Tinte polisémico | Cultura económica y ciudadanía

19/04/2024.- La cotidianidad es quizás la esfera desde la cual podemos todos apreciar y comprender aspectos tan técnico-académicos como los tipos de cambio, es decir, la relación del precio de una divisa, con respecto a la moneda de curso legal, el bolívar (Bs), en nuestro caso, como habitantes de la República Bolivariana de Venezuela.

La terminología y la forma de expresarse de los economistas, como científicos sociales, normalmente, es poco comprensible para un número significativo de ciudadanos. Los temas económicos, al referir a aspectos que tienen incidencia y alto impacto en la vida diaria de la gente, pueden tener una expresión o manifestación tan cotidiana y natural, y de las que no nos percatamos en cuanto a las implicaciones en ellas contenidas y las consecuencias en nuestras finanzas personales, sus efectos, en nuestros bolsillos.

Entrando en materia, al desplazarnos por la ciudad y adquirir en cualquier puesto ambulante, víveres, frutas, vegetales o mercaderías de cualquier índole, generalmente contaremos al menos, con cuatro modalidades de pago: el pago en efectivo en moneda nacional (Bs); el pago electrónico, sea a través del punto de venta bancario, propio del comerciante o a través del uso del dispositivo electrónico de algún otro negocio aledaño, y con el cual el vendedor informal conviene y opera para cobrar sus ventas; los pagos a través de los teléfonos portátiles (referidos comúnmente, para todas las instituciones financieras por los consumidores, como el “pago móvil”); y, por último, el pago en efectivo mediante divisas, comúnmente en dólares de los Estados Unidos de Norteamérica (US $), pero además muy eventualmente, puede operarse también con Euros.

Ahora bien, nos referiremos particularmente a la modalidad del pago con divisas en efectivo. Cuando usted, como cliente, ha decidido que pagará en divisas, además de estar realizando una simple compra, entra automáticamente en una transacción de tipo cambiaria; y deberá por tanto convenirse, entre el comerciante (comprador de la divisa) y usted como consumidor (vendedor de la divisa) a qué tasa, es decir, a qué precio como consumidor entregará y, por el otro lado, a qué precio le recibirán la divisa, en otras palabras, fijar el contravalor en bolívares, por cada dólar que el cliente entregue, como forma de pago al comerciante, por el bien o servicio que recibirá a cambio.

Dado que los países cuentan con una institucionalidad y deben regular el comportamiento de los actores económicos, en función del bien común, y entre ellos la estabilidad cambiaria, que constituye una premisa y condición para la sanidad y el adecuado funcionamiento de una nación, pues la inestabilidad cambiaria es un indicador y reflejo de desequilibrios macroeconómicos, por tanto, los Gobiernos, a través de su autoridades monetarias (Bancos Centrales), regulan y fijan la tasa de cambio oficial, en el marco de su política monetaria y cambiaria, que regirá para las transacciones y servirá de árbitro, que vigila (incorporándose además las instituciones públicas de supervisión, como las superintendencias) el comportamiento de los agentes, instituciones financieras, corporaciones y particulares, que interactúan en los distintos mercados que integran una economía.

No obstante, el Banco Central de Venezuela (BCV), como gran oferente del mercado de divisas, en su interés y atribución como ente gubernamental, fija diariamente la tasa oficial de la divisa norteamericana (y las restantes divisas como el euro) con respecto al bolívar, con la finalidad de evitar las fluctuaciones erráticas del precio del dólar y mantener la estabilidad cambiaria del país, mientras que, por otro lado, los comerciantes ambulantes, en muchos casos, fijan una tasa de cambio arbitraria que perjudica a los consumidores, inclusive ofertan diferentes precios, propugnando a que los clientes paguen bajo la modalidad de divisas en efectivo, dándole mayor relevancia a la moneda extranjera como medio de pago, con respecto a nuestro signo monetario, a través de artilugios y artificios de promoción engañosa, y del cual se ilustra con el ejemplo siguiente: oferta de dos (2) kilogramos de mango por Bs.: 40,00; o por un (1) US$ en efectivo y la tasa de cambio vigente del día, para el momento de la transacción, según el BCV es de 36,50 Bs /US$.

Evidentemente, se propugna e induce al público consumidor a pagar en dólares, por la misma cantidad de bienes, por los mangos, un producto autóctono venezolano, en este caso. Visto desde un ángulo económico y financiero, pagas solo Bs 36,50 por dos kilogramos de mango, si cancelas la operación con divisas, mientras que si decides pagar en bolívares, desembolsas en efectivo o bancariamente Bs 40,00, lo cual se traduce en un diferencial en bolívares de: 40,00 – 36,50 = 3,50.

En resumen, el ciudadano de a pie, termina pagando un diferencial adicional, por los mismos dos kilogramos de mango de Bs. 3,50, sin recibir ninguna contraprestación compensatoria a cambio. Por lo cual se evidencia un perverso mecanismo de especulación y abuso contra el ciudadano. El comerciante, generalmente informal, se transforma en un agente distorsionador de los precios, en un manipulador, sin temor a equivocarnos, en un habitual y hábil especulador cambiario, atentando contra el poder adquisitivo de los compradores, en términos académicos economicistas, se describiría, como un agente, que en su afán y objetivo de procurarse divisas, manipula sus ofertas de productos, encareciendo el pago en moneda de curso legal, favoreciendo con un mejor precio, solo si se paga en moneda extranjera, por un mismo producto o servicio.

Así aprendemos que en la informalidad económica los comerciantes sin supervisión y por falta de cultura financiera por parte de la ciudadanía, y la ausencia de contraloría social, pueden abusar e introducir distorsiones en los precios de los productos y servicios, con implicaciones e impactos en los índices de inflación, en consecuencia en el poder adquisitivo de la población, y en términos económicos, de valores y magnitudes agregadas, que no apuntan en la dirección de una política monetaria y cambiaria, orientada por valores y principios en favor de la comunidad, de lo colectivo y del bien común de los habitantes y de los fines de una nación, que resiste frente a las medidas coercitivas unilaterales (MCU) del arbitrario e inhumano gobierno cuyo signo monetario es el US $ .

 

Héctor E. Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 


Noticias Relacionadas