Caraqueñidad|Pediatra Manuel Álvarez Gómez recibe Orden Manuel Gordon
A sus 102 años lo consideran el Athos de la medicina criolla
11/03/2024.- Manuel Álvarez Gómez, el único sobreviviente de la promoción "Vargas" de médicos egresados en 1946 de la UCV, por su afición a la literatura romántica, a la vida y obra del Libertador Simón Bolívar y a su carácter noble y de verdadero arrojo para imponer justicia social a través de sus acciones y su entrega deontológica, es considerado por sus allegados y, sobre todo, por sus hijos, el Athos de la medicina y la vida. Ese mosquetero, hoy, con 102 años, es meritoriamente reconocido por la Facultad de Medicina de la UCV y la Sociedad de Puericultura y Pediatría con la Orden Manuel Gordon, acto al que se suman la Escuela Luis Razetti, la Sociedad Venezolana de Salud Pública y la Academia de Medicina.
La comparación del centenario Manuel con uno de los valientes protagonistas de Los tres mosqueteros —su novela predilecta, producto de la versátil pluma de Alejandro Dumas— se debe a su nobleza e incólume convicción de luchador social. Nada que ver con los aspectos licenciosos en los que incurría el novelesco personaje.
El doctor Manuel Álvarez, hijo menor y único varón —antecedido por cinco hermanas—, afronta con apenas cuatro años la pérdida de su madre, lo cual suma más rudeza a lo vivido en esos días del gomecismo. Tres años más tarde, desde su Upata natal, empieza a enterarse de las vicisitudes de los jóvenes de la Generación del 28. Ellos enfrentan el régimen, so pena de purgar cárcel en La Rotunda, en Puerto Cabello, desde el exilio y muchos desde otro plano. Ese es el entorno de su infancia y adolescencia.
El ejemplo de su padre, Manuel, quien también estudió Medicina —se graduó en 1938 en la promoción "Vicente Peña", con más de cincuenta años de edad, debido a que la viudez retrasó sus estudios—, le dio fortaleza para proponerse metas y, como Athos, seguir con disciplina coronando sueños. Así conquista la felicidad en el hogar que conforma con su prima "Enriquetica". Fue un matrimonio decidido por sus ascendentes, como acostumbraban algunas familias de aquella Venezuela aún semirrural. Ella fue su única "Duquesa", con la que trajo al mundo a Manuel, pediatra y siquiatra; Rafael, ginecobstetra, y María Enriqueta, internacionalista. Ellos le dieron cuatro nietos.
Su nueva residencia de Caracas —de Esmeralda a Mirador, en La Candelaria— y su paso por el liceo Andrés Bello, donde se recibió como bachiller, sin dudas, forjaron sus indoblegables propósitos. Llegaron los días de la real amistad con sus inseparables Pedro Antonio González Mijares y José Manuel Ibarra —a la postre, su compadre—, quienes también siguieron el sendero de los estudios en el área de la salud.
En ocasiones de sano ocio, los pasillos de Medicina de la UCV fueron sus estadios imaginarios, donde jugaban con pelotas de adhesivo, quizás persiguiendo sueños paralelos: emular al Patón Carrasquel, Chucho Ramos o Terremoto Ascanio, únicos grandeligas criollos antes de los años cincuenta. Aunque él, Manuel, tenía su destino marcado por la influencia de su profesor de Anatomía, Pepe Izquierdo, apóstol de la disciplina y la ética.
El pasatiempo compartido con los estudios pasó al billar, las bolas criollas, el dominó y uno que otro güisqui social, evento que compartía todos los fines de semana junto a su familia y a sus amigos, los también doctores Ernesto Figueroa Perdomo —considerado su hermano mayor—, Román Duque Sánchez y Luis Alberto Ramírez Corredor.
Ahora sí, ese Athos de la medicina criolla podía enarbolar su grito imaginario: "Todos para uno y uno para todos". Afinó estratégicos touchés al blandir simbólicamente la espada de Bolívar —su ídolo real— y el florete de Athos. Siempre desenvainó para dar vida desde su función médica. Sus batallas formativas fueron en Brasil, Guatemala, Panamá, Chile, Argentina, México y Francia. Sus enseñanzas se plasmaron en papel, como coautor del Compendio de Puericultura y Pediatría, y en infinidad de artículos en revistas especializadas. Atesorado ese performance en su muy personal Bastilla, ejerció la jefatura de los principales institutos de Puericultura y Pediatría del país, a lo que suma incontables años de docencia.
Aunque su Rochelle —como logro más preciado—, además de forjar su familia bajo el ideario del Libertador, es la creación del Programa Alimentario Materno Infantil (PAMI), con el vaso de leche obligatorio para los niños en las escuelas públicas. Se supone que las generaciones sucesivas, con el paso del tiempo, deberán emular o quizás superar esta causa de un justo mosquetero.
Luis Martín