Punto y seguimos | El periodismo se desliza por un tobogán

Está en bajada y es una pena

11/10/22.- Una de las tragedias de la sociedad actual ha sido el declive del periodismo. Desde hace ya décadas hemos venido atestiguando no solo la "desprofesionalización" del oficio, sino también una suerte de desamor y abandono hacia el mismo, que se evidencia en el desconocimiento y/o la poca atención al tratamiento de la información periodística y sus géneros. La velocidad y los formatos digitales (entre otras) han supuesto un detrimento en la calidad de los contenidos y ahora pareciera no necesitarse formación alguna para poner a rodar datos, dándole el nombre de "información" a cualquier cosa sin verificar y sin procesar, emitidos sin la aplicación de tareas como el contraste, la búsqueda y verificación de hechos y fuentes, la redacción apropiada de acuerdo al género y medio, así como otra serie de trabajos que, al no efectuarse, generan contenidos que simplemente son basura que no aporta nada a la sociedad que las recibe, y que en muchos casos genera confusión, bolos y el establecimiento de falacias como verdades en la opinión pública.
 
Que cualquier "influencer" tenga la oportunidad de contribuir a la desinformación general ya es malo, pero ¿qué pasa cuando son periodistas y medios "serios" los que irrespetan de tal forma al oficio?, ¿dónde quedamos si los encargados de hacer ese trabajo de tratar los hechos para convertirlos en información periodística no lo hacen?, ¿quién se encarga de realizar ese servicio?, porque -recordemos- el periodismo es una profesión de servicio, que se debe al colectivo y no a las individualidades, que existe para ayudar a garantizar un derecho humano, el derecho a la información. Más allá del histórico debate de que la información que sale es la que decida el dueño del medio (en las varias formas de propiedad que existen) y que será siempre una de las contradicciones dialécticas del área, hay que considerar la importancia de que lo que se produzca esté bien hecho, y de que exista conciencia de que la información que estamos recibiendo se hace bajo los mismos patrones que el resto de cosas que consumimos: en serie, resignada de calidad por cantidad, velocidad y maximización de la ganancia de quienes controlen el medio de producción.
 
Este cambio al que hemos venido asistiendo en el patrón de producción de la información ha significado una derrota para el ejercicio periodístico. Sin irnos muy lejos, y atendiendo a nuestro país, podemos observar cómo es ya casi imposible (casi, porque siempre hay excepciones honrosas) leer, ver o escuchar una simple noticia que nos responda las preguntas clásicas a las que debe atender: ¿quién?, ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?  y ¿por qué? Titulares que nada tienen que ver con el cuerpo noticioso, imágenes de archivo (que no especifican que son de archivo) y hasta salidas sin fuentes. Ni una sola fuente; y ni hablar de los reportajes, reseñas, crónicas y entrevistas. Pasa una bien hecha cada muerte de obispo. Los géneros desfallecen tanto en información como en opinión, donde la libertad del nombre parece haber arrasado con el conocimiento de que a la opinión también le aplican géneros.
 
Y ni hablemos del periodismo de investigación. El más hermoso y representativo de aquella cualidad de servicio de la profesión que se mencionó antes; ese que permite el estudio exhaustivo de temas sensibles/interesantes a la sociedad que tratan de mantenerse ocultos, ese que exige la atención al detalle, el olfato, el instinto, la valentía, la paciencia y el talento del periodista.
¿Es que podemos ver muchos ejemplos de investigación en nuestros medios?, ¿los jefes incitan a realizar este tipo de trabajos?, ¿las universidades? Es triste. Es vergonzoso cómo se ha naturalizado la creación de contenidos que no pueden catalogarse como periodísticos, que dentro del "gremio" se sucumba a las órdenes de los de arriba, a la mediocridad, a lo urgente sobre lo importante, que los recién egresados quieran ser influencers antes que servidores, que los trabajos que se ofrezcan a la gente no tengan ni seriedad, ni cuidado, ni técnica, ni amor. Que caiga donde deba. El periodismo está en bajada y es una pena.

Mariel Carrillo García

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