Al derecho y al revés | Golpe en Bolivia y cayapa en Francia
03/07/2024.- Entre Marine Le Pen, ganadora de las últimas elecciones en Francia, y el presidente Arce, de Bolivia, posiblemente haya pocos puntos en los que estén de acuerdo, salvo en el más importante: ambos son patriotas.
Los dos vienen siendo satanizados desde las redes y los medios de comunicación. A Le Pen la tildan de ultraderechista —que en Europa es sinónimo de nazi—, mientras que al presidente de Bolivia lo señalan como comunista, que ciertamente no lo es, y tampoco es un baldón, como pretenden.
Le Pen se viene oponiendo a las políticas de los últimos presidentes franceses, que no solo les han bajado los impuestos a los más ricos, sino que han promovido la desindustrialización del otrora país más adelantado del mundo.
Además, hay una inmigración descontrolada que busca colapsar la seguridad social francesa —una de las mejores del mundo—, para privatizarla entre amigotes.
Ciertamente, Marine Le Pen es derechista en un país donde las izquierdas socialdemócratas han gobernado y también han fracasado, pero ultraderechistas eran sus progenitores, a quienes botó del partido, preparándose para gobernar.
El caso boliviano —donde hace poco se dio un golpe de Estado que duró cuatro horas— apesta a litio.
Tanto en Francia como en Bolivia se está dando una batalla más, por una parte, entre los conglomerados financieros y armamentistas —que ahora están acaparando los alimentos y el agua— y los políticos representantes de Estados nacionales, que son los únicos —cuando son patriotas— capaces de mover capitales y gente suficientes para derrotar golpes de Estado.
Ese tipo de políticos es variopinto y no se deben usar los viejos esquemas de derecha e izquierda, porque eso debilita a los Estados nacionales y confunde.
Entre los patriotas está el presidente venezolano Nicolás Maduro, pero también Marine Le Pen, Vladímir Putin, Xi Jinping y Petro, si no se deja enredar…
En el caso boliviano, se vio cómo los medios intentaron usar a Evo Morales para dividir el campo patriota y popular, cuando Morales —que intenta volver al poder— sugirió —lo mismo que hizo el gorila Zúñiga, quien intentó el golpe de la otra semana— que se trataba de "un autogolpe", como culpando al presidente.
Extraña esa declaración de Morales, sobre todo porque la emite desde Santa Cruz, que es la cuna del divisionismo boliviano.
Evo debe entender —como lo hizo en su tiempo Felipe Quispe, quien en un principio era mucho más popular que Morales— que debe dar un paso al lado si quiere que se mantenga en Bolivia un gobierno popular.
La caída de Morales se fue cimentando cuando, desestimando los consejos de Pepe Mujica —quien le recomendó que no cambiara la Constitución para reelegirse—, tenía en ese momento dos espléndidos candidatos, que habían sido sus cancilleres, pero hizo todo lo contrario.
Termino señalando que los conglomerados financieros salidos de internet en realidad no necesitan un político avezado como Evo Morales. Fijémonos que el gorila golpista Zúñiga luce como un pobre diablo y debe tener un vocabulario muy corto, como el innombrable asesino de curas y monjas que pretenden imponer en nuestro país.
La lucha mundial no termina, y con mayor razón hay que explicar ciertas cosas fáciles de enseñar porque "un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción".
Domingo Alberto Rangel