Punto de quiebre | CICPC esclareció un feminicidio a punta de señas

El homicida había sepultado el cadáver de la infortunada en una zona boscosa

25/10/22.- La bulla en esa casa siempre era ensordecedora, literalmente ensordecedora, pero los vecinos no entendían nunca nada de lo que estaba pasando ni lo que estaban diciendo,  o sea, la corriente chismográfica del barrio podía deducir en un momento dado que la pareja estaba peleando, porque en ocasiones los gritos iban acompañados del rompimiento de uno que otro utensilio de vidrio, pero nunca sabían las razones, la causa, y eso los ponía mal porque bastante que les gusta un chisme a esa gente del sector La Caranta, municipio Maneiro de Nueva Esparta.

Pero si los gritos de los moradores de la vivienda no iban acompañados del rompimiento de algo de vidrio y no se elevaban de tono, realmente era difícil, por no decir imposible, determinar cuándo peleaban, cuándo celebraban algo o, simplemente, cuándo hacían el amor.

¿Qué no entienden? ¿Cómo no van a entender? Ahhhhh ya, ya, ya… discúlpenme… es que no les había dicho que tanto Lisbeth Ismaela Guerrero Conde, de cuarentiseis años de edad, como su concubino Iván de Jesús Rodríguez Rodríguez, de la misma edad, eran personas con discapacidad auditiva y del habla.

Lo cierto (y lo fatídico) es que él la mató a golpes y la mató por una simple presunción de que ella le estaba siendo infiel. Una simple sospecha, uno que otro indicio, que bien pudo ser verdad o mentira, o exagerado, o malentendido, bastó para que él aquella triste noche, ayudado por unas buenas dosis de licor, y quizás droga descargara toda su furia y sus frustraciones y sus inseguridades en contra de su amada.

Inhumación

Luego de matarla a golpes, Iván de Jesús se acostó a dormir y cuando despertó al día siguiente se extrañó de que Lisbeth Ismaela no estaba durmiendo con él. Se quedó un rato en la cama mirando hacia el techo, como reponiéndose y poniendo en orden sus ideas y recuerdos, y de pronto recordó la golpiza que le había propinado y se levantó y corrió hasta la sala. Allí la encontró tirada en el piso en medio de la sala, inmóvil. Comenzó a jamaquearla, pensando que quizás estaba inconsciente, pero al no recibir ningún tipo de respuesta, se asustó, la tomó cargada y la acostó en la cama; se vistió rapidito y salió a buscar ayuda.

Al rato regresó con un amigo, con discapacidad auditiva también y este, tras revisar a la mujer que yacía en la cama, le dijo, a través de señas, que no había nada que hacer, que estaba muerta.

Convinieron en que lo mejor era deshacerse del cadáver y quedaron en que el amigo vendría en la noche con un carro para ir a botar el cuerpo.

Iván de Jesús se fue a caminar para la playa. No quería estar en su casa, donde yacía su mujer. Regresó cuando se hizo de noche. Dos vecinas se le quedaron mirando y él las saludó a través de señas que ellas entendieron perfectamente.

Cuando llegó su amigo tuvieron que esperar largo rato a que en la calle no hubiese nadie y eso ocurrió cuando ya la noche le cedía espacio a la madrugada.

Llevaron al cadáver de Lisbeth Ismaela hasta una zona boscosa en el sector Las Salinas de Pampatar, municipio Mariño, y allí abrieron un hueco y la enterraron.

A punta de señas

Los funcionarios del CICPC tuvieron que buscar los servicios de una persona que manejara el lenguaje de señas para poder interrogar al concubino de la occisa. Días después anunciaron al esclarecimiento del crimen con la detención de concubino Iván de Jesús Rodríguez Rodríguez, conocido como el Mudo Iván y la identificación plena del colaborador, Armando José Yépez, de treinta y nueve años de edad. El caso está en manos de la Fiscalía 13 del Ministerio Público.

Wilmer Poleo Zerpa


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