Libros libres | Dilemas del escritor

13/04/2024.- Tengo serios dilemas en relación con las nomenclaturas que se adoptan cuando se quiere designar a una persona que, por el hecho de escribir o pensar, pueda merecer ciertos calificativos, los cuales paso a enumerar.

FILÓSOFO. Señor serio que se dedica a la nada sencilla actividad de filosofar, de generar ideas acerca del ser humano, el mundo, la naturaleza y su relación con la sociedad, la política, instituciones o sistemas éticos y sociales que rigen cada época, sobre todo referidos a seres humanos que pueden ser profesores en academias y universidades u otras instituciones importantes, aunque también pueden haberlos en el seno del pueblo, filósofos populares que pueden parecer profanos para mucha gente culta.

PENSADOR. Persona que se dedica casi todo el tiempo a reflexionar y convierte esa actividad en un oficio o profesión. El pensador puede convertirse en un tótem de las ideas y hasta puede ser posible que piense más que el resto de los seres mortales, con lo cual se entraría en una calificación peligrosa, al considerar que las demás personas no piensan o que si piensan lo hacen muy por debajo del pensador.

CRÍTICO. El crítico puede ser una persona que ejerce el libre ejercicio del criterio en el momento de acercarse a interpretar obras literarias, filosóficas, sociológicas o sociales, ciencias puras o aplicadas, o cualquier disciplina existente, siempre y cuando tenga la preparación para ello. El crítico puede ser odiado o respetado casi en la misma medida, pero casi nunca apreciado como ser humano, al considerarse pedante o intransigente, alguien que impone su criterio sobre el criterio de los demás. Pero sus discernimientos pueden ser agudos y estar mejor escritos que los del resto de los mortales.

INTELECTUAL. Este abominable término hace alusión a un ser humano que vive de su intelecto, una zona del cerebro o la mente aún no determinada. El intelectual a la larga puede formar parte de una casta de señores estudiosos o versados, pero que no son capaces de llevar a cabo cambios sustantivos en la vida práctica. Un intelectual puede ser orgánico cuando sirve al poder de facto o inorgánico cuando sus ideas no son capaces de cambiar un ápice la vida de los ciudadanos; o bien se comportan como seres decorativos que se desplazan por las calles sin ninguna consecuencia concreta, como no sea la de ir en busca de un cuaderno, un bolígrafo o una computadora para convertir todo en palabras, cuyos efectos pueden ser bastante cuestionables en el seno de una sociedad real.

SER CULTO. Un hombre culto es en teoría un ser cultivado, una persona que se ha prodigado mucha cultura leyendo o asistiendo al teatro, yendo a exposiciones, cines, conferencias o foros públicos con el objeto de contribuir con sus ideas al progreso de la ciudadanía, o dentro de una sociedad de la cual generalmente queda relegado, debido a la ignorancia de los demás. Suele estar dotado de mucha información y velocidad mental o, mejor dicho, es producto de su propia cultura y entonces el término se devalúa a causa de esta contradicción flagrante.

ESCRITOR. Es la denominación más cómoda de todas, pues no hace referencia a nada en especial. Un escritor es simplemente alguien que escribe y escribe y escribe, y no sabe muy bien para qué o para quién, pero no le importa porque sabe en el fondo que alguien leerá un día sus ocurrencias, sus tramas, ideas, imágenes, personajes o metáforas o lo que fuere, sin necesidad de disculparse o de ser vigilado, pues también a veces el escritor piensa que adquiriendo cierta humildad pudiera estar al servicio del conocimiento o la verdad.

Necesitaba escribir hoy con algo de humor negro, queridos lectores. Mil disculpas.

Gabriel Jiménez Emán

 


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