el concepto de bienestar representa más que indicadores objetivos.

Influye notablemente en esta fase la conferencia titulada Más Allá del PIB (Beyond GDP Conference), celebrada en 2007 con el apoyo de la Comisión Europea, el Club de Roma, y el World Wildlife Fund (WWF) y la Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y Progreso Social (CMDEPS), también conocida por los apellidos de quienes coordinaron el documento: comisión Joseph Stiglitz / Amartya Sen / Jean-Paul Fitoussi.

En esta última etapa han tomado relevancia cinco índices o indicadores, a saber: índice de prosperidad de Legatum o Legatum prosperity index (LPI); índice de progreso social o social progress index (SPI); development sustainable economic assessment (SEDA); Informe Mundial de Felicidad o World Happiness Report (WHR); sustainable society index (SSI) o índice de sociedad sostenible (ISS).

Ahora bien, el LPI mide la prosperidad, definiéndola como la felicidad, la salud y la libertad. Se considera la prosperidad, por tanto, como multidimensional, a partir de 8 subíndices y 89 variables. Combina indicadores objetivos y subjetivos.

El SPI define el progreso social como la capacidad de una sociedad para satisfacer las necesidades básicas humanas, mantener la calidad de vida y crear condiciones para que los individuos alcancen su máximo potencial. Lo integran 54 indicadores agrupados en 3 dimensiones y 12 subdimensiones.

Prosiguiendo con el SEDA, es una herramienta que proporciona un diagnóstico sobre cómo los países transforman sus riquezas en bienestar. Como índice multidimensional, mide tres elementos con 10 dimensiones y 54 indicadores; considera el crecimiento y mide su avance relacionándolo con el ingreso, la estabilidad económica y el empleo. El segundo son las inversiones en salud, educación e infraestructura. El tercer elemento trata sobre la sustentabilidad ambiental y la inclusión social.

Abordamos seguidamente el Informe Mundial de la Felicidad, que adopta las recomendaciones planteadas en los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), los cuales incluyen metas de bienestar subjetivo y afecto positivo, para contribuir con las políticas públicas y cuantificar el progreso de los países. Considera los niveles de satisfacción individual, familiar y amistades, y comunitario o de vecindad en términos de confianza y empatía, y a nivel nacional, sus instituciones y la calidad de las normas sociales. Toma en consideración 6 variables: PIB, percepción de corrupción, esperanza de vida, apoyo social, generosidad y libertad de elegir.

Por último, el índice de sociedad sustentable (SSI, por sus siglas en inglés), no constituye un índice estadístico, sino que representa un set de indicadores conformado por 3 componentes o dimensiones: bienestar humano, bienestar ambiental y bienestar económico. Los dos primeros representan metas o fines, mientras que el tercero es una condición que soporta los dos primeros. Además de las 3 dimensiones, consta de 7 subdimensiones y 21 indicadores, entre mediciones sociales, ambientales y económicas. Todos los indicadores son objetivos de resultados y de acceso.

A manera de conclusión, el enfoque cuantitativo-economicista dejo de tener pertinencia para explicar, por ejemplo, cómo el producto interno per cápita arroja información insuficiente sobre la situación del grado de bienestar de una nación, cuando simplemente divide el PIB (producto interno bruto) entre el total de la población de un país. Incorporar parámetros o dimensiones sociales, económicas, ecológicas, políticas, entre otras, dota a las mediciones de desarrollo de mayor profundidad y rigurosidad para el análisis del nivel de avance alcanzado por una sociedad en particular.

Como toda ciencia, en especial las sociales, no pueden evitar los sesgos de subjetividad de quien las produce. No existe la neutralidad. Siempre subyacen intereses. Históricamente, según la evolución presentada, se pretendía alcanzar, en un principio, propender a la recuperación de la posguerra, luego presentar los beneficios y proponer las bondades del estado del bienestar (welfare state); y, más tarde, en el mundo bipolar, evitar la expansión del comunismo. Recientemente, buscan atender las perspectivas de la sustentabilidad ambiental interesada o desde las perspectivas de los denominados países del primer mundo. Y en la contemporaneidad, a la luz de una geopolítica que se orienta a la multipolaridad multicéntrica, y desde el sur global con criterios decoloniales, tenemos el desafío de manera autóctona, nacional y regional, de medir el vivir mejor, teniendo por azimut la sustentabilidad real de la biósfera y de nuestro planeta.

 

Héctor E. Aponte D.

tintepolisemicohead@gmail.com


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