Luisana: "La música tradicional es mi norte"
"Desde vals hasta ritmos afrovenezolanos ofrece en su segunda producción discográfica"
Rocío Cazal
Luisana salió de las grandes Voces Risueñas de Carayaca, de donde nunca se ha ido, pero en solitario (y acompañada de grandes músicos) también ha continuado difundiendo lo aprendido, siempre apegada a nuestra música tradicional.
Así lo demuestra en Canciones tras la huella del Caribe, su segundo disco lleno de ritmos venezolanos.
Acá nos cuenta de qué trata esta nueva producción discográfica y sus próximos proyectos.
—¿Por qué el título Canciones tras la huella del Caribe para este disco?
—Porque es un cancionero, valga la redundancia, o un repertorio que tanto en lo poético como en lo musical contiene trazos de esta esencia caribeña.
Surge, en principio, como un concierto a finales de 2018. De hecho, estaba volviendo a los escenarios con una propuesta nueva y, entre otras cosas, también quería cantarle al Caribe como yo lo percibo y lo veo. Aquí puedes encontrar géneros afrovenezolanos, como también puedes encontrar un vals, pero lo interesante es que, tanto en lo poético como en lo musical, el disco contiene esta sonoridad y estos trazos caribeños que son característicos de mucha música de nuestras costas venezolanas.
—¿Qué otros ritmos encontraremos en este disco?
—Es un disco bien variado, bastante ecléctico dentro de esta forma de ver y de querer expresar el Caribe. Entonces, vas a encontrar un tambor de Caraballeda, una gaita de tambora, un bolero, una danza, un son, un merengue venezolano y también nos vamos a pasear por una jota oriental de la península de Paria. Son géneros propios de nuestro Caribe.
Estamos acostumbrados a que el Caribe sea salsa, rumba, pero nosotros los venezolanos tenemos nuestra propia música y géneros.
La idea de esta producción también fue combinarlos con otras sonoridades y otras tendencias más urbanas, que fue responsabilidad de cada arreglista que participó en esta producción musical. Ahí está el toque de cada uno de ellos.
—¿Qué diferencia hay con tu primer disco Luisana como la espiga?
—Este es un concepto más caribeño, el otro era más acústico, aunque el formato se parece mucho, musicalmente hablando. Pero siento que en esta producción arriesgamos un poco más al incluir otro tipo de sonoridades en la instrumentación. Por ejemplo, este es un disco que tiene temas con guitarra eléctrica, cosa que hace ocho o diez años yo nunca hubiese pensado incluir, pero creo que el arte se va transformando a través de los años y creo que fue una excelente idea.
Este es un disco que tiene más temas enfocados hacia la música caribeña venezolana. Aquí yo también toco armónica. Incorporamos, también, en otros temas, la guitarra de siete cuerdas, que es un instrumento que se ejecuta en Brasil y que Javier Marín aprendió durante nuestra estadía allá.
La diferencia es de sonoridad y de concepto. También escribí algunas letras, algunos versos, y tuve la oportunidad de participar un poco más en el proceso creativo de este disco.
—Pasaste de Toma chocolate a Boquita de agave dulce. ¿Te identificas con esos sabores?
—Me encanta el chocolate y me encanta el cocuy de penca, porque además los dos son venezolanísimos. Toma Chocolate es un tema de amor, un merengue de Pedro Marín.
¿Cómo pasamos a Boquita de agave dulce? Bueno, cuando estábamos con este concepto de cantarle a nuestro caribe venezolano, hay algo que nosotros compartimos con México, sobre todo la parte baja, donde está Veracruz, que también es Caribe.
De hecho, me han dicho que Boquita de agave dulce tiene un zumbado mexicano y es posible que sí, porque musicalmente compartimos mucho con México y en lo gastronómico también tenemos el agave de coco, mientras que ellos tienen el agave azul.
Quisimos también darle importancia a nuestro cocuy de penca, esta planta maravillosa, y todo lo que sucede en torno a ella en las fiestas, en lo gastronómico y en lo cultural.
—¿Seguirán haciendo fusiones?
—Nuestra música es bastante fusionada, que tiene su origen en la raíz tradicional porque siempre nuestras bases rítmicas están inspiradas en los géneros venezolanos: en el merengue, en algún tambor, en el vals. Pero es música que no es de raíz como tal. Claro, es venezolana, obviamente, pero ya es bastante fusionada.
Creo que con este disco se logró una transformación, un producto diferente. Y, sí, he coqueteado con otros estilos. De hecho, actualmente tengo una propuesta de música brasilera.
Estamos buscando proyectar un poco más el choro brasilero, que es un género que no es tan famoso en Venezuela ni en otros lados del mundo. En Brasil sí es mucho más conocido el choro, el chamba, más que el MPB, que es lo que se asemeja un poco a la onda nueva que se generó aquí con el maestro Aldemaro Romero. La música tradicional es mi norte.
—¿Qué proyectos tienes con las Voces Risueñas de Carayaca?
—Sigo apoyando a Voces Risueñas de Carayaca desde lo formativo; incluso de la forma como yo aprendí, lo hago con mis hijos. Ellos forman parte activa de la agrupación y están dando sus primeros pasos como aprendí yo.
El grupo está en época de renovación. Hay mucha gente nueva, muchachos jóvenes y uno está siempre observando a los chamos para que tengan este contacto y que, además, se enfrenten a la música, no desde la competencia sino más bien desde el compartir, el aprendizaje en familia, que es lo que caracteriza a este grupo.
—¿Qué otros proyectos tienes próximamente?
—Tengo varios proyectos, como el que te nombré: el proyecto de la música brasilera. De hecho, el 8 de octubre hacemos una presentación en Otazu Bar, en Galería Los Naranjos.
También tengo el proyecto Solsticio, que hago con mi hermana Ariana Pérez y que también está enfocado en difundir manifestaciones bien de raíz de todo lo que es La Guaira.
También está una canción que va a formar parte del soundtrack de la película del Agave Cocuy de Héctor Puche, pero esta es una composición de Rafael Salazar.
Sigo dando clases de canto y también sigo con la Sinfónica Municipal desarrollando la parte académica como fagotista.
CIUDAD CCS