Al derecho y al revés | El diógenes de los deshonestos
12/06/2024.- Con los filósofos griegos de la Antigüedad podemos estar en desacuerdo, pero su permanencia en el tiempo no solo se debe a la profundidad del pensamiento y a ser los primeros en organizar sus filosofías particulares, sino a que, por lo general, vivieron tal como predicaban.
De ese grupo selecto, quien más me llamó y sigue llamando la atención fue Diógenes, apodado "el Cínico".
Ese eterno personaje vivía como vagabundo, durmiendo en una tinaja, como los canes realengos, por lo que también recibió de sobrenombre "el Perro".
Este Diógenes solía caminar por las calles de Atenas de día con una lámpara encendida, lo cual era una provocación para que los pasantes le preguntaran el porqué de semejante disparate. El filósofo solía responderles con un lacónico: "Busco un hombre honesto".
Este primer Diógenes hizo de la pobreza material una virtud suprema y así pasó a la historia, donde se le recuerda por el episodio con el gran Alejandro Magno, conquistador del mundo conocido, quien, admirador del filósofo, se llegó a la tinaja donde Diógenes dormitaba y le ofreció lo que quisiera. La respuesta del sabio fue: "Apártate de mi tinaja, que me tapas el sol". Punto.
Después vino otro Diógenes, distinto al primero.
Este era venezolano y le gustaba vivir en el extranjero. Muy cercano al poder, cuando se hablaba de "transiciones" —como si los procesos políticos se dieran por reparto entre élites, gratuitamente—, ese segundo Diógenes venezolano buscó ser postulado para presidente, a pesar de que el país no lo conocía, y este motolito tampoco conocía a Venezuela.
Los adulantes, una vez conocido que posiblemente sería postulado este segundo Diógenes para ser el candidato "unitario" del gomecismo hacia un gobierno de civiles, sin militares —ya sin el general Juan Vicente Gómez, que no habría tolerado lo que para la época era una bobería— ni la oposición de entonces, comenzaron a llamarlo "embajador" y a enviar comisiones para visitar al posible candidato en Washington.
¡Nada nuevo, pues a este paso habrá que reformar el escudo para incorporar la envidia y la jaladera de bolas como nuevos símbolos patrios!
La historia del segundo Diógenes —que no llevaba lámpara o linterna encendida porque más bien fue la razón lo que se le apagó— es conocida. La historiografía oficial concede que repentinamente se volvió loco y que, descartado para la "transición", no encontraron otro candidato. Eso habría precipitado el golpe democratizador de 1945 que entre Pérez Jiménez y Rómulo Betancourt le dieron a Medina Angarita.
Bien, también hay otra versión donde se explica que este segundo Diógenes jamás habría ganado una elección de segundo grado —donde los generales tachirenses pesaban mucho—, como tampoco la ganó Rómulo Gallegos con ese sistema, y que fue la zamarrería andina la que le hizo creer a Betancourt que "los de allá" se iban a despojar del poder —gratuitamente— para entregárselo a quien sabían loco.
Pero los tiempos cambian y así como el segundo Diógenes no buscaba, munido de lámpara o linterna en la mano, "hombres honestos", el tercero —también para desgracia del gentilicio venezolano, para demostrar que este siglo es muy confuso—, a nombre de una inexistente honestidad, se rodea de pillos del patio y hasta promete el regreso a casa de los prófugos que, por sinvergüenzas, ladrones e irresponsables, han huido al exterior.
Ha llegado al colmo de mencionar a su jefe como posible beneficiario de esta dádiva: el inefable Leopoldo López, que bien está allá, en España.
Este nuevo Diógenes, como se supone, es venezolano y no lo llaman "Perro" o "Cínico", sino que él mismo se autodenomina "tapa"… aunque la gente lo llama "mudo"…
Como el segundo Diógenes, este tercero desconoce el país llamado Venezuela y, a cambio, el país tampoco lo reconoce.
Como ese segundo Diógenes, el tercero o "tapa" es casi mudo, pero no por un defecto físico o por haber contraído la locura repentinamente, como el segundo, sino porque, considerándose en un exceso de autoestima como "gran político", nunca, sin embargo, ha escrito un articulito de prensa o de esos que se pegan en las redes para explicar su pensamiento —¿?— sobre cualquiera de los problemas del país.
¡Ni siquiera ha hecho este "tapa" mediocre un meme, y no lo hizo antes ni después de haber colaborado, cuando joven, en el vil asesinato en El Salvador de san Arnulfo Romero, de varias monjas y cantidad de jesuitas, cuando servilmente apoyaba al prófugo llamado Matacuras, que era su jefe en nuestra Embajada los años a caballo entre los setenta y ochenta!
Pero eso no vale para la cuerdita de resentidos, sinvergüenzas y cácheres de dólares —estos venidos del norte— para que dejen de pensar en hacerse de un país llamado Venezuela, ¡vaya usted a saber a favor de quién o quiénes!
¡Zape y bien lejos con ese pavoso Diógenes sin linterna!
Domingo Alberto Rangel