Micromentarios | Ataques a la bandera nacional

06/08/2024.- En los últimos tiempos, se han recrudecido las agresiones a los símbolos patrios y a todo lo que represente nuestra identidad como venezolanos.

Durante las más recientes guarimbas, hubo ataques físicos a estatuas y a cuanto representara la venezolanidad o las acciones del gobierno actual en beneficio del pueblo.

Ello no es gratuito. Cada vez que la derecha internacional busca hacerse con una región o un país del mundo, lo primero que se agrede es a los símbolos patrios y a los héroes y heroínas nacionales, como una forma de incentivar el desprecio a lo propio, con miras a inducir la introducción de elementos culturales ajenos.

Esta suplantación tiene como objetivo preparar el camino a una invasión de fuerzas extranjeras, ni más ni menos, o de elementos comunicacionales que generen simpatía hacia los invasores.

Los ataques de las últimas fechas no han ignorado a nuestra bandera. A través de las redes sociales, se ha llamado a reproducir en los estados personales la bandera venezolana de siete estrellas, es decir, la que se usaba antes de la llegada de Hugo Chávez al poder.

Este hecho, que parece trivial, no lo es en absoluto. Obedece a uno de numerosos asaltos a la cultura y la tradición venezolanas, cubierto con un disfraz de nacionalismo.

—¿Qué importa que la bandera tenga siete u ocho estrellas? ¡Con eso no se come! —fue un comentario que escuché en la panadería cercana a mi casa, hace algunos años.

Importa y mucho. Es agradecimiento histórico, reconocimiento a quienes lo merecen y obediencia a un decreto elaborado y firmado por el propio Simón Bolívar.

Esa octava estrella reconoce que, aparte de las siete provincias de la naciente Venezuela que proclamaron la independencia de Venezuela el 5 de julio de 1811, hubo otra que se añadió después.

Las cosas ocurrieron así: en principio, representantes de siete provincias firmaron el Acta de Independencia. Estas fueron Caracas, Cumaná, Barcelona, Barinas, Margarita, Mérida y Trujillo.

Guayana también lo habría hecho, pero la información no llegó a tiempo. Recordemos que, en 1811, la provincia de Guayana era, en términos de caminos y comunicaciones, la más alejada de Caracas, mucho más que la región andina y la que tiene al lago de Maracaibo como su núcleo central.

No había carreteras, telégrafos, teléfonos, radio, televisión ni redes sociales. Trasladarse hasta Caracas tomaba varios días. Había mensajeros y postas de camino, donde mudar de caballo y refrescar tanto a los equinos como a quienes llevaban algún mensaje o carta.

Por ello, no tiene nada de raro que la información proveniente de la provincia de Guayana se haya demorado más que de costumbre.

La incorporación de esa octava estrella a la bandera nacional no se hizo automáticamente. Se produjo nada menos que seis años y cuatro meses después de la declaración de independencia, el 20 de noviembre de 1817, en el Palacio de Angostura, cuando el propio Bolívar lo decretó.

Prueba de lo retirada que quedaba la provincia de Guayana es que esta comprendía los actuales estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro. Como se sabe, los dos últimos abandonaron su condición de territorios federales y se convirtieron en estados solamente a principios de la década de los noventa del pasado siglo.

Pese a esta nueva condición jurídica y geográfica, el territorio de ambos estados es mayoritariamente selvático, rural y fluvial. Si eso es en la actualidad, imaginemos cómo era en 1811, hace más de 210 años.

La no aceptación de esa octava estrella la han convertido en un asunto político, solo porque quien reconoció el decreto del Libertador fue Hugo Chávez. De haberlo hecho otro gobernante, nadie en el país pondría en duda su pertinencia. Es más, la mayoría de esos que hoy asumen la defensa de las siete estrellas ni siquiera sabrían por qué hay ocho.

 

Armando José Sequera


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