11/04/2024.- Después de muchos años, entre 10 y 15 años coincidentemente hoy en que le escribo esta carta, este amigo del prólogo me envió un mensaje de texto, preguntándome si me podía incluir en un grupo virtual sobre la ecología. Le dije, que sí, era con lo menos que podía retribuir aquella afrenta. No sé si el compañero del mundo cultural y ecológico seguiría escribiendo, solo me deletreó su nombre PG en el mensaje de texto que me envió, y le agregó algo que ninguno de los dos olvidaríamos: “el del antiprólogo”. Ahí supe inmediatamente quién era. Y por aquí, con su permiso poeta aprovecho para pedirle disculpa a este compañero por toda esa incomodidad que supongo le causé, además de darle las gracias por haber aceptado muy inteligentemente mi soberbia de principiante, y que afortunadamente aún seguimos siendo amigos. De lo contrario, seguramente me hubiese pasado como a Pablo Neruda que lo cosieron a golpes y patadas por todo el cuerpo cuando fue a entrar a un bar cantina que se le antojo en el camino, tal cual como lo narra en sus memorias Confieso que he vivido. Lo que no aclara allí es cuál fue la causa de la embestida. A lo mejor un verso de amor del libro 20 poemas y una canción desesperada con el cual causó un gran despecho, la pérdida de un gran amor o quizás un prólogo mal hecho. Lo cierto es que Neruda quedó casi discapacitado, hasta el punto que el médico le recomendó usar muletas, las cuales no aceptó. Es muy probable que de ese percance haya salido uno de los versos lapidarios suyos digno de una Ars poética: “La poesía no necesita muletas”. Al tiempo de haber hecho ese antiprólogo leí de Jorge Luis Borges que uno puede saber con facilidad cuándo no es poesía algo escrito, pero sí es casi imposible determinar cuándo es poesía. Eso posiblemente me reivindica, y al amigo del antiprólogo también.

Quisiera agregar con la mayor sinceridad posible poeta, que esta narrativa que he hecho en esta carta dirigida a usted, no es un alarde de conocimientos para que sugeridamente influya en la decisión de aceptar hacer el prólogo a mi libro Los sum sun verdi (acercamiento interior). Hasta pareciera esotérico el nombre del libro, pero no lo es, apenas trata de la propuesta de continuar un mundo ancestral que fue derribado por la violencia imperial de una conquista. Es lo que me había planteado hacer, pero sin nadie que lea el libro todavía no sé si cumplí esa necesidad de dignificar a nuestros antepasados.

En fin, siento, casi al terminar esta misiva, que sin proponérmelo me he incorporado a una espiral existencialista, tomado por un intrascendente arrebato a lo Jean Paul Sartre en El ser y la nada o al estilo de Albert Camus en El extranjero, que me ha llevado a dudar sobre las intenciones subjetivas e inconscientes de esta carta, en cuanto a si es una manera de intentar influir en su decisión o de confesarle que no hace falta, que no es de preocuparse por ello, me basta haber posibilitado esta comunicación.

No obstante, querido poeta, preciso decirle que lo libero por comprender la razón, sea cual sea, del compromiso anónimo sobre la aceptación de haber hecho la presentación de Los sum sun verdi, por si acaso genera algún sentimiento. Puesto además que cada quien tiene el derecho de leer antes para luego opinar. Como me libero a mí mismo de esperarlo para poder editarlo, si es que llega a ser posible, como lo ha proyectado Gabriel Jiménez Emán en la Editorial Kairoz para el año 2023.

Y nada de lo escrito que precede es para sugerirle alguna presión o comportamiento. Ya el hecho de haberle carteado me hace cercano a algún encuentro con la amistad, y no aspirando a ser famoso como el querido amigo del antiprólogo, o tal vez sí, habría que pensarlo.

Todo lo escrito que antecede tómelo como un pretexto para decirle: Gracias poeta por haber venido a vivir en este mundo y bajo este cielo venezolano, donde somos contemporáneos del mismo aire y de la misma lucha, y seguramente de la misma clase social.

Salud.

                                          Carlos Angulo.

Tristal. Venezuela, 29 de enero, 2022