Palabr(ar)ota | En pro de José María Núñez de Cáceres

28/03/2024.- Uno de nuestros más notorios olvidos —olvido rayano en la injusticia— tal vez sea el abandono en que ha quedado la vida y obra de José María Núñez de Cáceres, escritor venezolano del siglo XIX.

Ese olvido es de tal magnitud que los escasos lectores de esta columna seguramente se preguntarán: ¿y ese quién fue? Pues precisamente de ese desconocimiento va el asunto.

Para efectos de la posteridad, José María Núñez de Cáceres nació con la mala estrella de tener un padre también escritor y figura notable, en Latinoamérica, durante los movimientos independentistas de los entonces territorios de la corona española.

José Núñez de Cáceres padre fue el primero en iniciar un intento fallido de declaración de independencia de Santo Domingo. En su camino al exilio, el padre de nuestro personaje aterrizó, nadie sabe cómo, en Maracaibo, y tal parece que el mismo año de su llegada nace su hijo homónimo, salvo por el María, en La Concepción, poblado aledaño a Maracaibo, que en aquellos tiempos no habrá tenido más de dos casas y un corral de chivos.

Hay un bache en el transcurrir de esta historia. Y es que el padre de nuestro escritor se retira a México en 1827, después de haber colaborado con José Antonio Páez en los primeros escarceos por separar a Venezuela de la Gran Colombia. En ese momento se pierde el rastro de José María, quien entonces tendría cinco años. No está claro si él y su hermano Pedro viajaron con sus padres o permanecieron desde entonces en el país.

Lo cierto es que José María vivió en Venezuela, después de formarse en Alemania, por el resto de su vida. Con un currículum académico verdaderamente impresionante, dejó además una interesante obra de creación literaria. El diccionario de historia de Venezuela de la Fundación Polar señala que: "El Cojo Ilustrado, a partir de 1893, publicó por entregas un poema épico, La venezolíada, e inició la publicación de La cachurriada o Las metamorfosis de Oviedo, poema satírico donde estigmatiza los vicios del continente americano".

Por alguna razón no se nombra allí la que sin duda es su mejor obra, llena de un humor punzante y escatológico y que mantiene una actualidad que la hace merecedora de ser reeditada y puesta al alcance de los lectores de nuestra época.

Los nuevos Petrarca y Laura o Sonetos alegóricos a Petrona es la obra bizarra, en el sentido que se le daba a ese término en las historietas de Superman, de un personaje que por lo demás encarna la extrema formalidad y la ortodoxia de una sociedad atrincherada en prejuicios y normas de urbanidad. De los Sonetos alegóricos a Petrona puede decirse que es un libro en el que Núñez de Cáceres se suelta el moño y escribe para lectores, seguramente sus amigos más cercanos, dispuestos a disfrutar del talento del escritor para el doble sentido y la abierta vulgaridad, al tiempo que conserva inmaculada una forma tan exigente y clásica como el soneto.

Imposible, llegados aquí, dejar de asociar a Núñez de Cáceres con aquel Francisco de Quevedo que mientras enriquecía la lengua castellana con lo mejor de la poesía barroca, se daba tiempo para escribir aquella picardía concretada en Gracias y desgracias del ojo del culo.

Del mismo modo, el políglota que no solo hablaba, sino que escribió métodos de enseñanza para el alemán, francés e italiano; gramáticas latina, griega y alemana; historia de la literatura inglesa y quién sabe cuántos otros libros de los que solo nos han llegado las referencias, se da tiempo para una boutade compuesta nada más y nada menos que por doscientos nueve sonetos, cuyo contenido habrá hecho sonrojar a más de un alma buena.

He aquí dos tercetos como muestra fugaz del talento de Núñez de Cáceres:

Tu vientre llano y liso, allí es mi gloria;
tus blancas piernas, donde vivo y muero,
tu pie chiquito, donde pierdo el seso.

Mas donde me falta la memoria
y no sé comparallo como quiero
es en lo que es mejor que todo eso.

 

Cósimo Mandrillo


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