Micromentarios | Ciego amor

12/03/2024.- Barbad y Sarah eran niños cuando se vieron por primera vez. Él tenía siete años y ella seis. Aunque residían en la misma calle, nunca se habían visto, pues ninguno estaba consciente de la existencia del otro.

Su historia juntos se inició cuando sus ojos se encontraron. Mientras él mantuvo la mirada altiva, ella bajó la suya, para alzarla de nuevo cuando creyó que él había dejado de verla. Pero no. Allí estaban los ojos de Barbad, fijos en ella, como quien descubre una nueva estrella en el cielo.

Sarah y Barbad empezaron a inventar motivos para estar juntos, pero eran muy niños todavía y nada de lo que planeaban resultaba creíble. Pronto sus padres advirtieron lo que sucedía. En vista de ello, las dos familias comprometieron a sus hijos en matrimonio.

Esto, en vez de acercar más a los enamorados, los alejó, pues no se les permitía estar a solas. En los siguientes años, solo tuvieron ocasiones de hablar cuando sus familias se reunían en las fiestas.

El tiempo fue pasando hasta que un día Sarah oyó a su padre hablar con el padre de Barbad en torno a ellos. Se enteró de que ambos habían renovado el compromiso y preparaban la boda para una fecha próxima.

Quiso hablar con Barbad, pero no le fue posible. La mezcla de rabia y frustración la hizo llorar y, para secarse las lágrimas, se frotó los ojos con las manos. No lo supo ni lo sabría jamás, pero unas bacterias pasaron de sus manos a sus ojos.

A la mañana siguiente, Sarah sintió un leve hormigueo ocular que se intensificó a lo largo de una semana. Al séptimo día, cuando despertó, no pudo abrir los ojos. Estaban rojos y sus párpados se hallaban muy inflamados. El padre ordenó que fueran en busca de un médico, pero, cuando este llegó, ya era tarde. Su diagnóstico fue: oftalmia egipcia. Hoy la llamamos tracoma.

Sarah se había quedado ciega.

En vista de su situación, Sarah señaló que, tal como se encontraba, no podría casarse y que tendría que deshacer el compromiso.

Al enterarse, Barbad se cubrió los ojos con una venda y, alegando que padecía una fuerte oftalmia, se hizo acompañar de un criado que lo condujo del brazo por la calle. Durante los siguientes días, Barbad mantuvo la venda sobre sus ojos, pero cuando una mañana la quiso retirar, descubrió que su fingida oftalmia se había hecho real y también estaba sumido en una ceguera permanente.

Por tal motivo, Sarah no insistió en romper el compromiso y aceptó que se realizara el matrimonio. La boda fue fastuosa, como correspondía a las familias de los novios. Pero no hubo alegría, ni música, ni risas, ni bromas a los contrayentes.

Al cabo de veinte años de matrimonio, Sarah murió y, durante su entierro, tuvo lugar un gran prodigio. Al momento de depositarla en la tierra, Barbad retiró la venda de sus ojos y pudo contemplar el cuerpo inmóvil. Refirió entonces que jamás había estado ciego, que su falta de visión había sido fingida.

—Yo no quedé ciego —explicó—, pero quise pasar por tal para que mi compañera no se sintiera inferior en mi presencia.

 

Armando José Sequera


Noticias Relacionadas