Letra fría | Dos páginas sueltas
26/04/2024.- En esos tiempos de La Quebradita, viajé mucho a Maracaibo para darle la vuelta a papá, que ya venía con un cuadro cardíaco en pleno desarrollo, que finalmente se lo llevó. Me instalaba un par de semanas para ayudarlo en la hacienda Los Colorados, en El Laberinto, y vivía con él en la casa paterna de la avenida Baralt. También iba mucho a Barquisimeto y me alojaba en casa de Alvarito Montero y en un viñedo que tenía Tito Núñez en Quíbor. En la Guajira estuve bastante, en casa del fabulador Ramón Paz Ipuana, con el tema de mi tesis de grado. A Mérida asistí a eventos literarios. A esa edad no me pelaba cuanto congreso, simposio o encuentros intelectuales hubiera. Era como una fiebre. Después los detesté, hasta que, ya en mis sesenta, conseguí una amiga que me acompañaba. Volví así al faranduleo literario hasta que ella se fue. Mantuve aquella costumbre fuera del país, hacia los años ochenta y noventa, cuando anduve por Europa, África del Norte, Asia, las islas del Caribe, Latinoamérica y Nueva York.
Por pura serendipia —ese mágico suceso de buscar algo y hallar otra cosa—, encontré dos páginas de cuaderno sueltas, manuscritas en estilo de diario, que me recuerdan un viaje a Nueva York que había quedado en el olvido, luego de unos intentos de escribir una película o serie televisiva sobre WC con Luis Zelkowicz Perera, hoy en día un exitoso escritor venezolano de telenovelas. Cuentan sus cronistas que su carrera ha transcurrido entre Venevisión, TV Azteca y Telemundo. Nuestro trato se estableció en RCTV, aunque este canal no aparezca en su nota curricular. Mi amigo Luis se hizo muy famoso con la serie El señor de los cielos, en 2013, de la que se han rodado nueve temporadas desde entonces, incluida la última, que está en el aire desde febrero de 2024.
No recuerdo mucho qué pasó en Radio Caracas. Lo que sí me llega es que mi buena amiga Isabel Recio, que vivía en Nueva York, y un alto directivo y/o productor del canal, amiguísimo de ella, creyeron en la propuesta y me llevaron a Nueva York. Tampoco recuerdo mucho qué pasó con eso, pero estuve escribiendo quince días en el apartamento de Isa. Ahora que lo pienso, me parece que fue la prematura muerte del amigo lo que tuvo que ver con la interrupción del proyecto.
El cuento es que por estas hojitas sueltas me entero, por casualidad, de que fue en 1988, al encontrarme con Alfredo Cutuflá, en la puerta del Village Gate, de un concierto donde Fajardo y su orquesta alternaban con Johnny Pacheco y su compadre Pete "el Conde" Rodríguez. Allí estaba también el pianista venezolano Olegario Díaz, matando un tigre con Fajardo, porque él era músico de planta con la orquesta de Louie Ramírez, donde también estaba Rolandito Briceño en el saxo.
Cuando digo casualidad es porque ese viaje a Nueva York, dormido en mis olvidos, se relaciona en el tiempo porque a Cutuflá lo había conocido y entrevistado en París en 1983, pero como dice mi nota, esto fue en el 88. También sospecho que es Alfredito —compadre, por cierto, de mi pana Watusi— quien me presenta a Rolando Briceño, porque tenía la laguna de cuándo lo había conocido. En el 91, creo, es cuando me lleva a entrevistar a Mario Bauzá en presencia de sus grandes amigos Chocolate Armenteros y Rudy Calzado, y ya se sentía una sólida amistad, tanto que después del concierto en Nuyoricans Poets Cafe pasamos una noche y un día bebiendo, que es cuando conozco al querido enano William Camacaro aquel 24 de diciembre. Todo se va hilando en el recuerdo.
De aquel concierto quedó plasmado:
… Fajardo marcha armonioso con Frank West de invitado y el negro Papa, que a duras penas mantiene el equilibrio. Le toca el turno a Pacheco, siempre hábil a la hora de sonar su orquesta, apuntalado por Paquito Pastor en el piano, Eddie Montalvo en las congas, un gringo sobrino de Charlie Palmieri en los metales, aparte de bajo, bongó y tres. Al final de la jornada, Pete Conde descarga en el bongó y Pacheco invita a Frank West y a Eddy Zervigón de la Orquesta Broadway a descargar tres flautas en línea con una orquesta bien caliente y un público bailador.
Como diría Buck Canel: "¡No se vayan, que esto se pone bueno!".
¡Llévatela, Rosa Arévalo! Ja, ja, ja.
Humberto Márquez