Vitrina de nimiedades | Evasores de noticias

El fenómeno pone de cabeza al periodismo

Leer, entrar en desespero y pasar a otra cosa. Escuchar y aguantar las ganas de provocar polémica. Ver un video y darle al botón de “Pausa”. Escribir un mensaje, reescribirlo y borrarlo… Así se actúa cuando ciertos temas de impacto social se hacen inmanejables e incomprensibles. Están ahí, pero es mucho más tentador mirar a otro lado y fingir magistralmente demencia. La reacción, sin embargo, agarró a más de uno fuera de base: nacieron los evasores de noticias.

 

El fenómeno pone de cabeza al periodismo, una práctica profesional ideada para satisfacer la necesidad de conocer qué pasa en el entorno, conectarnos, aportar elementos para el diálogo social y darnos herramientas para decidir. Su expresión fundamental es la noticia, cuya noción de novedad es parte de nuestra cotidianidad: quien no haya dicho alguna vez “Hey, te tengo noticias” que lance la primera piedra. Pero si hoy a más personas les interesa cada vez menos saber qué pasa, ¿de dónde viene ese deseo deliberado de ignorar los relatos sobre la realidad?

 

La discusión, sin embargo, no es tan amplia como se espera –bueno, andamos en una de evitar cosas embarazosas, ¿no?–, pero algunos actores del hecho comunicacional ya generan alertas. Un ejemplo es el Instituto Reuters: en el Digital News Report de este año, un estudio elaborado en doce países de América, Europa y Asia, cuyos resultados fueron divulgados en junio, se indica que 38 % de 93.000 consultados evade noticias, cuando en 2017 ese indicador rondaba el 29 %. Particularmente, destaca Brasil, donde 54 % de los usuarios encuestados evita los contenidos noticiosos.

 

No es gratuito que una institución financiada por una empresa vinculada a las corporaciones mediáticas, como lo es Thomson Reuters, repare en esa situación, que puede comprometer la naturaleza de su negocio. El mercado de medios atraviesa por una transformación densa, vertiginosa y un tanto impredecible por dos razones: el cuestionamiento a la credibilidad de las organizaciones informativas y el cambio en la relación con las audiencias. Ahora, los usuarios pueden elegir qué quieren saber y también pueden decir: “¡Para!, no me interesa enterarme de eso”. La realidad, en ocasiones, no es tan atractiva como la ficción.

 

Tampoco son gratuitas las razones para que las personas no quieran saber nada de las noticias. La infoxicación aún vivida en pandemia, la dificultad para manejar la ansiedad provocada por eventos conflictivos y el deseo de evitar discusiones están en la lista para pasar de largo frente a las novedades de este mundo que nos toca vivir.

 

Podemos agregar otros factores, como la complejidad de adaptar las prácticas periodísticas a un mundo donde la información viaja a la par de chistes, publicidad, retos de Tik Tok, fake news, peleas virales y otros contenidos que, por divertidos, impactantes, polémicos y hasta amarillistas, parecen tener más gancho frente a temas de impacto económico, político y social, que ameritan una mirada en conjunto de lo que ocurre.

 

Por estos días, cuando la agenda informativa de nuestro país está marcada por el robo de los activos de Venezuela en el exterior y exigencias en el campo salarial, vale preguntarse cómo se habla de estos temas sin desdibujarlos ni desvincularlos, con un enfoque inclusivo, que apunte al consenso y al diálogo público franco, ese que muchas veces imposibilitan las redes sociales. Quizás, no está en el hecho sino en la forma en que se cuenta la razón de ser de los evasores de noticias.

 

 

Rosa E.Pellegrino


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