Tinte polisémico | Liderazgo versus gestión
17/05/2024.- Tanto en el ámbito organizativo público como en el privado, ha constituido un reto determinar cuáles son las proporciones exactas en la conducción y la gestión para que se alcancen los fines de los distintos entes. Ambas se precisan, se demanda un equilibrio, para el adecuado desempeño institucional y empresarial.
La diferencia sustantiva es la siguiente: la dirección se ocupa de hacer frente a la complejidad, es una respuesta a las complicaciones de todas las organizaciones; mientras que el liderazgo, por el contrario, se ocupa del cambio.
El liderazgo ha adquirido mayor relevancia en los últimos años, debido a que se han vuelto más competitivos y volátiles tanto los mercados empresariales como los contextos socio-económico-político-culturales en nuestra contemporaneidad.
Tiende a expresarse en el campo académico, empresarial y político, donde existe exceso de gestión y escasez de conducción.
Ahora bien, los especialistas señalan que ese déficit de liderazgo puede ser abordado con una cuidadosa selección, formación y estímulo; así, muchas personas podrían desempeñarse como timoneles.
De este modo, algunos cuentan con la capacidad para llegar a ser extraordinarios directores, pero nunca serán fuertes líderes. Otros tienen un gran potencial para la conducción, pero, por múltiples razones, tienen dificultades para convertirse en gerentes eficaces.
Todas las organizaciones inteligentes valoran los dos tipos de perfiles. Se esfuerzan para reclutarlos e incorporarlos en sus organigramas y para que se integren a sus equipos ejecutivos.
En este sentido, se considera un diamante, en los ambientes gerenciales, al haberse dilucidado la clara diferencia entre líder y gerente, cuando en una mujer o en un hombre se conjugan o sintetizan ambos tipos de competencias profesionales, tecnocráticas y artísticas.
Un clásico ejemplo de los textos administrativos describe el caso de un ejército en tiempos de guerra y en épocas de paz. En lapsos de paz, un cuerpo armado puede sobrevivir con una buena dirección y administración, en los distintos niveles y jerarquías; en períodos bélicos, requerirá de un liderazgo competente en todas sus instancias. No se ha encontrado la manera de "dirigir" soldados en el fragor de una confrontación. En las batallas es vital liderarlos.
Entonces, para ocuparse de la dificultad y de la incertidumbre, estas dos funciones determinan las actividades características de cada una de ellas. Cada método de acción tiene que decidir tres aspectos: qué se ha de hacer; crear la red o arquitectura de individuos y relaciones que sean capaces de adelantar un programa y, por último, que esa estructura de seres humanos ejecute el trabajo.
Se gestiona la complejidad planificando, eso es gerencia; pero al momento de desplegar las acciones para poner en práctica un cambio constructivo, se coordina y organiza, se hace así dirección; pero también se debe fijar una orientación, fijar una visión, eso es conducir.
Cuidar minuciosamente, organizando al personal y los recursos de toda índole, al controlar y evaluar con base en el plan, es ejecutar, se direcciona. Por otra parte, comunicar las nuevas orientaciones frente a los cambios del entorno, lograr coaliciones, hacer comprender y transmitir la visión y lograr que se comprometan por alcanzarla son las tareas inequívocas de un líder.
Debe ser una política pública, que oriente al sistema educativo en todos sus niveles, el desarrollo de una tecnología de conducción organizacional, autóctona, que logre el balance en la formación de los futuros capitanes de las empresas y los entes públicos, que soportarán el trabajo colectivo creativo, productivo y de impacto, que requiere una nación que se proyecte en posicionarse como una potencia regional.
Héctor E. Aponte Díaz
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