Estoy almado | Ser popular 

27/04/2024.- Si algo ha cambiado las redes es la noción de ser popular. Antes, los populares se labraban su notoriedad siendo carismáticos, empáticos; demostrando simpatía con las mayorías o exhibiendo habilidades y acciones para llamar la atención de los otros. En el terreno político, los líderes organizaban torneos deportivos y culturales, y eran convocantes de marchas por reivindicaciones estudiantiles y laborales.

Hoy ser popular es otra cosa. Si en el pasado unos pocos podían ser populares, hoy con las redes cualquiera puede serlo, lo cual no obliga socialmente a realizar ninguna acción. Un teclado y una pantalla son suficientes.  

Básicamente, hoy ser “popular” es alguien con reputación digital. ¿Y cómo se logra eso? Fácil: la norma es tener como mínimo 1.001 contactos o seguidores en cada una de tus cuentas en las redes sociales, sin importar que sean reales o no. Eso es lo de menos. 

Para los jóvenes, ser popular puede depender mucho de la cantidad de seguidores.Para algunos puede ser una tragedia tener menos de 200 seguidores. Es común escuchar que los adolescentes con menos de 1.000 seguidores en Tik Tok son víctimas de bullying digital.

Aunque no son adolescentes, hay políticos adultos obsesionados con tener en sus redes una alta cantidad de seguidores; no menos de 1.000, al igual que los adolescentes. En poco tiempo lo logran mediante empresas de bots, contratadas para convertir la cuenta de cualquier desconocido en el “nuevo popular” de la comarca online.

Una vía fácil para ser popular en las redes son los llamados Marketplace. Igual como ir al mercado a comprar frutas, muchos acuden a los marketplaces con cestas digitales y compran cuatro meses de like y unos 2.000 seguidores, que se pueden distribuir en distintas redes sociales y con públicos diferentes.  

Con estas provisiones digitales la popularidad de cualquiera está asegurada en poco tiempo y esfuerzo. Otros prefieren comprar en la red “buenas reseñas” para sus empresas o causas políticas. Tienen para escoger: desde comentarios positivos y negativos (este último para despistar, no todo puede ser perfecto); hasta supuestas preguntas malsanas de los odiadores (haters).

Cualquier acción online debe parecer espontánea, no deben revelar alevosía y premeditación. Incluso, los comentarios hacia una empresa pueden ser controversiales. Todo suma para levantar la “popularidad” de empresas, medios de comunicación, gobiernos, influencers y gurús digitales. Ese fenómeno se ha vuelto potable y conveniente para muchos. Existe en todos las naciones, al margen de si el país es gobernado por la derecha o la izquierda.

Nada de esto es un secreto para los dueños de las redes sociales. En silencio lo aprueban. Por eso extraña el doble rasero cuando cierran a diestra y siniestra cuentas en redes sociales. O mejor dicho: es descarado cuando lo hacen.

Para todo el negocio de ser “popular” siempre hay un espacio; si no existe, lo crean para esa finalidad. OnlyFans (una suerte de Playboy digital) es el repositorio de aquellos que clamaron por un sistema “privado y seguro” para cobrar por sus servicios. En tanto, Twitter es una vitrina simulada para atraer a los clientes interesados en contenidos sexuales. 

Así las cosas, esta nueva forma de ser popular explica, por ejemplo, que algunos politiqueros en la actualidad desprecian la obligación de padecer y resolver en las calles junto a las comunidades. 

Si en el pasado sus antecesores lo hacían para ganarse la “popularidad” en víspera electoral, ahora sienten que no hace falta. Al parecer en esta era digital ser popular es justamente no serlo, sino parecerlo en las redes. Dime cuántos seguidores tienes y eso indicará si calzas dentro de la nueva categoría de ser popular.  

¿Cuántos auténticos líderes populares sin redes sociales deambulan por la calles, los campos, los ríos, en las comunidades? Son los mismos populares de siempre, pero en el anonimato.  

Manuel Palma 

 


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