Cívicamente | ¿Quién dividió a quién?

Y es que ya habíamos dejado de ser todos "pueblo" porque había una categoría superior

23/05/2024.- La división social en Venezuela es histórica y signada por las desigualdades entre grupos de ciudadanos, donde unos son más merecedores que otros. Para ilustrarlo, nada más apropiado que la división social colonial que estudiamos desde nuestros primeros años en el sistema educativo. División que en la actualidad se mantiene, aunque la modernidad con sus formas la haga ver diferente.

Sin embargo, en el calor de la diatriba política de los últimos años, un sector intenta convencernos de que la división social la generó la llegada del presidente Chávez con su proyecto político. Eso solo sirve para la cizaña política, pero la verdad es historia.

De lo que sí podemos responsabilizar a Chávez es de hacer a un sector de la población venezolana punto focal de su proyecto político, y cómo no, si ese sector, además de mayoritario, es el más necesitado de la atención del Estado.

Chávez no dividió; por el contrario, nos hizo conscientes de esa división que capitalizó el entreguismo político que imperaba, que puso en manos del imperialismo y su modelo económico hasta la posibilidad tergiversar la noción de "pueblo", como en efecto aquí se hizo.

Y es que ya habíamos dejado de ser todos "pueblo" porque había una categoría superior por la que había que competir en sus cupos limitados, y que con la llegada de Chávez se presentó con nombre y apellido: "sociedad civil". Era una categoría donde estaban los hombres y mujeres que había superado los obstáculos de la exclusión del modelo capitalista.

Pueblo eran los herederos de los negros e indios que no lograron probar las mieles finitas del ideal capitalista y quedaban al margen del Estado.

Pueblo empezó a ser sinónimo de marginal, entre otras acepciones que más tarde la telenovela y los programas de humor de la televisión venezolana, que muchos añoran, posicionaron en el imaginario colectivo, tales como pata en el suelo, tierrúos y cerrícolas, entre otros de inequívoca distinción.

Así como pueblo se convirtió en una palabra sinónima de muchas, otras por vía de consecuencia tenían que ser antónimas para poner socialmente a cada grupo en su lugar. Por ejemplo, en materia de educación, escuela y colegio no significaba lo mismo. A la escuela, fundamentalmente publica, iban los niños y niñas del pueblo, que por lo general desertaban del sistema educativo a temprana edad y eran educados para obedecer; mientras que al colegio, por supuesto, privado, iban los de la sociedad civil, educados algunos para mandar y otros como sus mandaderos.

La coincidencia con hospital y clínica era la misma. En uno va el pueblo con la procura del Estado, y a la otra, la sociedad civil, como producto de su trabajo y esfuerzo.

Y así, otras, como cerro y colina: en el cerro, el pueblo con su rancho, y en la colina, la sociedad civil con sus quintas. La palabra casa era demasiado genérica. Había que contextualizarla en la urbanización o el barrio.

Eran tantas distinciones que hasta la palabra democracia degeneró en meritocracia.

Tuvo que llegar Chávez a rescatar el significado de la palabra pueblo, devolverlo a la dignidad colectiva, a darle nuevas y mejores definiciones, hacerlo significante, a evaluar sus diferencias para gestionar la igualdad.

No fue solo en retórica. Se materializó en profundas transformaciones legales, pasando hasta por un proceso constituyente. Hubo reformas sustanciales de procesos normativos donde ponen al ser humano como centro, recuperando la institucionalidad a todo nivel para garantizar la soberanía y la independencia, la memoria cultural y ancestral como soporte intrínseco de un pueblo. Ahí empezamos a reconocernos todos, los de la urbanización y los del barrio, los que fuimos a la escuela y los que vienen del colegio, en una unidad nacional que, por más que han querido, con el pueblo unido no han podido.

Entonces, ¿quién dividió a quién?

 

Carlos Manrrique


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