Retina | Los Borges y la infamia

06/05/2024.- No vivió para enterarse, pero intuyo que Jorge Luis Borges habría disfrutado de los rasgos de este otro Borges, capaz de actuar siempre como figura central de la ignominia.

A finales de los 90 creó un programa de televisión que presentó como propuesta de modernización del impartimiento de justicia. Era una puesta en escena de supuestos problemas que confrontaban a personas y que apostaba por ese tipo de soluciones que conocemos como salomónicas.

El propósito real era justificar el dinero recibido desde las ONG de Estados Unidos para fundar un partido político, capaz de mantener el sistema venezolano ante la evidente podredumbre del bipartidismo.

Justo cuando el sistema se hundió, recibió más recursos provenientes de Pdvsa, entregados por la madre de Leopoldo López, uno de sus aliados políticos.

Aunque todos fuimos testigos de su actuación en 2002, él niega toda participación en el golpe de Estado.

Cuando rompió con Borges, el mismo aliado que había logrado que su madre le entregara dinero de Pdvsa, fue a inscribir un nuevo partido ante el CNE y encontró que el nombre que quería utilizar ya había sido registrado a nombre de la secretaria de Borges.

En el año 2015, se pretendió usar un avión Tucano artillado para atacar el palacio de Miraflores, otras sedes gubernamentales y el canal Telesur. Borges había indicado sobre un mapa cuáles eran los puntos a bombardear.

En 2018 tenemos de nuevo a Borges, esta vez intentando asesinar a todos los responsables de los poderes públicos y militares reunidos en la avenida Bolívar, mediante el uso de dos drones saturados de explosivos.

Es el mismo personaje que niega la existencia de la Gran Misión Vivienda Venezuela, que dice que no creerá que exista hasta que no vea al menos una vivienda, y que no duda en calificar a los emigrantes venezolanos como una “plaga” para otros países.

Reaparece hoy, junto a Leopoldo López, como partícipes de corruptelas para robar petróleo venezolano en un momento especialmente difícil de Venezuela. Es un adelantado de la corrupción, capaz de ser corrupto, incluso, en responsabilidades políticas imaginarias.

Las ruindades practicadas por este Borges venezolano prefiguran un destino de cárceles, pero habrían permitido al escritor argentino ubicar su propio apellido, en pleno siglo XXI, dentro de su célebre Historia universal de la infamia, en la que narra con maestría absoluta biografías reales que parecieran haber ocurrido solo para entrar de la mano del Borges argentino en la literatura.

Me atrevo a conjeturar que a Jorge Luis Borges le habría tentado la posibilidad de escribir en ese libro unas páginas contentivas de su propio apellido y que le habría gustado que este cuento cerrara así: “Fue profesor de la Cátedra de Honor en la Universidad Católica Andrés Bello”.

Freddy Fernández

@filoyborde


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