Letra fría | Oveja negra y periodismo

05/07/2024.- El tema de hoy iba a ser la oveja negra que siempre he sido. Quería contar a mi familia, con la que he compartido estos días, ¡que no siempre todo fue culpa mía! Hubo sucesos que me marcaron. Tuve un padre blanco y autoritario, pero siempre me las arreglé para no rebelarme y preferí ser cómplice. De alguna manera, hubo un acuerdo tácito sobre mi silencio de lo que veía. A él le gustaba mucho andar conmigo, pero, antes que Ligeia salte con lo de mi egolatría, digamos mejor que le gustaba que yo anduviera con él. Lo de las muchachas que lo acompañaban a la hacienda Bogotá era santo silencio. Ya más grandecito fui partícipe. Sin embargo, hubo un cuento que revivió Jesús, un amigo nuevo que hice en un encuentro de abuelos (¡para lo que he quedado! Ja, ja, ja), y era que su suegro, Helímenas Galué, fue un gran amigo de papá. Él era dueño de una pulpería en Cañada Honda, donde mi viejo era socio del doctor Gilberto Belloso en una alfarería. Los sábados se reunía con sus obreros y amigos a beber cervezas para celebrar los logros de la semana, y por supuesto, atendido por su propio dueño, yo estaba ahí, agasajado por Helímenas con caramelos, chupetas, Torontos y unas divinas galletas embadurnadas de chocolate que venían en unas latas rosadas que decían "Carlton" ¡Yo siempre he salido caro! Ja, ja, ja.

Para no dejar pasar por debajo de la mesa el Día del Periodista, voy a intentar un "bituin" (del inglés between, que significa "entre dos") con la oveja negra. Indiquemos, porsia, que no es un término del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, aunque, en algunos casos, suele ocurrir un toque de locura, de alta o baja intensidad. Alude, más bien, a las cabras descarriadas, las que se resisten al rebaño y a los santos dictámenes de la gran costumbre. Por eso, tal vez, se dice que esa muchacha está más loca que una cabra. Pero la oveja negra se refiere más a un niño o niña, en fin, a jóvenes que nunca entraron por el aro. La asociación surge, objetivamente, por lo que sucedió cuando un gen recesivo resultó en el nacimiento de una oveja de color negro, en lugar de blanco. A mi favor, digo que soy el único negro en una familia de blancos, digamos mejor que "tostao" para no pretender exagerar mi toque de africanía, y recordar que la culpable fue mi bisa Amelia (le decían Melafina y fumaba con la candela "pa'dentro") o la tatarabuela si fue su madre. El caso fue que en un baile, en la sierra falconiana, un negro la sacó a bailar y dijo que no. El pretendiente insistió y aceptó, pero se cambió el vestido de inmediato, ¡y así por cinco veces la muy muérgana!, hasta que por fin algo debió pasar, porque de testigos quedaron mi piel morena y mis dientes incisivos frontales superiores separados...

En el periodismo siempre he sido oveja negra por ilegal, aunque el CNP debe haberse dado por vencido, porque me felicitaron el día de mi cumple. Todo comenzó, sin embargo, desde mi primera rebelión con mi abuelo Vicente Alfredo Márquez. Una noche, en su caminata habitual después de la cena, le pedí permiso para ir a visitar a una muchacha y me dijo que no, pero yo me fui a mi cita, y cuando llegó papá, me fue a buscar y me sacó de la casa de la carajita, torciéndome una oreja. Hasta entonces, yo vivía en aquella inmensa casa de la Baralt, y el castigo consistió en que me fuera a vivir en la hacienda Los Colorados los fines de semana, y en el pueblo de La Paz de lunes a viernes, para ir al colegio en autobús. Para no hablar mucho de mi divina vida en ese pueblo, valga contar que reuní a un grupo de jóvenes: la hija del médico; Tani, un liceísta; Julio, hijo de un colombiano que murió al estallarle la llave de un oleoducto, y la petrolera gringa no quiso pagar; entre otros. También, saqué un periódico, El Guardián, mediante intercambio publicitario (léase empanadas para mis reporteros, je, je, je) con el cafetín Mi Tenampa, enfrente de la Asociación de Ganaderos que presidía papá, y denuncié a la petrolera. Por supuesto, el comandante de la Guardia Nacional mandó a recoger aquella hojita multigrafiada y conminó a papá, con todo el respeto del mundo, diciéndole algo así: "Señor Márquez, usted podrá ser el dueño de este pueblo, pero, o me saca a su hijo hoy mismo, o lo meto preso".

¡Cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad!

 

Humberto Márquez


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