Palabras... | Carta

01/08/2024.- Desdoblo papeles y reescribo para un postigo. No hay vértigo si no hay riesgo. De repuestas francas faltan insumos. Aunque de saudades y tristalgias hay un paso a los ancestros. Yo, que no miré sus hombros descubiertos y heridos por el azar. Yo, que de golondrinas sé que volverán, porque siempre vuelve quien no puede vivir sin ver lo que ha perdido. Reminiscencias y ocasos son vanos vuelos. Es menos dolor estar encinta de una opción que de una duda. Sobre todo, quien mira acostada, de cara al cielo, los destellos de un asombro, las líneas difusas de lo que un día vio en usted. Sé que ya el pedigrí no puede modelarnos, ni el poder de ellos, sujetarnos. También, que la lluvia no podrá borrar las desolaciones de la historia como imagen de lo ya visto. Del celofán vienen saliendo los días nuevos. Desde las manos que han levantado con sudor todo lo no natural en este planeta, recuerdo el sorbo de comida. El ser nuevo tardará en llegar, pero viene en camino, a semejanza de la densidad con que se cree en un país y se habita la novedad de amorarse. No se trata de remendar lo justo ni comprar ideas a los idiotas. No se trata de alzar la voz, como quieren refundar los reyes en patio soberano. Igualmente, nada justifica la Amazonía si no es la respiración. Del show mediático, los adulantes intelectuales venden como un perro en la ciudad las componendas noveles de la catedral. Son la quinta columna del sentimiento del sur en el gran mercado novelístico de las vidrieras. Sabe que aún no es la noche de América, pero ya no todo es de los "americanos". Ahora alzamos los ojos con gotas de horizonte, dejando atrás la erosión de los descalzos. Evada la pregunta, pero nunca la promesa de ser contra todo imperio; así no quita rostro a la palabra. De eso se trata, también, de reivindicar lo dicho, de amar todo lo amable y no solo lo personal, de trabajar por la alegría hasta despojarnos de la tristumbre, la que por más de cinco siglos nos dijeron que era nuestra mala suerte. La ilesa idea de partir se valora en esta fiesta. Ya no importa no vernos nunca más, mientras estemos seguros de que cada quien, en su sitio, hará lo que le corresponde como pueblo. Seamos dignos en este tiempo, sin duelo en pleno adiós. Abanderado sea el verso que testimonia que un día usted y yo pudimos ser el amor, pero comprensivos lo dejamos pasar para siempre por algo mucho más importante: hacer internacionalismo, militar en la revolución.

 

Carlos Angulo


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