Hablemos de eso | Para leer en el Día de la Resistencia Indígena

Caonabó, cacique taíno, pudiera señalarse como el iniciador de la resistencia indígena

09/10/2022.- Le leo esta nota a mi hijo de 21 años y me dice que nunca había oído hablar de ello. No es para horrorizarse. Tampoco cuesta demasiado que se lea, entre otros textos, en las escuelas y hasta en las familias, a propósito de los “trabajos escolares” que seguramente se asignarán alrededor del 12 de octubre.

Colón apuntaba en su diario la cordialidad con que fue recibido. No faltaban en estas tierras la confianza y la generosidad. Pero su interpretación de esa cordialidad la asocia con debilidad:

Esta gente es muy símplice en armas, como verán Vuestras Altezas de siete que yo hice tomar para llevarles, para aprender nuestra fabla y volverlos, salvo que Vuestras Altezas cuando mandaren puédenlos todos llevar a Castilla o tenerlos en la misma isla cautivos, porque con cincuenta hombres los tendría a todos sojuzgados y los hará hacer todo lo que quisiere (escribía el 14 de octubre de 1492).

No obstante, la especulación de tal indefensión no se compadeció con la realidad.

Caonabó, cacique taíno, pudiera señalarse como el iniciador de la resistencia indígena, al incendiar el primer asentamiento español en América, llamado Fuerte la Navidad. Al regreso de Colón, Caonabó fue apresado y según algunas fuentes muere al naufragar la nave donde le llevaban. Colón califica, por supuesto, a Caonabó de “tirano y cruel”, como si ellos fueran unos angelitos, que recompensan la amistad ofrecida con la oferta de entregarlos como esclavos por lo fácil que resultará someterlos. La mujer de Canoabó era Anacaona y fue asesinada posteriormente, pese a sus esfuerzos por establecer una convivencia pacífica con los invasores. Uno de los sobrevivientes de la llamada masacre de Jaragúa, producto de la cual había sido capturada, torturada y ejecutada Anacaona, fue Hatuey.

Hatuey logra escapar a Cuba. Entró en contacto con las distintas comunidades taínas del oriente cubano y les aconsejó que se preparasen para la lucha contra los españoles. Bartolomé de Las Casas, le atribuyó a Hatuey el siguiente discurso, mientras mostraba a los taínos de Caobana una canasta de oro y joyas:

Este es el Dios que los españoles adoran. Por estos pelean y matan; por estos es que nos persiguen y es por ello que tenemos que tirarlos al mar... Nos dicen, estos tiranos, que adoran a un Dios de paz e igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Ellos nos hablan de un alma inmortal y de sus recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres, violan a nuestras hijas. Incapaces de igualarnos en valor, estos cobardes se cubren con hierro que nuestras armas no pueden romper.

La estrategia de Hatuey fue la de atacar, a manera de guerrilla, y después dispersarse a las lomas, donde se reagrupaban para el siguiente ataque. Por cerca de tres meses las tácticas de Hatuey mantuvieron a los españoles a la defensiva, asustados de dejar la fortaleza de Baracoa.

La perseverancia de Hatuey le impone a Diego Velázquez una persecución en aras de acabar con un ejemplo que debía, para seguridad de la metrópoli, transformarse en escarmiento. Cuentan que, traicionado por uno de sus seguidores, Velázquez logra capturarlo, lo juzgaron como hereje y rebelde; el 2 de febrero de 1512 fue quemado vivo.

Cuando estaba a punto de ser quemado, un sacerdote le ofreció convertirse en cristiano antes de morir para subir al cielo. Hatuey le preguntó si los españoles también iban al cielo, el padre contestó que sí y el cacique respondió: "No quiero yo ir allá, sino al infierno, por no estar donde estén y por no ver tan cruel gente".

Humberto González Silva


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