Historia viva | Entre el pueblo y los apellidos

24/07/2024.- Los deslindes históricos constituyen momentos de bifurcaciones del destino de la humanidad. Son hitos que los historiadores describen como trascendentales porque trazan una prospectiva de largo aliento. En nuestro caso, desde coyunturas políticas pasamos a un plano de escenarios de certidumbres, que se figuraron primero como esperanzas y luego como grandes objetivos del futuro. El 28 de julio de 2024 comienza una nueva era en Venezuela.

Así, aquí, en este país, aunque suene petulante, se está jugando el futuro de paz, del continente y del planeta, como región de estabilidad política, de diálogos en medio de la diversidad y en medio de un mundo con más de trescientas guerras en las primeras décadas del siglo XXI.

Conversaba con Tomás Camacho Rincones, compañero del doctorado en Historia de la Unearte y el Centro Nacional de Estudios Históricos, sobre estos asuntos. Asuntos que tienen que ver con la dependencia estructural de Venezuela y cómo el capitalismo mundial ha anclado en cada país de esa periferia fragmentada, de manera inducida por los gobiernos de Estados Unidos a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI, castas, familias o grupos económicos que le han hecho y le hacen el trabajo al Estado profundo. Su objetivo es que dicha dependencia se consolide y se neutralice la capacidad de los pueblos para su pleno, soberano e independiente desarrollo.

Para evitar que las fuerzas productivas que favorecen el bienestar social de un pueblo se liberen, el Estado profundo recurre a lo que el presidente Maduro ha llamado "los apellidos", que no son ni la burguesía ni la oligarquía, sino grupos parasitarios que funcionan como franquicias, depredando los recursos de nuestros países para darles a las transnacionales los mayores beneficios, en detrimento de los intereses generales de las naciones.

¿Cómo es posible que familias como los Zuloaga, Machado, Mendoza, Tinoco o los Cisneros hayan amasado fortunas tan gigantescas que figuraron entre las más altas de América Latina? Camacho Rincones citaba al autor argentino Marcelo Gullo con su obra La insubordinación fundante1, en la que desviste la reproducción de la dependencia estructural con los subordinados fundantes, como los clasifica Camacho Rincones, valga decir "los apellidos", y que a ellos se contraponen los pueblos como insubordinados fundantes. Todo este comportamiento vasallo de "los apellidos" tiene una configuración ontológica y epistémica con un centro neurálgico en una de las bases estructurales de la cultura de dominación, que es la identidad, o más bien la pérdida o sustitución de la identidad nacional.

María Corina, como Milei, se quiere parecer a Donald Trump. No quieren parecerse a más nadie, sino a un espectro, o más bien a un esperpento, para ellos superior. Para honrar la ambivalencia del "sueño americano", reflejan un "estado de ánimo transitorio o permanente, en el que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos, como el amor y el odio". Amor al amo, odio al pueblo, que se desfigura o reconfigura al sostener la tesis del "yo y el Estado", superando bipolarmente una frase apócrifa que Luis XIV de Francia habría pronunciado el 13 de abril de 1655 ante el Parlamento de París: "El Estado soy yo".

En contrafuerza a esa condición, estamos los insubordinados fundantes o insurgentes, que somos pueblo irreverente que se resiste a entregar sus derechos y, sobre todo, su identidad ante la expoliación, la mentira y la entrega de la República.

Ese pueblo le dijo a Chávez en 1998: "Mire, comandante, queremos ser libres, independientes y soberanos" y ese hombre interpretó y ejecutó esa sentencia. Eso mismo le está diciendo a Maduro. Son signos y significaciones que están dibujados en los rostros de la gente, que reconoce la percepción del riesgo que implica una vuelta atrás con la derecha, que ha incendiado al país de violencia y degradación durante los últimos veinticinco años del siglo XXI.

La industria de la propaganda política de la derecha o, como ahora la llaman, el marketing electoral, ha desplegado todas sus fuerzas moviendo y posicionando sus mensajes, de las maneras más inverosímiles posibles. En estos días apareció en los mapas de Google la locación del Palacio de Miraflores con la supuesta residencia de Edmundo González Urrutia. ¿Qué señala eso? Que hay una determinación por controlar la calle, para volver a generar caos, que es la única "salida final" —para usar su propio lenguaje— que le queda al fascismo.

Si somos "insubordinados fundantes", como lo señaló Gullo, es porque tenemos pleno conocimiento de una historia insurgente, de Simón Bolívar, de orígenes mantuanos, convertido en sujeto pueblo, cuya doctrina política hoy sostiene nuestro sistema de ideas; de un campesino llanero como Hugo Chávez, y de un presidente de origen popular y obrero que ha sido leal a su pueblo. Así lo señaló Gullo: "Los Estados que se encuentran en la periferia de la estructura del poder mundial solo pueden trocar su condición de 'objetos' convirtiéndose en 'sujetos' de la política internacional a partir de un proceso de insubordinación fundante". Eso fue lo que hicieron Bolívar, Chávez y ahora Nicolás Maduro, convertidos en sujeto pueblo.

 

Aldemaro Barrios Romero

 

Fuente citada:

1Gullo, M.(2015). La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones. Edición digital: Fundación Editorial El perro y la rana. http://www.elperroylarana.gob.ve/wp-content/uploads/2016/12/la_insubordinacion_fundante.pdf


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