Punto y seguimos | Tiempos ridículos

Cuando la vaciedad se impone, las sociedades colapsan

12/03/2024.- Está de moda el ridículo. Al amparo de la "positividad tóxica" y de la deformación de conceptos como autoestima o aceptación, se han desdibujado los límites de lo socialmente aceptable. Esto es visible en la esfera de lo público y de lo político, donde, por supuesto, las formas de acercarse y tratar a los gobernados están más que estudiadas. Esto que —con un poco de sentido común— nos parece una proliferación absurda de políticos que parecen rayar en el delirio, muchas personas no lo perciben así. Si no, veamos el caso de la Argentina de Javier Milei.

No son casuales los años de valoración positiva del ridículo y la exposición. Los likes, los comentarios y las interacciones en redes sociales equivalen a dinero y si este se consigue subiendo contenidos donde la payasada, la vacuidad, la vulgaridad, la banalidad, la tontería y hasta el descaro son fuente de ingresos y de reconocimiento, es incluso comprensible que una gran cantidad de personas considere que bien vale la pena intentarlo y rendirse a la falta total de vergüenza que pulula en el universo de internet. Si nadie ve el problema, ni tampoco lo considera penoso, no debería sorprenderle a nadie, a la hora de elegir gobernantes, que se vote por el que más se parezca a la nueva norma. Por supuesto, esta es apenas una arista de un problema radicalmente más complejo, pero bien vale la pena poner atención.

¿Realmente puede sorprender que sociedades con el sentido crítico minado opten por ser dirigidas por payasos aparentes o payasos reales? En contextos de crisis, devaluación, destrucción del valor real del conocimiento y la formación, ninguneo de la educación formal, falta de retribución económica a la investigación y la ciencia, poco o nulo interés en el fomento del pensamiento crítico y el debate, es esperable la propensión a elegir representantes cínicos, histriónicos, descarados y "jocosos".

Más vale un loco con las "botas puestas" que prometa cosas radicales y puntuales (mejor si habla de anular los males ajenos) que cualquiera que sea "más de lo mismo". Las razones detrás de los personajes, su construcción, su narrativa y su puesta en escena no son analizadas. No importan. Y no lo hacen porque, culturalmente, pareciéramos no estar en los tiempos de la razón, sino de la emoción. Hay hartazgo y se quiere un show para olvidar. No importa que el espectáculo conlleve la destrucción de todo lo que es relevante, incluyendo la dignidad de las magistraturas, la personal y la colectiva.

¡Qué vacilón el TikTok del Presidente! ¿Vieron los tuits de tal gobernador diciéndole groserías a un usuario? ¡Ahí va Milei con la motosierra! ¡Plomo y mano dura como Bukele, que va a arreglar hasta Haití! Ninguna o poca diferencia con los comentarios del OnlyFans de la vecina, o los vídeos del sobrino mostrando cómo combinar un outfit de pijama, o la conocida que postea sobre la forma de manifestarle tus deseos al universo. Banalidad y simplismo. Pan y circo. Más circo que pan.

 

Mariel Carrillo García


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